Crítica — Miss Carbón: Luchar por el derrumbe (del patriarcado)

Carla Antonella Rodríguez se convirtió en la primera mujer minera de la cuenca carbonífera de Río Turbio, en la Patagonia Argentina. Desafiando una absurda superstición que se había convertido en una suerte de ley no escrita, Carla logró hacer realidad su sueño y trabajar en la mina. Eso sí, después de una larga lucha. Y es que, por culpa de una antigua y patriarcal leyenda que sostenía que las mujeres provocaban derrumbes en las minas con su mera presencia, estas tenían terminantemente prohibida la entrada (excepto el día de la Patrona Santa Bárbara, cuando la podían visitar como atracción turística), y su trabajo en el sector minero —principal fuente de ingresos de la región— se limitaba a realizar tareas como oficinistas o administrativas. La tradición, eso sí, permitía y alentaba la celebración de un certamen de belleza que cada año elegía a la que sería coronada como Miss Carbón, remarcando así con persistencia unos caricaturescos y obsoletos roles de género más que cuestionables. 

Podríamos pensar que esta es una historia muy lejana en el tiempo, pero en realidad estamos hablando del siglo XXI (y, por supuesto, de una historia real). Una historia que ha sido el punto de partida para el segundo largometraje de la directora argentina Agustina Macri, que con su ópera prima, Soledad (2018), ya se alzó con el premio a la mejor película en el BCN Film Fest.

La historia de Carla es una historia de valentía, resiliencia y superación. Y lo es, además, por partida doble. Porque como mujer trans, Carla tuvo que enfrentarse, ya desde su infancia, a los prejuicios de una sociedad intolerante que ve en la diversidad de género una amenaza; a las peleas con su padre, que le negó el acceso al domicilio familiar; y a la violencia que, de manera completamente aleatoria, a veces le tocaba soportar por el mero hecho de ser una persona trans.