Crítica — La receta perfecta: El mejor queso

Tres títulos para una película pueden ser muchos títulos. En francés, el título original, Vingt Dieux, es una expresión exclamativa típica de Borgoña; el nombre en inglés, Holy Cow, sólo se entiende cuando vemos la película y descubrimos los momentos felices de las vacas; mientras que el título elegido para su estreno en España, La receta perfecta, remite inconscientemente a un cine culinario, un género que gusta mucho por aquí. 

Sin embargo, ninguno de los tres refleja completamente lo que es esta aventura juvenil y colectiva ambientada en una zona rural muy concreta: el departamento del Jura, en la región del Franco-Condado, fronteriza con Suiza en los Alpes orientales y famosa por sus quesos Comté. La receta perfecta se puede enmarcar dentro de un subgénero de la comedia (y el drama) que podríamos llamar “cine rural”, del cual han surgido excelentes films, tanto en Francia como en España (Lo que queda de ti o Alcarràs serían buenos ejemplos).

No se trata de embellecer el campo, ni mucho menos de mirarlo desde la perspectiva urbanita que idealiza la vida rural. Esta película, como algunas otras, trata de contar lo difícil que es sobrevivir de la agricultura, la crisis permanente que provoca su progresiva despoblación y la influencia de la mecanización en la producción. Louise Courvoisier conoce muy bien esta realidad, vive allí y su familia sigue estando ligada a la tierra. 

Quizás por eso puede atreverse a contar la historia de Totone, su hermana Claire y su vecina Marie-Lise. Todo empieza con una pérdida. La muerte de su padre obligará a Totone a enfrentarse al cuidado de su hermana pequeña Claire (una niña mucho más espabilada de lo que él piensa). Hasta entonces, Totone se ha despreocupado del negocio familiar de elaboración de quesos, pero la urgencia de sobrevivir le lleva a transitar el duelo haciendo un homenaje a su padre y de paso intentar ganar un premio al mejor queso Comté de la región.