Sarah Maldoror — Los cantos (de resistencia) de Maldoror
Hito del cine feminista y anticolonial, la figura de Sarah Maldoror está viviendo una amplia reivindicación en los años posteriores a su muerte en 2020. La retrospectiva Sarah Maldoror, organizada por la Mostra Internacional de films de dones de Barcelona con la colaboración de la Filmoteca de Catalunya, y que llega justo después de proyectarse en la Filmoteca Española, es una de las más recientes iniciativas para proyectar su obra en España y comprender el alcance y la importancia que esta ha tenido en las voces actuales del cine de África y su diáspora.

Sarah Maldoror Foto: © Christine Lipinska
Menciona Annouchka de Andrade (hija y colaboradora de Sarah Maldoror), en el texto que escribía para el ciclo Sarah Maldoror, que el homenaje que realizaba Filmoteca Española a la obra de su madre era un viaje: “De Argel (donde dio sus primeros pasos en el mundo del cine) a Bissau (donde rodó tres películas), pasando por Martinica, donde le gustaba encontrarse con el poeta Aimé Césaire”. Y, más que un viaje geográfico, se trataba del retrato poliédrico y transversal de una cineasta que conscientemente puso el foco en la odisea de mujeres dentro y fuera de los movimientos de resistencia panafricanos; realidad que también ella vivió en carne propia.
Maldoror nace en 1929 en Gers, Francia (de padre antillano y madre francesa) bajo el nombre de Sarah Ducados. No es hasta 1956 que asume su nombre artístico en referencia directa a Les Chants de Maldoror, del Conde de Lautremont. Este gesto, que marcará los rumbos que asume su obra en adelante, contiene dos implicaciones. Por un lado, la vincula directamente con el movimiento surrealista, estableciendo contacto, sobre todo, con su vertiente del Caribe, que seguía los postulados del movimiento Négritude y buscaba una revalorización de la cultura negra y antillana. Maldoror, de ascendencia caribeña, dialoga constantemente con figuras como Édouard Glissant y Aimé Césaire, quien se convierte en un colaborador habitual y a quien retrata en varios documentales como Aimé Césaire, Un homme une terre (1976), Regards de mémoire (2003) y, el que sería su último film, Éia pour Césaire (2009). De otro lado, la adopción de este pseudónimo resulta en una declaración de intenciones sobre su visión del arte como poesía y política, así como la reclamación de su lugar en la historia del arte dentro de un linaje poético determinado. Y es que algo central en la obra de Maldoror es precisamente la traducción en términos fílmicos de los postulados políticos que defiende. Se trata, entonces, de un cine que se enmarca en la búsqueda y expresión de la liberación, tanto personal como colectiva, y en el que dialogan los pensamientos anticolonial y feminista para dar forma a retratos sobre identidades interseccionales, como la de la propia Maldoror.
Todo lo anterior va a hacer de ella una pionera del cine panafricano, terreno en el que conjuga sus intereses vinculados a la poesía y al teatro –en la década de los cincuenta, funda la compañía Les griots en Francia, en la que participan exclusivamente actores y actrices africanas y del Caribe–, pero también a su propia ideología y experiencia de vida como mujer negra. “La filmografía de Sarah Maldoror es un testimonio de su resistencia, fuerza y determinación”, señala su hija. Se trata de una obra que refleja una potente postura política, lo que se corresponde con el activismo que esta realizaba dentro y fuera de la esfera cinematográfica y que se vio impulsado por el auge de los movimientos decoloniales en África en las décadas de los sesenta y setenta, así como los movimientos de emancipación en Francia.