Crítica — 20.000 especies de abejas: Llámame por mi nombre
Estibaliz Urresola Solaguren aborda con delicadeza y extrema empatía la realidad de una niña trans y su entorno en un filme, nominado a 11 Goyas, que ganó con Sofía Otero el Oso de Plata a la mejor interpretación femenina en la Berlinale.
20.000 especies de abejas
Año 2023
País España
Dirección Estíbaliz Urresola Solaguren
Guion Estíbaliz Urresola Solaguren
Producción
Gariza Films
Incia Films
ETB
ICAA
Movistar Plus
RTVE
Reparto
Sofía Otero
Patricia López Arnaiz
Ane Gabarain
Itziar Lazkano
Fotografía Gina Ferrer
Montaje Raúl Barreras
Distribución Bteam Pictures
Duración 128 min
Fecha de estreno 21 de abril de 2023
Sinopsis
Cocó, de ocho años, no encaja en las expectativas del resto y no entiende por qué. Todos a su alrededor insisten en llamarle Aitor pero no se reconoce con ese nombre ni en la mirada de los demás. Su madre, Ane, sumida en una crisis profesional y sentimental, aprovechará las vacaciones para viajar con sus tres hijos a la casa materna, donde reside su madre Lita y su tía Lourdes, estrechamente ligada a la cría de abejas y la producción de miel. Ese verano cambiará las vidas no solo de Cocó, sino también de su familia, obligando a esas mujeres de tres generaciones muy distintas a enfrentarse a sus dudas y temores.
20.000 especies de abejas
Año 2023
País España
Dirección Estíbaliz Urresola Solaguren
Guion Estíbaliz Urresola Solaguren
Producción
Gariza Films
Incia Films
ETB
ICAA
Movistar Plus
RTVE
Reparto
Sofía Otero
Patricia López Arnaiz
Ane Gabarain
Itziar Lazkano
Fotografía Gina Ferrer
Montaje Raúl Barreras
Distribución Bteam Pictures
Duración 128 min
Fecha de estreno 21 de abril de 2023
Sinopsis
Cocó, de ocho años, no encaja en las expectativas del resto y no entiende por qué. Todos a su alrededor insisten en llamarle Aitor pero no se reconoce con ese nombre ni en la mirada de los demás. Su madre, Ane, sumida en una crisis profesional y sentimental, aprovechará las vacaciones para viajar con sus tres hijos a la casa materna, donde reside su madre Lita y su tía Lourdes, estrechamente ligada a la cría de abejas y la producción de miel. Ese verano cambiará las vidas no solo de Cocó, sino también de su familia, obligando a esas mujeres de tres generaciones muy distintas a enfrentarse a sus dudas y temores.
En 20.000 especies de abejas, delicado debut en el largometraje de Estíbaliz Urresola Solaguren ―directora de premiados cortometrajes como Cuerdas―, todo gira alrededor de un nombre, o más bien de varios. Aitor, el niño protagonista, de 8 años, ve en las vacaciones de verano que pasará con su madre y sus hermanos en el pueblo de su abuela en una zona rural del País Vasco, la oportunidad de mudar de piel, como esas larvas que se transforman en las abejas que su tía abuela Lourdes, apicultora de vocación, cuida con primor. Así, se infiltrará como una más en el grupo de niñas de la piscina del pueblo y se presentará ante ellas como Cocó, nombre indefinido, sin género, que cubrirá y sustituirá, desde ese mismo instante, esa identidad masculina otorgada por nacimiento.
20.000 especies de abejas es la cuidadosa ―tan delicada como las alas de esas abejas que sanan, con su aguijón, diversas dolencias; filmada con tanto amor y empatía como los que dedica Lourdes a sus insectos― narración de un tránsito: el que va de Aitor a Cocó y, finalmente, a Lucía, nombre que la propia protagonista no se atreve a pronunciar hasta bien entrado el filme, y nombre que, en una tensa escena hacia el final de la película, es pronunciado, de forma desesperada y a gritos, primero por el hermano de Lucía, Eneko, y después por su madre, Ane. Urresola Solaguren filma a su protagonista, una espléndida y conmovedora Sofía Otero, que ganó el Oso de Plata a la mejor interpretación en el pasado Festival de Berlín, colocando la cámara a la altura de sus ojos, siguiendo el camino incierto y tumultuoso que la niña está atravesando esas semanas de verano con una cámara que se mueve al ritmo de sus pasos, que captura su punto de vista sobre aquello que le rodea.
Es una puesta en escena de carácter naturalista, en ocasiones cercana al documental (Urresola tiene un largometraje documental previo, Voces de papel), que recuerda, por cercanía geográfica, al cine de Carla Simón, en especial, Estiu 1993, pero también al cine de los Dardenne y a cierto cine vasco de ficción asentado firmemente en su relación con la realidad, como Tasio de Montxo Armendáriz.
«EL UNIVERSO DEL FILME ES UN MATRIARCADO TRADICIONAL ATRAVESADO POR ESA NATURALEZA ATÁVICA, TELÚRICA, QUE HA CARACTERIZADO HABITUALMENTE LA IDENTIDAD DEL PUEBLO VASCO»
Más allá de esa puesta en escena que podríamos calificar de “transparente”, y que contrastaría con un guion de hierro, repleto de metáforas (tal vez demasiadas), obra de la propia Urresola Solaguren, y de los numerosos referentes en los que se asienta el filme, 20.000 especies de abejas destaca por tres motivos fundamentales: por una temática, la de las vivencias y experiencias de las infancias trans, raramente abordada en el cine español (aunque presente anteriormente en la obra de diversas autoras internacionales, como Céline Sciamma y su Tomboy, por poner solo un ejemplo); por una dirección de actrices asombrosa (a Sofía Otero la acompañan Patricia López Arnáiz, como Ane, su amorosa y superada madre, y Ane Gabarain, como su tía abuela, Lourdes, ambas prodigiosas) y por la construcción de un universo propio, muy ligado a la idiosincrasia del mundo rural vasco.
El universo de 20.000 especies de abejas es un matriarcado tradicional atravesado por esa naturaleza atávica, telúrica, que ha caracterizado habitualmente la identidad del pueblo vasco, y que tan bien capturó un cineasta como Julio Medem en, también, su ópera prima, Vacas. El mundo de este galardonado filme, que opta a 15 premios Goya, está constituido por hogueras de San Juan, fiestas populares, tallas de santos extraviadas, bosques exuberantes, ríos donde corre el agua de forma abundante y colmenas de abejas, pero Urresola no pierde la oportunidad de poner en crisis el modelo, mostrando el anverso y el reverso de ese matriarcado. Si Lourdes, la tía abuela apicultora, es prácticamente la encarnación de una madre naturaleza generosa y compasiva, Lita, la abuela (una gran Itziar Lazkano), compone un arquetipo materno feroz y opresor, marcado por la tradición y la intolerancia. Hemos hablado de los primeros filmes de Armendáriz y de Medem, pero en una de sus escenas finales 20.000 especies de abejas remite a otra ópera prima de otro cineasta vasco fundamental: El espíritu de la colmena, de Víctor Erice. Es imposible no pensar en Ana Torrent afirmando, en la escena de clausura de aquel canónico filme: “Soy Ana”, cuando Sofía Otero anuncia, al final de la película, junto a las colmenas de su tía abuela: “Abejas, yo soy Lucía”.