ENTREVISTAS

Ana Asensio — La imaginación como refugio

“‘La niña de la cabra’ habla de los misterios de la infancia, que son fascinantes. No tienen por qué ser oscuros, algunos son iluminadores y reveladores. Creo que es una película que pueden ver personas adultas junto con sus hijos e hijas, y hablar de ella después”. (Ana Asensio)

Nuria Vidal

Ana Asensio (©Sabrina Ziomi)

Ana Asensio, actriz y directora, lleva veintitrés años viviendo en Nueva York, donde realizó Most Beautiful Island, su primer largometraje, con ligeros tintes autobiográficos. Para su segundo trabajo como directora, también se inspira en su propia historia, pero esta vez vuelve a su infancia en el Madrid de 1988, cuando tenía diez años. El resultado es La niña de cabra, una película donde “se articula un relato profundamente sensorial que apela a los sentidos para evocar y reconstruir las sensaciones de una niña atravesada por la ansiedad, que gravita en torno al pecado de la desobediencia o de la autonomía moral y corporal”, en palabras de Elena Olmo en la crítica del film publicada la semana pasada en Filmtopia.

¿Por qué te fuiste a Nueva York y por qué has vuelto ahora para hacer esta película?

Me fui a Nueva York muy jovencita porque me atraía descubrir el mundo de la interpretación. Me había leído el libro del Actor’s Studio y pensaba: “¡Qué pasada!”. Creía que sabía algo de inglés, pero cuando llegué me di cuenta de que no sabía nada. No había ninguna escuela que me aceptara. Finalmente, una me dejó entrar y me pasaba las horas escuchando y memorizando mis textos. Empecé a hacer cosillas como actriz y, en un momento dado, pensé que la experiencia había sido maravillosa y que debía volver a España. Pero me enamoré… y hasta el día de hoy. Llevo ya veintitrés años allí, pero tengo mucha nostalgia de mi país y cada vez lo echo más de menos. Empecé a tener recuerdos de mi infancia y me pareció que tenía que hacer algo creativo con ellos. Escribí esta historia y en el verano del 2023 la rodamos en Madrid.

Parece muy diferente de tu primera película Most Beautiful Island, y estilísticamente lo es, pero en el fondo es parecida. Es una manera de transformar los recuerdos en imágenes. Por eso son distintas, porque son diferentes edades, diferentes ciudades, pero no es un cambio de registro.

Yo creo que el género cinematográfico está al servicio de la historia. Igual que con la otra, no decidí hacer una película de terror social, sino que salió eso porque era lo que tenía sentido para contar lo que quería contar. En esta, lo que para mí tenía sentido era crear un género híbrido en el que hay un poco de todo: fantasía, cuento, terror infantil y también, por supuesto, de drama. Para mí, sí tienen muchas similitudes las dos películas: un personaje femenino protagonista que rompe con la estructura, que agarra el toro por los cuernos para superar un miedo. Ambas hacen ese viaje y es un viaje lineal, la otra pasaba en un día, esta pasa en cuatro semanas; la primera tiene dos partes de la película claramente diferenciadas en tono, narrativa y estilo; y en esta he vuelto a hacer ese mismo patrón porque me sentía cómoda.

Nunca pierdes el punto de vista de Elena. Eso implica una narración que no es naturalista.

Recuerdo que de pequeña las tardes eran interminables, los espacios eran muy grandes, los pasillos muy largos y oscuros. Cuando creces y vuelves a esas casas de tu infancia, te das cuenta de que es muy distinto. Las criaturas viven y perciben la realidad de una manera muy diferente. Por desgracia, no podía jugar con los olores que me parece lo más representativo de nuestros sentidos para llevarnos a esos lugares, pero sí quería jugar con que lo visual nos llevara a esa altura en la que las cosas están muy lejos y te tienes que poner de puntillas.

Otra cosa interesante es lo que sucede cuando ella se escapa. Piensas: “El padre y la madre deben estar haciendo algo, la policía la tiene que estar buscando”, pero como todo está visto desde la niña, no nos importa lo que hagan. Y tampoco castigan a las personas gitanas. Es un riesgo de la película.

Esto era un riesgo y un reto enorme para los actores y las actrices. Pensaba cómo el público podía sentir empatía por el padre y la madre cuando están siendo obviados, porque no quería mostrar su sufrimiento. Quería que viviéramos la aventura que vive Elena y que incluso nos olvidáramos de él y de ella. Pero para los actores y las actrices era muy difícil. Lorena López no ha sido madre y Javier Pereira tampoco ha sido padre. Así que les pedí que vieran la película rusa Sin amor, de Andrey Zvyagintsev, en la que hay un niño que desaparece, y vives la angustia y desesperación de su padre y madre. Les dije que la vieran para que sintieran esa angustia que no se verá nunca en la película, para que, cuando vuelven a salir, se viera que están roto y rota, y comprendieran que algo mal debían haber hecho.  Se tenían que poner a la altura de la niña y volver a aparecer en ese momento de comunión, del abrazo.

La religión está vista de manera peculiar, la religión como fantasía, como terror, como imaginación.

A.A. Eso sí que nace de mis recuerdos. Me acuerdo que por las noches tenía muchas pesadillas que venían de las películas de miedo que había visto. Y rezaba todas las noches para no tener pesadillas. Era el refugio donde Dios me iba a salvar, me iba a ayudar. Pero también estaba el miedo, porque recuerdo que cuando me estaba preparando para la primera comunión descubrí el concepto de la culpa. Todas las noches me confesaba de todo lo que había hecho mal durante el día, repasaba todo lo que podía haber hecho mal para poder dormirme. En este tema me ayudó mucho mi hijo mayor, que tiene nueve años. Cuando estaba montando la película, se la iba enseñando y él me comentaba lo que le daba miedo. Me fue de mucha ayuda tenerlo cerca.

La niña de la cabra es un cuento y hasta cierto punto Serezade podría existir o no existir, podría ser su imaginación que se desdobla.

Efectivamente. Es muy habitual cuando un niño o una niña tiene un trauma, como puede ser la muerte de la abuela, que aparezca la figura del amigo imaginario o la amiga imaginaria. Esto me parecía interesante, ese amigo imaginario o amiga imaginaria a quien le empiezan a contar cosas que no son capaces de contar a nadie más. Esto, llevado al terreno absolutamente realista, puede generar dudas. Y el mismo nombre “Serezade” nos permitía jugar con ese matiz fantástico.

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