Crítica — A los libros y a las mujeres canto: Libros, sororidad y álbumes familiares

Un buen día, mientras limpiaba el polvo, una gran estantería repleta de libros cayó encima de Tonina Deias, madre de María Elorza. El único libro perjudicado fue Infierno de Dante, que se partió en dos. Tonina se lesionó un dedo meñique que el día de hoy sigue torcido, pero por suerte su capacidad para seguir leyendo quedó intacta. Un incidente como cualquier otro que acabó dando lugar a la sorprendente ópera prima de Elorza. ¿Pueden ser peligrosos los libros? ¿Pueden llegar a matar? ¿O pueden, por el contrario, ayudarnos a vivir? ¿Cómo es nuestro acercamiento a la literatura? ¿Cómo pueden llegar a marcarnos aquellos libros que vamos leyendo a lo largo de nuestra vida? ¿Qué relación tenemos con ellos?

A los libros y a las mujeres canto es un documental, sí, pero ante todo es una carta de amor. Una carta de amor a los libros, a las mujeres, a la literatura, a su poder emancipador y al impacto que tiene en nuestra sociedad –a veces incluso sin que nos demos cuenta–. Una carta de amor repleta de humor, pícara, juguetona y cortazariana, que rompe las barreras de clase y se acerca –nos acerca– a la literatura desde lo íntimo, desde lo cotidiano, desde la sororidad más sincera.

Una carta de amor plagada de guiños tanto literarios como cinematográficos (no en vano, el mismo título del filme reinterpreta el primer verso de la Eneida). Un poema visual, un desbordante e impecable collage narrativo que muestra –y demuestra– la importancia capital de la literatura.

Literatura entendida no como un privilegio al que solo tienen acceso un puñado de hombres de clase acomodada, sino literatura entendida como la base de la civilización, como elemento imprescindible para transformar nuestra visión de la realidad. Literatura que invade el ámbito doméstico y cotidiano, que se cuela por todas partes modificando nuestro modo de entender la vida.

Porque, como dice Elorza en un momento de la película: «La literatura y las obras de los grandes autores no pertenecen solo a catedráticos o a personas ilustres. […] La Gran Historia o la literatura con mayúscula se esconde en el álbum familiar de la gente sencilla».

Gente sencilla como Tonina, madre de María, como Anne, su hermana. Gente sencilla como Loreto, como Wal, como Viki; amigas de su madre que comparten con ella una gran pasión por los libros, que son capaces de convertir lo cotidiano en excepcional a través de todos esos textos que leen. Una profesora de literatura francesa retirada, una experta en la obra de Goethe, una activista política. Letraheridas a las que Elorza entrevista con una gran naturalidad y cercanía, heroínas (casi) anónimas que han tenido vidas apasionantes y para las que la literatura ha sido, es y será, un elemento completamente fundamental.

Mujeres que se pasean por su biblioteca como quien pasea por su jardín favorito: acariciando suavemente las hojas, deleitándose con la brisa que corre, deteniendo el tiempo para así aprovecharlo mejor, disfrutando de las leyendas y misterios que ambos microcosmos contienen.

Los recursos utilizados por la directora para embarcarnos en este viaje estructurado en tres capítulos son muchos y muy variados: citas literarias, imágenes de archivo, pinturas, uso de la voz en off, fragmentos de películas, música, entrevistas, animación…

El recorrido es breve –tan solo 72 minutos– pero intenso: desde la Eneida de Virgilio hasta La Biblioteca de Babel de Jorge Luis Borges, pasando por Fahrenheit 451, las secuelas del bibliocausto nazi o la importancia de la literatura como elemento vital para el empoderamiento feminista a principios del siglo XX, todas estas referencias y muchas otras configuran un trayecto tan original como emotivo. Un sinuoso recorrido guiado por la voz en off de la propia directora, un homenaje a todas esas bibliotecas humildes y domésticas que nos transforman y configuran. En definitiva, una genealogía tejida con delicadeza y emotividad que reivindica toda esa cultura que nos nutre.