Stéphanie di Giusto — La sensualidad inesperada
“Con Rosalie en realidad he inventado el destino de una mujer que se libera con su barba. Sobre todo, he querido explorar una historia de amor”
La foto de una mujer barbuda que vivió en un pueblo de Francia a finales del siglo XIX fue el motor que impulsó a Stéphanie Di Giusto, directora de La bailarina, a plantearse hacer el retrato de un personaje completamente inesperado. Rosalie significaba un reto para la puesta en escena, pero sobre todo era un reto para Nadia Tereszkiewicz, una de las pocas actrices capaces de meterse con total naturalidad en la piel de este ser hermoso y raro a la vez. Tras su estreno en la sección Un Certain Regard de Cannes del año pasado, la película pasó por la sección Perlas del Festival de San Sebastián donde pudimos hablar con la cineasta francesa.
Una historia de amor
Me crucé con el destino de una mujer fuera de lo común que vivió a principios del siglo XX, se llamaba Clémentine Delait, era una célebre mujer barbuda que vivió en los Vosgos. Ver la foto de esta cara femenina con una barba me afectó mucho, la encontré fascinante y graciosa, y quise explorar un poco la vida de esta mujer. Lo que me sorprendió más es que siempre tuvo claro que no quería ser un banal fenómeno de feria, que lo que quería simplemente era vivir, tener una vida de mujer. Es eso lo que más me afectó. Después me interesé por otras mujeres que habían padecido hirsutismo porque no quería hacer un biopic. Con Rosalie en realidad he inventado el destino de una mujer que se libera con su barba. Sobre todo, he querido explorar una historia de amor. Tenía la impresión de que con un personaje como este podía hacer una historia de amor sin condiciones, una historia de amor absoluto. Había algo, un sentimiento, una emoción, a la vez púdica y violenta en el destino de un ser tan particular. Tenía la impresión de que un banal romance no estaba hecho para ella y que tenía que contar una historia de amor que fuera un poco más lejos, que trascendiera más allá.
1875, Francia
Yo creo que una película es una respuesta a la época que vivimos, y tengo la impresión de que el verdadero combate contra un modo de vida que se deshumaniza es el amor. Y ese es el combate que emprende Rosalie. Quiere amar y ser amada, a pesar de la crueldad. Creo que es un tema muy actual. Yo sitúo la película en el 1875 en Francia, cinco años después de la guerra franco-prusiana, en un clima de sospechas, un clima donde la gente está amargada. Me parecía interesante instalar este personaje fuera de lo común, que desborda vida, que quiere amar y ser amada, en ese clima tan especial.
Es una historia universal. Tengo la impresión de que cuando se ve la película no se piensa en la época, se piensa en ahora mismo.
Pudor y rabia
Rosalie es infranqueable, asume la mirada de los otros, asume su feminidad singular contra lo que a priori le impone la época. Evidentemente yo no quería hacer de ella una víctima. Ella hará de esta particularidad una fuerza. Pero, al mismo tiempo, lo que es muy hermoso, es que es compleja. Sólo se esconde para sufrir. Lo que me gustaba más era esta mezcla de pudor y rabia de vivir, que encarna perfectamente Nadia Tereszkiewicz porque tiene un poco de eso en ella misma.
Creo que tenemos el derecho de ser lo que queramos ser. Es ese el mensaje principal de Rosalie.
Miedo al otro
Evidentemente, la libertad llega un momento que desborda, que perturba, llega un momento que Rosalie se convierte en el centro de las miserias del pueblo. Porque, en el momento en que te sales de lo normal, te conviertes en la causa de todas las desgracias, eso está en la naturaleza del ser humano que quiere destruir todo lo que es diferente, el miedo al otro. Creo que mucha gente puede identificarse hoy con esta intolerancia.
Asumir la diferencia
Seguro me parece muy bien, ver hoy, como acabo de descubrir, una mujer en Londres, una joven de ahora mismo que tiene esta enfermedad, una alteración genética que se llama hirsutismo. Hay mujeres jóvenes, ahora mismo, que sufren de esto, como esta chica de Londres que asume su barba. Encuentro esto muy positivo, porque podría haber recurrido a la medicina para esconder el problema que tiene, pero es bueno ver que parece feliz con eso. Lo que yo quiero que se vea en la película es que, a medida que asume su condición, se hace cada vez más mujer. Al final es esto lo que le va a dar la fuerza de ser más mujer, esta barba es lo que la hace interesante.
Perturbar al espectador
Lo que es muy interesante es que el cabello sea un medio de la puesta en escena de ella misma. El pelo se asocia a alguna cosa de animal, sexual, es un poco el monstruo que hay que esconder. Yo he querido mostrarlo. Lo que es importante en el film es hacer sentir la sensualidad donde no te la esperas. Crear algo inquietante lejos de los códigos que podemos ver en todas las pantallas. He intentado inventar una especie de erotismo único para intentar inquietar al público perturbado por esta mujer que no espera.
Nadia Tereszkiewicz
Mientras escribía la película no tenía una actriz en la cabeza. Para encontrar el personaje hice ensayos con el vestuario, con la barba. Muchas actrices lo hicieron, pero no llegaba a creérmelas. Fue el azar. Caminando por la calle me crucé con Nadia Tereszkiewicz que llevaba una mascarilla. Yo la conocía porque la había escogido para un papel en mi primera película, donde interpretaba una joven bailarina en el film que hice sobre Loïe Fuller. Le dije que viniera a hacer una prueba. Con Nadia fue evidente muy pronto: hizo suya la barba. La mayoría de las actrices, como es normal, se sentían incómodas, se miraban en el espejo, dudaban. Nadia no dudó un segundo. Y otra cosa que me gusta de Nadia es que tiene una mezcla de pureza y de naturalidad, que era perfecta para el personaje. Y otra cosa de Nadia que es muy interesante también es que ha sufrido mucho en su rol de bailarina de danza clásica. Está habituada a ser juzgada continuamente por su cuerpo. Tenía la fuerza y la fragilidad que yo necesitaba.