Crítica — Una noche sin saber nada: Después de la revolución
Cuatro años después de su paso por la Quincena de Cineastas de Cannes, donde ganó el Oeil d’Or al mejor documental, llega a los cines de nuestro país ‘Una noche sin saber nada’, la atmosférica ópera prima de la cineasta india Payal Kapadia (‘La luz que imaginamos’).

Una noche sin saber nada
(A Night of Knowing Nothing)
Año 2021
País India, Francia
Dirección Payal Kapadia
Guion
Payal Kapadia
Himanshu Prajapati
Producción Petit Chaos
Reparto Bhumisuta Das
Fotografía Ranabir Das
Montaje Ranabir Das
Distribución Atalante
Duración 99 minutos
Fecha de estreno 3 de junio de 2025
Sinopsis
En algún lugar de la India, L., una estudiante de cine, escribe cartas a su amante ausente. Su voz se entrelaza con imágenes y fragmentos de retazos de vida —fiestas, encuentros, manifestaciones populares— que revelan un mundo en sombras, atravesado por cambios radicales. La película nos sumerge en los miedos, deseos y recuerdos de una juventud en rebeldía, ansiosa de libertad.
Una noche sin saber nada
(A Night of Knowing Nothing)
Año 2021
País India, Francia
Dirección Payal Kapadia
Guion
Payal Kapadia
Himanshu Prajapati
Producción Petit Chaos
Reparto Bhumisuta Das
Fotografía Ranabir Das
Montaje Ranabir Das
Distribución Atalante
Duración 99 minutos
Fecha de estreno 3 de junio de 2025
Sinopsis
En algún lugar de la India, L., una estudiante de cine, escribe cartas a su amante ausente. Su voz se entrelaza con imágenes y fragmentos de retazos de vida —fiestas, encuentros, manifestaciones populares— que revelan un mundo en sombras, atravesado por cambios radicales. La película nos sumerge en los miedos, deseos y recuerdos de una juventud en rebeldía, ansiosa de libertad.
Los primeros minutos de Una noche sin saber nada permiten atisbar lo que vendrá a continuación: las imágenes muestran una fiesta en algún lugar de la India donde chicos y chicas jóvenes se mueven, exultantes, al ritmo de una música que no escuchamos pero que, seguramente, procede de la pantalla gigante donde se está proyectando un musical de Bollywood. La escena, repleta de vida y movimiento, de euforia y de deseo juvenil, contrasta con el blanco y negro de textura analógica con la que está filmada, lo que le otorga una cualidad espectral, como si esos bailarines y esas bailarinas que vemos moverse en el encuadre fueran a fundirse en cualquier momento con la luz que irradia de la pantalla. El contraste y la extrañeza también los provoca la ausencia de música, y su sustitución por un silencio que es sólo interrumpido por la voz susurrante, meditativa, de la protagonista, L., una joven estudiante de cine en el Film and Television Institute of India, que está leyendo en voz alta algunas de las cartas dirigidas a su novio ausente, retenido a la fuerza por su familia tras haber expresado su deseo de casarse con L., perteneciente a una casta inferior.
Esta magnífica secuencia inicial sirve como preludio de la estrategia que Kapadia seguirá a lo largo de este multiforme y evocador ensayo documental: la del contraste entre la crudeza de lo que muestra (el nacionalismo fundamentalista de la India de Modi, la represión y violencia contra las castas inferiores, el clasismo y la discriminación que aboca a gran parte de la población a la pobreza, así como los estallidos de rebeldía y resistencia contra esta situación surgidos en las universidades indias, y que provocaron una feroz represalia contra los y las estudiantes) y la sofisticación formal con la que decide abordarlo. Las heterogéneas imágenes que conforman Una noche sin saber nada son de muy diversa procedencia: hay material de archivo (recortes de periódico, clips de televisión), grabaciones de cámaras de seguridad (especialmente impactantes por su violencia) y numerosas grabaciones hechas por la propia Kapadia durante sus años de estudiante en el FTII. La naturaleza de estas últimas filmaciones es también diversa: hay escenas de fiestas y reuniones de amigos y amigas, como la que abre la película, planos grabados en los pasillos, habitaciones y espacios de la escuela y, poco a poco, y cada vez más, reuniones estudiantiles, mítines políticos, manifestaciones, marchas y confrontaciones con la policía. El tenue hilo narrativo, las cartas que, supuestamente, L., la estudiante de cine que podría ser, o no, un trasunto de la propia Kapadia, le escribe a su amado desaparecido, van transformando su tono conforme el propio tono de la película también muta: del anhelo y la esperanza iniciales, del deseo del reencuentro y la añoranza, se pasa al desencanto y la decepción. Tal vez él no fuera lo suficientemente valiente para atreverse a desafiar a su familia, comenta la voz en off de L.; o, tal vez (y esto es aún más doloroso), la segregación que causa el sistema de castas está tan arraigada en la sociedad y la mentalidad india, que era imposible que existiera una comprensión mutua y real entre él y ella. La decepción personal de L. corre paralela, en el film, con la gravedad que empieza a adquirir la represión gubernamental en contra del estudiantado: de los mítines y las palabras repletas de esperanza pasamos, también, a la desolación de la violencia, registrada de forma implacable, e impersonal, mediante una cámara de seguridad.