Catherine Breillat — La radicalidad del deseo
El D’A film Festival Barcelona de este año dedicó su retrospectiva a la figura de la francesa Catherine Breillat, una de las directoras más transgresoras del cine europeo. En el espléndido Filmorretrato que escribió Marla Jacarilla, la define como “una de las voces más libres y radicales de su país”.
Catherine Breillat
El D’A film Festival Barcelona de este año dedicó su retrospectiva a la figura de la francesa Catherine Breillat, una de las directoras más transgresoras del cine europeo. En el espléndido Filmorretrato que escribió Marla Jacarilla, la define como “una de las voces más libres y radicales de su país”.
Tiene 75 años y el pelo blanco, y se mueve con dificultad, pero su cabeza y su mirada siguen siendo lúcidas, incisivas y brillantes, además de transgresoras. Catherine Breillat no ha perdido nada de la capacidad de provocar que ha caracterizado su obra desde que debutó en 1976. Es poco conocida en España, donde sólo se ha estrenado Romance X, y descubrir su filmografía es acercarse a la obra de una mujer que se adelantó a su tiempo en muchos sentidos y que, precisamente por eso, es profundamente crítica con algunas actitudes del feminismo contemporáneo. El último verano, que se estrena tras su paso por el D’A, es su última película. Entrevistarla es un placer por la inteligencia de sus respuestas, pero también obliga a estar muy atenta: Catherine Breillat no tiene paciencia con las tonterías.
De Reina de corazones a El último verano
El film es un encargo. El productor francés Saïd Ben Saïd, que había comprado los derechos de una película danesa que se llama Reina de corazones, pensó que yo podría rehacer el film mejorándolo. Cambié dos parámetros. Adoré la escena de la mentira y esa fue la razón por la que acepté el encargo. Era un reto que seguramente habría aceptado, aunque no me hubiera gustado esa escena. Pero había un adolescente y eso me interesaba mucho. En relación con la película danesa, yo quería que el adolescente fuera más joven y sobre todo que fuera él el que deseara. Una mujer depredadora, como la de la película danesa, no me interesaba para nada. Para mí las mujeres no son depredadoras y no me apetecía hacer algo así. A partir del momento en que cambié estas dos cosas, no toqué nada más. Por ejemplo, la escena en la que él va a buscarla y le dice: “Quiero que mi padre sepa la verdad”, en la película danesa es literal, lo que él quiere es que su padre sepa la verdad. En mi película es todo más sutil, es un pretexto, él se miente a sí mismo, es accesorio que su padre sepa la verdad, lo que de verdad quiere, es a ella. Eso la convierte en una escena de amor. Es todo lo contrario de la película danesa. Es un ejemplo para enseñar cómo la misma situación, sin cambiar los diálogos, solo por la puesta en escena, se convierte en algo completamente diferente y se convierte en una escena de amor cuando no lo era. Eso me fascinaba.
La censura
Siempre me he peleado con la censura, porque siempre he querido saber por qué me querían censurar. A partir de ahí, les explico porque no pueden hacerlo. Es el problema que tuve con Romance X, que venció las censuras de todo el mundo. Era un arma de guerra contra la censura. A todas las ganó, menos en Taiwán, allí no se pudo estrenar. Me hicieron un juicio por A ma soeur y lo ganamos. Los periódicos en Noruega me ofrecieron la primera página para publicar una carta abierta contra la censura y no censuraron el film, al contrario, recomendaron la película. Hay que saber hablar del film. El cine sirve también para esto, sirve para divertirse, yo no estoy en contra de que el cine sirva para divertirse, pero también puede servir, y es lo bueno del cine, para que la gente discute después y no todos opinen lo mismo, que se peleen. Eso es lo mejor, es algo magnífico porque ayuda a reflexionar. Yo siempre me he adelantado a la censura y nunca me he sentido víctima.
El moralismo contemporáneo
No es la moral, es el moralismo. La moral, yo estoy a favor; el moralismo, estoy en contra. Es muy diferente. Vivimos una época de moralismo absoluto, se decretan las cosas por la reacción de las redes sociales, no hay reflexión, hay una pulsión de imposición, se generalizan casos particulares, se mezcla todo en una amalgama. Hay que tener un poco más de distancia y ser capaces de ver que, sin deseo, hay una extinción de la especie humana. Es simple, sobrevivimos por el deseo. ¿Lo suprimimos? Extinción segura.
La prohibición de la primera novela
Me la prohibieron a mí misma, la prohibieron a la gente que tenía la edad que yo tenía cuando la escribí. Eso explica lo pertinente que es hablar de moralismo. No se puede negar lo que existe. El moralismo consiste en negarme como persona. Es algo que me hizo mucho daño. El hecho de prohibirme a mí misma quería decir que me prohibían ser lo que era. Yo era una alumna brillante, sólo era rebelde de pensamiento, no era una delincuente. Y, sin embargo, me prohibieron. Era inadmisible que fuera lo que era: una librepensadora. Había leído grandes autores, tenía un vocabulario un poco crudo. Pero no había nada más. Que se prohíba eso es inadmisible, hay que buscar por qué pasa y acabar con ello, es algo inadmisible para la especie humana, hay que reflexionar, buscar las palabras. El cine sirve un poco para esto, aunque yo estoy en contra de que el arte sirva para algo.
Las películas que los hombres no hacen
Yo hacía películas de hombres, mejor dicho, las películas de hombres que ellos no se atrevían a hacer. En Francia, los hombres creen que se puede hablar de sexo, pueden hacer lo que llamamos un cine atrevido, pero la intimidad no saben hacerla. Son muy púdicos los hombres cuando tratan la intimidad. El cine atrevido, superficial, ese sí pueden, pero la intimidad es algo mucho más complicado.
La intimidad está en el rostro
Estoy completamente en contra de las coordinadoras de intimidad porque es una profesión como la de los entrenadores de gimnasia, que pretenden dominar una ciencia que no existe y una moral que rechazo. Los actores no son la verdad, hay un guion que conocen, pero no les obligo a ser fieles a ese papel, porque los actores no están hechos de papel, están hechos de carne, comercian con su cuerpo. Lo siento, pero la profesión de actor hace de su cuerpo su instrumento de trabajo. Pero la expresión de sus sentimientos también es su trabajo. Los sentimientos son íntimos. Cuando hago una escena de amor les digo a mis actores que su cuerpo me interesa poco, lo que yo voy a filmar es la intimidad de su cuerpo en su rostro. ¿Pondremos unas bragas sobre el rostro? Eso es lo que es impúdico, las emociones, y es eso lo que es hermoso. Los cuerpos me interesan muy poco, se les pone la protección invisible que se utiliza en estas escenas, no son exhibicionistas, solo aparentan que están haciendo el amor, como las famosas escenas de Tartufo. Son trucos de protección, una simulación. Pero no hay ninguna protección sobre el rostro. Y eso es mucho más íntimo, mucho más violento. Al cuerpo te acostumbras muy rápido. Cuando se quitan las batas y empezamos a rodar, hay tal concentración en el plató sobre el trabajo, que no pensamos más en eso. Por el contrario, la emoción íntima es algo que entregamos al público y es increíble. Todo el plató está petrificado, todo el mundo. Y eso es magnífico. Eso es el arte.
La importancia de la pintura
Tuve la suerte de ser una mujer y ser rechazada en la Escuela de Cine. Como directora me habrían condenado al paro. El resultado es que cuando hice mi primer film no sabía nada de cine. Mucho mejor. No tenía ningún código. Lo único que tenía eran los films que admiraba y sobre todo la pintura. Porque la pintura es el cuadro. Y no se repite lo suficiente a los directores que cuiden el encuadre. El cine es el cuadro, lo que no está en cuadro, no se ve, puede ser formidable, pero si no está en cuadro no se ve. Cuando hice mi primera película no tenía ningún conocimiento de lo que era el rácord o cualquier otra cosa. Pero el rácord no sirve para nada si no hay emoción. La emoción domina cualquier rácord, eso es lo primero. Lo segundo es el encuadre. Me inspiré en el hiperrealismo americano, el cuadro tiene mucho significado, está perfectamente hecho. Eso es el cine. Dar a la imagen un sentido en sí misma, es la pintura la que te lo da. Es fácil aprenderlo de la pintura porque justamente es algo que no tiene movimiento. Hay films que me han inspirado, evidentemente, pero hay movimiento, es difícil captar el movimiento, aprender. Yo busco más la pintura. Por ejemplo, en la escena de amor con Lea, me inspiré mucho en Caravaggio.
El cine no tiene sexo
Quiero tanto al cine que no quiero definirlo más que como cine. No me gusta que el cine tenga sexo, ni la pintura tampoco. Me gusta Claire Denis. No me gustan los cineastas que quieren decir algo para hacer avanzar la sociedad. No es el tipo de cine que me gusta. Para mí es el alma, el ser humano, lo que quiero hacer avanzar, las cosas que son de todos los tiempos, eternas, no las cosas que son oportunistas del instante, incluso aunque sean importantes. Las feministas más radicales han estado contra mí, pero yo creo que soy mucho más feminista que ellas desde hace muchísimo más tiempo. Y, además, el feminismo consiste en imponer un moralismo. El feminismo es el derecho.