Lillian Hellman — Cuando la guionista es la estrella
El Festival de San Sebastián dedica una retrospectiva a una de las pocas mujeres que, sin ser actriz, consiguió la fama como creadora en el Hollywood clásico: la autora, entre otras, de ‘La loba’ y ‘La calumnia’.
Eulàlia Iglesias
18 de septiembre 2025

En 1977, en pleno auge del Nuevo Hollywood, se estrena Julia, del veterano Fred Zinnemann. En una década marcada por el repliegue en distintas manifestaciones de la masculinidad de la generación de directores que revoluciona la industria desde dentro, esta película, basada en un capítulo del libro autobiográfico Pentimento de Lillian Hellman, resulta toda una anomalía. Nos encontramos ante un filme centrado en la amistad entre dos mujeres, una cuestión casi tabú en un cine, el de Hollywood, en el que los afectos femeninos son casi siempre androcéntricos, incluso en el woman’s film. Lillian (Jane Fonda) es una escritora fascinada por su amiga de la infancia, la Julia del título (Vanessa Redgrave), una joven de familia acomodada que en los años treinta viaja a Europa para luchar contra el fascismo. Tras el estreno de la película, no tardó en desvelarse que Hellman había ficcionado buena parte de la historia. Algo fácil de deducir por la naturaleza idealizada, muy print the legend, del personaje de Julia: una especie de heroína perfecta, incluso en su desaparición y en su legado.
Y no sólo el episodio de Julia resultó problemático. La mejor enemiga de toda la vida de Lillian Hellman, la escritora trotskista Mary McCarthy, la acusa en 1979 en televisión de que «todo lo que escribe es mentira», con esa agresividad impenitente y altamente corrosiva que gastaban las intelectuales del siglo XX. Aquí comienza un toma y daca judicial entre las dos escritoras que juega en contra de Hellman, dado que se acaba cuestionando buena parte de la veracidad de lo que ha escrito en sus tres libros de memorias, y también se le reprocha que apoyara al comunismo desde tesis estalinistas. Cuando Lillian Hellman muere en 1984, había perdido parte del aura de autora de culto y mediática que la acompañó a lo largo de su vida. Más de cuarenta años después, es un buen momento para recuperar la figura de una de las pocas mujeres que, sin ser actriz, brilló como una estrella creativa en el Hollywood clásico.
Volviendo a Julia, la película, el hecho de que la historia sea ficción y no autobiográfica la hace aún más interesante, pues pone de manifiesto la necesidad de alguien como Hellman de imaginar una amistad femenina que marca toda una vida, un deseo tan legítimo como el de la más habitual fantasía romántica heterosexual. La creación de un personaje como Julia también nos habla del anhelo femenino por contar con referentes propios en un espectro, el de las figuras valientes que se inscriben en la Historia en mayúsculas, copado por los hombres. Y conecta igualmente con la tendencia de esta escritora a poner de manifiesto el afecto de las mujeres por otras mujeres, sea cual sea su naturaleza, y las incomodidades que esto genera. Otro elemento interesante de Julia es cómo sirve de contrapunto a la imagen mucho más heteronormativa de Lillian Hellman que presentan películas como Dash & Lily (1999), el telefilme dirigido por Kathy Bates sobre la relación entre la guionista y el escritor Dashiell Hammett: una de las historias de amor más míticas del mundo intelectual estadounidense por cómo combina un cierto aura de glamour, propia de dos personalidades vinculadas a Hollywood, con el punto cool asociado a una escritora y un escritor de prestigio con carrera literaria propia.