Crítica — Tras el verano: Allegada sin derechos

En estos últimos años, la sociedad occidental ha (hemos) empezado a cuestionar y reconsiderar el modelo de familia heteronormativa conformada por un padre, una madre y su respectiva descendencia. Las familias monoparentales, las familias sin hijos ni hijas o las familias con dos padres o dos madres son cada vez más frecuentes; nuestro imaginario en lo que respecta a tipologías de familia se va ampliando; pero, aun así, todavía existe una gran cantidad de leyes que no tienen en cuenta esta gran variedad de configuraciones familiares y siguen pensando en un modelo de familia nuclear que, en realidad, es cada vez menos predominante. 

La ópera prima de Yolanda Centeno aborda un tema que, hasta el momento, ha tenido muy poca visibilidad en el cine español: el de las familias reconstituidas. Paula no es la madre biológica de Dani, pero los cinco años que ha pasado con él, criándolo y cuidándolo, han generado unos fuertes lazos afectivos entre él y ella. Ahora que ha roto su relación con Raúl –el padre de Dani–, Paula se pregunta cuál será a partir de ahora su lugar en la vida del niño, al que le une un fuerte vínculo afectivo, pero ningún vínculo legal. Por su parte, Raúl va a luchar todo lo posible para conseguir la custodia compartida de Dani, cosa que Carmen –la madre biológica de este– no ve con buenos ojos. La tensión entre Raúl, Paula y Carmen –las tres personas adultas que protagonizan el film– es evidente, y que sea el menor el principal perjudicado en esta situación, parece inevitable.