Catherine Breillat — Transgresión y deseo
A sus 75 años, después de quince largometrajes y algunos cortos, la directora francesa continúa siendo una de las voces más libres y radicales de su país.
Desde que dirigió su primer largometraje allá por el año 1976, el nombre de Catherine Breillat ha estado asociado inevitablemente a la polémica. Directora de una quincena de largometrajes que exploran de modo persistente las complejidades y contradicciones del deseo femenino, la francesa estrena en salas españolas su último largometraje titulado El último verano (L’été dernier), libre adaptación del film danés Reina de corazones (Dronningen), en el que una abogada se enamora irremediablemente del hijo adolescente de su marido, poniendo en peligro tanto su vida profesional como personal.
Giraldillo de Honor en el último Festival de Sevilla y Focus D’A en el Festival de Cinema d’Autor de Barcelona 2024, ha tenido que pasar casi medio siglo para que la obra de Breillat tenga algo de reconocimiento en nuestro país. De hecho, El último verano es el segundo film de Breillat que podemos ver en salas comerciales españolas tras el lejano estreno en 1999 de la muy controvertida Romance X.
Nacida en Bressuire en 1948, podríamos decir que Breillat inició su carrera como directora a contracorriente, en una época –los años 70– en que las mujeres que decidían dedicarse al cine tenían pocas opciones (maquillaje, peluquería, montaje, script…), y la dirección no era una de ellas. Haciendo caso omiso de familiares y profesores que le recomendaban encarecidamente que se dedicase a otra cosa «más propia de mujeres», Breillat siempre quiso ser cineasta, y debutó tras la cámara en 1976 con Una chica de verdad (Une vraie jeune fille), adaptación al cine de su cuarta novela, Le Soupirail. La película relata el despertar sexual de una adolescente y sufrió las consecuencias de la censura francesa, que impidió su estreno hasta bien entrado el año 2000. Pero no fue esa la primera vez que el nombre de Breillat generó polémica en su propio país, ya que siendo adolescente la directora escribió su primer libro, Homme Facile, que fue prohibido para menores de 18 años. Es decir que, paradojas de la vida, según el gobierno, Breillat no podía leer el libro que ella misma había escrito hasta que no cumpliese la mayoría de edad.
Tras esta contundente carta de presentación, con el paso de los años Breillat ha ido desarrollando una filmografía tan audaz como perturbadora; repleta de relaciones tormentosas, deseos frustrados, empoderamiento sexual, dependencias enfermizas e historias de amour fou de trágico desenlace. Una filmografía subversiva y nada complaciente que pone el dedo en la llaga al hablar del sexo como herramienta de poder, de temas plagados de tabúes que siguen tan vigentes hoy como hace medio siglo. Para Breillat, el arte consiste en contestar preguntas que no se hacen, que no se han hecho nunca. Es por ello que a veces su cine despierta reacciones tan virulentas, por atreverse a hablar de todos esos temas prohibidos, de esos elefantes que hay en la habitación y a los que nadie más hace referencia.
Breillat descubrió muy joven que quería dedicarse al cine. Concretamente, cuando vio películas como Noche de circo de Ingmar Berman o Viridiana de Luis Buñuel. Se resiste de manera obstinada a que la encasillen como una cineasta política, aunque al ver sus películas resulta difícil no hacer una lectura profundamente política de las mismas. Afirma que le encanta la violencia, las muertes y las violaciones en el cine de ficción, pero que nunca ha buscado el escándalo con sus películas, sino tan sólo la libertad de expresión. Despotrica contra el auge de la coordinación de intimidad en los rodajes, tiene fama de mujer con carácter difícil y siempre, siempre, siempre dice lo que piensa, aunque ello le pueda dificultar la financiación de sus films.