ENTREVISTAS

Maria Ripoll — “Las mujeres somos círculos”

Casi treinta años dirigiendo, diecisiete títulos entre películas, documentales y series, toda una vida dedicada a hacer cine. María Ripoll es sin duda una de las directoras más consolidadas del cine español. Su filmografía abarca varios géneros, pero con una especial predilección por la comedia. Sabe que ‘también esto pasará’, pero sigue adelante llena de entusiasmo y energía.

Nuria Vidal

Su primer film lo realizó en 1998. Lluvia en los zapatos venía a demostrar que la apuesta de Carles Benpar al encargarle un capítulo de El dominio de los sentidos, era una elección acertada. Desde entonces, María ha hecho muchas películas en las que ha dejado su huella: la luminosidad, la ligereza, el humor. Casi siempre comedias, un género que no hace ganar premios ni da sello de autor, pero es uno de los más difíciles de hacer.

Maria Ripoll estrenó su último trabajo, También esto pasará, en el Festival de Málaga. Poco después la película se proyectó en el BCN Film Fest. Maria es de Barcelona y vive en Barcelona y eso nos permitió tener una charla tranquila, fuera del agobio de la promoción. Una conversación mantenida en catalán y castellano, pasando de una lengua a la otra con total normalidad. Y con humor, sello de la marca Ripoll.

Eres una de las más veteranas directoras españolas. ¿Qué sientes cuando miras atrás y ves que llevas casi treinta años haciendo cine?

Mucho cansancio. Yo tengo un vicio, el vicio de la ficción. A mí me encanta el vicio de la ficción. No sé vivir sin ella. Siempre estoy con proyectos, siempre estoy con historias. O estoy leyendo mucho. El cansancio me viene cuando miro y veo que he hecho diecisiete películas y eso son muchas horas de trabajo y mucha dedicación. A mí me encantaría delegar. Tengo una hija muy cinéfila, tiene 21 años y ha empezado a trabajar conmigo. Me gustaría hacer como en las ferreterías o las tiendas, fundar la marca Ripoll e hija, para poder delegar y no cansarme tanto. Porque un rodaje es muy cansado.

Pero lo que siento sobre todo es agradecimiento, las películas me han ayudado a crecer personalmente. He tenido pocas malas experiencias, aunque, cuando yo empecé, todo era mucho más difícil. Tenías que abrirte camino a codazos y empujar y no hacer caso de las barbaridades que me decían. Me siento valiente, una loca del mundo, porque una persona normal no vive así, y siento que quizás debería empezar a parar. Pero no quiero.

¿Cómo empezaste a trabajar en el cine?

Empecé muy pronto. Tenía 20 años. Trabajaba de camarera en el Zig Zag y nadie me tomaba en serio cuando decía que quería hacer cine. Conseguí entrar en un documental sobre Josep Carreras barriendo el plató y trayendo los cafés. Me di cuenta de que nadie estaba apuntando lo que se hacía y me puse a apuntar. Resultó que como yo sabía todo lo que se había rodado y lo tenía apuntado, me pusieron a trabajar con el ayudante de montaje. Y ahí fue donde aprendí de verdad, con Raúl Román. Luego estuve de auxiliar de dirección con Rosa Vergés en Angustia de Bigas Luna y pasé a ser ayudante de dirección. Hice muchas películas catalanas, Bellmunt, Benpar, Villaronga. Era muy buena como ayudante de dirección porque era muy dura. Pero yo sabía que no quería ser esa persona y pedí una beca de la Generalitat para ir a Estados Unidos. Tenía una carrera aquí y en Los Ángeles tuve que trabajar de camarera. Una amiga me dijo que Danny DeVito buscaba a alguien, y con mi inglés macarrónico de entonces, me presenté. El trabajo era para ser canguro los fines de semana en la casa de Malibú. Por allí pasaba todo el mundo. Ese trabajo me fue muy bien cuando quise entrar en el American Film Institute. Al hacer la inscripción me dijeron que lo tenía muy difícil, le escribí una carta a Danny DeVito diciéndole que había sido la canguro y que quería ser directora, él llamó a la escuela y me admitieron. Todo sirve.

Han cambiado mucho las cosas desde que empezaste a dirigir en España.

La verdad es que las mujeres hemos hecho un buen camino. Soy cofundadora de CIMA, junto con Icíar Bollaín e Isabel Coixet. Cuando empezamos nosotras, en un rodaje había dos o tres mujeres y ahora casi hay más mujeres que hombres. En el rodaje decimos: “Vale, preparadas”, hablamos en femenino. Veo a los eléctricos, tan machotes, que escuchan: “Preparadas todas, listas” y lo aceptan. Saben que ahora les toca aceptar que se hable en femenino.

¿Recuerdas la experiencia de El dominio de los sentidos (1997)? Una película hasta cierto punto pionera.

Carles Benpar fue un avanzado en el tiempo. Reunió a cinco directoras que no habían hecho nada para hacer una película sobre los cinco sentidos. El planteamiento era buenísimo, luego el resultado ya depende de cada persona. Era complicado porque el propio Benpar no nos dejaba reunirnos entre nosotras. Era todo muy diferente y tan bonito a la vez, porque estaba todo por hacer. Esa fue la suerte que tuvimos nosotras, que estaba todo por hacer. Ahora, entre las generaciones más jóvenes hay mucha competencia, están mucho más preparadas, pero es más difícil hacerse un camino. Cuando empecé, a mediados de los años 90, estaba todo por construir. Ha habido muchos codos y mucha lucha, pero había camino por recorrer. Por cierto, aprovecho para decir que el 20 de mayo, en la Filmoteca de Catalunya, se pasará una copia restaurada de El dominio de los sentidos. Tengo mucha curiosidad porque no me acuerdo de nada. Recuerdo que el sentido del gusto de Teresa Pelegrí me gustó mucho. Teresa ahora vive en Londres y es escritora.

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