ENTREVISTAS

Ana Díez — La cineasta aborda las complejidades del sistema educativo

La directora navarra reflexiona sobre las dinámicas de poder en un colegio privilegiado de Ciudad de México en una película inédita en los cines y que sólo se ha visto en Madrid (Casa América y Cineteca), San Sebastián (Tabakalera) y Barcelona (Filmoteca de Catalunya).

Nuria Vidal y Marta Armengou

Estamos trabajando en una plataforma multimedia orientada al cine hecho por mujeres y sobre mujeres en un sentido muy amplio. Se llama Filmtopia y queremos que tenga una mirada al pasado, al presente y al futuro. ¿Qué te parece la idea?

Puede ser una idea muy sugerente para el futuro de las generaciones que vienen, que ya están lanzadísimas. Ahora mismo, el cine del que más se escribe y el que tiene más éxito, al menos en lo que se refiere a la crítica y al público, es un cine realizado por mujeres. Creo que es porque están aportando una mirada más de pies en el suelo. Me parece interesante. Es verdad que hacen falta referentes en todo, te pueden agradar o no, te pueden interesar o no. Pero sí puede ser interesante para los estudiosos. Mucho del cine que han hecho las mujeres ha podido tener éxito de crítica, pero no ha sido multitudinario por lo que se refiere a los espectadores. Es un porcentaje muy bajo, no todo, porque hay directoras a las que les va muy bien en taquilla. Si se estudia, se reflexiona sobre lo que hacen estas directoras, puede ser un camino. Me parece muy estimulante. En cuanto a mí, creo que soy el pasado, no soy el futuro. He ido a muchos sitios con la última película y siempre me presentan como la primera directora vasca, la primera mujer que ganó un Goya en la dirección novel, una pionera. Me sonaba al siglo XIX y me decía: «Bueno, ya no existo, soy del siglo pasado».

Ana Díez afirma que es pasado pero, en realidad, es presente porque presenta su sexta película, A quien cierra los ojos, rodada en México, donde estudió cine. Ana Díez nació en Pamplona en 1957, estudió Medicina y al terminar la carrera, inició un doctorado en Ciudad de México. Fue allí donde descubrió la que sería su verdadera vocación: el cine. Tras su paso por el prestigioso CCC (Centro de Capacitación Cinematográfica), en 1985 rodó el documental Elvira Luz Cruz, pena máxima, por el que ganó un premio Ariel al mejor corto documental el mismo año que Patricia Reyes Spíndola ganaba un Ariel por su interpretación de Elvira Cruz en Los motivos de Luz, de Felipe Cazals.

Patricia Reyes Spíndola me dijo durante el rodaje: “A ti te dieron un Ariel por el documental Elvira Luz Cruz, pena máxima y a mí me dieron un Ariel por representar a Elvira Luz Cruz en la pantalla en Los motivos de Luz de Felipe Cazals”. Estábamos marcadas para encontrarnos en el futuro.

Esta película rodada con ella es la prueba de que no eres pasado, sino presente.

Sí, es verdad, pero tengo un pie en el siglo pasado. Soy del siglo XX. Muchas veces, cuando discuto con mi hija me dice: “Mamá, ¡cállate que eres del XX!”. En el XXI toca enfrentarme con que el final del camino está cerca, quién sabe cuántas décadas, pero aquí estamos, en otra etapa vital, creativa. Y sí, acabo de rodar una película en México de la que estoy muy contenta con la historia, muy contenta con el rodaje y con el casting. Hay muchas actrices y actores adolescentes y gente muy experimentada. La película transcurre en un solo decorado: una escuela en Ciudad de México. Creo que se formó un grupo actoral muy compacto y se establecieron unas relaciones fluidas entre sí y fluidas en la pantalla.

¿Cómo fue volver a México, donde te formaste y estudiaste?

Fue muy estimulante. Cualquier sociedad es compleja, y no puedo generalizar ni me gustan las generalizaciones, pero México tiene un atractivo para mí absoluto. Yo salí de Pamplona para ir a México y cuando llegué dije: “Yo quiero quedarme aquí para siempre”. Siento que tengo dos patrias, dos países, dos cosas que te arrastran, me siento, no identificada, pero sí muy estimulada. En México encuentras el siglo XXI y el siglo XVII casi a la vez. Piensas: “¡Qué país tan complejo y tan fantástico! Me gusta mucho la cultura mexicana, los corridos, las canciones, la cultura más popular, que es muy potente, con todas las artesanías. Es como el flamenco en España, una cultura viva que crece, que se transforma. Es un país muy rico. De hecho, yo creo que a cualquier español le preguntas con qué país de América Latina se identifica y seguro que te dice México y el hablar argentino. Y poco más, porque los demás países no los ubican en el mapa. México exporta mucha fuerza.

Ana Díez regresó a España a mediados de los años ochenta y empezó a trabajar en distintos rodajes, hasta que en 1988, Ángel Amigo le propuso dirigir su primer largometraje de ficción, Ander y Yul.

Han pasado más de 30 años desde que debutaste con la muy interesante Ander y Yul. Una película sobre ETA en tiempos muy difíciles. ¿Crees que ahora es más fácil hablar del doloroso tema de ETA o sigue siendo muy complicado?

Yo creo que todavía no se ha hecho el Apocalypse now sobre ETA. Todo el mundo vio Apocalypse now y se dijo: “Ya está, no se puede decir nada más de Vietnam”. Aquí hemos visto alguna película y alguna serie muy buena, pero no todo está dicho. La herida está ahí, ha pasado muy poco tiempo en una población muy pequeña donde ha causado mucho dolor. Ahora es tiempo de miradas distintas, de nuevas generaciones que analicen lo que ocurrió a finales del siglo XX y principios del XXI. Cosas importantes para saber cómo se ha transformado políticamente este país. Casi todos los gobiernos, por una cosa o por otra, cayeron por culpa del grupo terrorista. Por muchos motivos, unos por cómo actuaron en determinadas legislaciones, por cómo actuaron con los GAL o por los atentados. ETA tiene mucho que ver con la política española. Es algo que nos ha marcado en la vivencia de lo que ha sido la democracia española.

“YO CREO QUE TODAVÍA NO SE HA HECHO EL APOCALYPSE NOW SOBRE ETA. TODO EL MUNDO VIO APOCALYPSE NOW Y SE DIJO: “YA ESTÁ, NO SE PUEDE DECIR NADA MÁS DE VIETNAM”. AQUÍ HEMOS VISTO ALGUNA PELÍCULA Y ALGUNA SERIE MUY BUENA, PERO NO TODO ESTÁ DICHO.”

Tras ese primer trabajo por el que ganó el Goya a la mejor dirección novel, Ana Díez tarda casi diez años en rodar su segundo largometraje, Todo está oscuro, rodado en Colombia en 1997, con Sílvia Munt en el papel de una mujer que debe hacerse cargo del cadáver de su hermano asesinado por la guerrilla colombiana. En 2001 dirige la comedia Algunas chicas doblan las piernas cuando hablan. En 2002 vuelve a tratar un tema político muy potente en el documental Galíndez, y en 2008 se acerca a la dolorosa dictadura de Uruguay de los años 70 con Paisito.

Entre la primera película y la segunda, Todo está oscuro de 1997, rodada en Colombia, pasan diez años. En realidad, en 35 años has realizado cinco películas de ficción y tres documentales, y has participado en filmes colectivos como Hay motivo y La casa de las fieras. ¿Tan difícil es levantar un proyecto?

Si antes era difícil levantar un proyecto, ahora es casi una quimera. Me di cuenta de que esto era muy difícil. Aparte, he sido madre de tres hijos, madre de familia numerosa de lo cual estoy muy orgullosa, pero esto te lleva un tiempo y te exige  dedicación, muchos ánimos, mucho esfuerzo y mucha emotividad. Son muchas cosas. Vivir del cine es cómo vivir de escribir… Escribir, escribe todo el mundo, hacer películas de hecho las hace todo el mundo. Ahora bien, ¿quién lee lo que se escribe?, ¿quién ve lo que se hace con tu móvil? Ha cambiado mucho la forma de levantar un proyecto, pero también ha cambiado mucho la forma de verlo. La pandemia lo ha agudizado todo y, de repente, ha hecho que el público vea el cine de otra forma. La gente necesita el audiovisual para acostarse. Conozco a mucha gente que me dice que ha visto cuatro capítulos de una serie. Es algo compulsivo, sin casi decidirlo. Me pone muy nerviosa cómo venden las películas las plataformas. Hay un consumo espasmódico y compulsivo del audiovisual, nunca se había hecho tanto. La gente no veía una película antes de dormir. Se bebía unas cañas con los amigos, se iba a casa y hacía un poco de zapping. Ahora es compulsivo. Es ficción audiovisual, sí, pero la otra ficción, la que uno aspira a que sea el cine, está en crisis. Es lo que me dicen todos los distribuidores: «Cerraremos salas, porque la gente no va al cine». El otro día, en una de las proyecciones de A quien cierra los ojos, un espectador me dijo: “Creo que la última vez que fui al cine fue en el 2019. Y ya no he ido más porque, total, lo tengo todo en casa”. Y no está mal, pero lo que se está consumiendo es otro tipo de narrativa, mucho más rápida en el sentido de que es necesario rellenar la secuencia con muchos planos, para atrapar. No se piensa en dar un tempo a la narrativa y un tempo a la puesta en escena, sino planos y más planos. El director de fotografía de la película en México está muy acostumbrado a hacer series y me decía: «Señora, más planos» y yo: «No, no, no quiero más planos». Cambia la forma de rodar, incluso con las multicámaras. ¿Quién rueda con una cámara? La idea es: ya elegiré en el montaje. El director no decide realizar diez planos o un plano secuencia. Si haces un plano secuencia te cubres con planos cortos con otra cámara. Ha cambiado mucho la forma de trabajar y la manera de consumir. Estamos en un momento de transición.

¿Cómo se mantiene una carrera continuada a lo largo de tanto tiempo? ¿Qué has hecho entre un trabajo y otro?

Me di cuenta, desde el primer momento, de que la docencia sería un complemento perfecto a la dirección. Llevo dedicándome a la docencia, creo que desde 1990. En la Complutense, en la Carlos III, en la ECAM. Es un buen complemento, no sólo para pagar la luz, la escuela de los niños, el gas… Fíjate ahora cuántas clases debería hacer para pagar tanto gas y tanta luz. Hay muchos directores que lo hacen, todos están dando clases, porque es muy difícil vivir de la dirección. Y está bien, porque lo que tú haces de forma intuitiva, te toca analizarlo en otros, te toca explicar la puesta en escena de los demás y la cosa se complica. Yo nunca había leído tanto cine. Cuando estudié en la escuela de cine en México, no leía tanto cine como ahora. Y esto es otra forma de hacer cine.

Cuando tú empezaste había muy pocas mujeres haciendo cine. De hecho, te han etiquetado siempre como la primera directora vasca que ganó un Goya a la dirección novel. Ahora hay muchas mujeres en el cine ejerciendo todos los oficios, pero todavía estamos lejos de la paridad y la igualdad. ¿Crees que es necesario que haya más? ¿Qué piensas de las cuotas?

Lo de las cuotas me tensa un poco. Incluso hay cuotas en las tramas. Tienes la cuota de inmigración, la cuota femenina, la cuota gay. ¡Ya basta! Haz la ficción que quieras, si es todo gay, es todo gay, si todo es femenino, es todo femenino. El cine se está moviendo por cuotas y esto es muy perverso para analizar o ficcionar la realidad. Saldrán mujeres,  y de hecho están saliendo, porque sin duda el siglo XXI es el siglo de las mujeres. Pero los porcentajes sólo me preocupan en el sentido de que se den visiones distintas. Yo quiero, en el cine, ventanas al mundo, que me interpreten cosas, que me pregunten. Pero se está tendiendo a los cánones y cuotas y eso me pone muy nerviosa, me tensa, no me gusta.

A quien cierra los ojos, el filme que has venido a presentar en Barcelona, es una historia ambientada en un espacio muy cerrado, un colegio privado de la Ciudad de México donde convive gente de diferentes edades y clases sociales. Esta escuela es como un hervidero donde cada uno cumple su papel arrastrando sus propios traumas personales que les impiden mirar al futuro, que les obligan a cerrar los ojos. La protagonista principal es la directora, una mujer fría, insatisfecha, frustrada por la voluntad de un padre dominante, que representa Patricia Reyes Spíndola. Pero también están la secretaria rigurosa, adusta y devota de su padre; la joven psicóloga con distintos planteamientos sobre la vida y la educación; la profesora que se aprovecha de la debilidad del conserje y el adolescente rebelde que no encuentra su lugar en el mundo.

En una de las proyecciones que hicimos, un espectador me dijo que eran mujeres poco representadas. Me dijo: “Yo pensaba que sería un machito el que acosa a la psicóloga. ¿Por qué le acosa una mujer?”. Pues porque yo lo he visto. Y una escribe de lo que ve, de lo que experimenta y de lo que siente. Para él, mejor que hubiera sido un macho. Pues no en las relaciones lésbicas también hay mujeres que asedian, como ocurre en las homosexuales masculinas.

¿Crees que estas mujeres pueden extrapolarse a modelos de la sociedad en general?

No me lo he planteado. Esto tú, como analista, puedes verlo, y te digo: «De acuerdo». Hay un elemento de crecimiento, la niña, que se convierte en el elemento del desenlace final por lo que hace. Pero no creo que sean buenos ni malos. Hay una víctima por antonomasia, un hombre que empieza doblegado y acabará como acaba. El resto de personajes no son ni buenos ni malos. Según las circunstancias, se adaptan. Matar al padre es algo que llevamos todos, ¿quién no arrastra la herencia del padre? En realidad, no he querido representar a tipos de mujeres, son personajes y son ficticios, todos tienen elementos similares a la realidad.

La joven psicóloga es quizá la más cercana a las nuevas generaciones, por su forma de ser, por ejemplo, no quiere tener hijos.

Estamos en un momento en que la maternidad no debería considerarse un asunto sólo femenino. Se sufre, existe violencia obstétrica, es horrible. Estamos aquí porque hace miles y miles de años que parimos. Estamos en un momento muy crítico. Esta actitud de “yo con mi gatito ya tengo suficiente” me produce un problema porque me parece un momento estéril. La maternidad es necesaria tanto para el lince ibérico como para el humano de la tierra española. No existe una conciencia gubernamental. Una sociedad tiene futuro si tiene individuos que harán su futuro, si no tiene individuos, pues todos viejitos. Conozco a muchas chicas y chicos de treinta años que dicen: “Hijos por nada”.

Has dado clases en la universidad que es un mundo muy competitivo pero, ¿hay puñales también en el mundo del cine? Desde tu perspectiva personal y profesional, ¿has sufrido machismo?

Yo no diría machismo. Hago un cine muy poco comercial, siempre lo he hecho. Una vez, hace dos años, un productor me dijo: “Ya tengo mi cuota femenina, ya he producido a una mujer y tengo suficiente. Dentro de cinco años, tengo carné para hacer lo que sea”. También me dijo: «Tú haces un cine muy poco comercial. Ya he producido a una mujer. Cuota completa». Se nos está tomando como menores, es lo que me fastidia de las cuotas, te produzco porque eres menor. No, me produces porque tengo una historia con la que crees que sacarás beneficio, lo que sea, económico o de prestigio. Pero de este tipo de productor hay pocos.

¿Has trabajado con mujeres productoras?

Esta película está producida por dos mujeres mejicanas. Me buscaron ellas, no tuve que vender nada. Yo había trabajado con ellas en el 2017 en el proyecto colectivo La casa de las fieras, un documental sobre prevención de tráfico de personas en México. Casi todas las películas que he hecho ha sido porque me han buscado. He intentado levantar muchos proyectos. En uno de ellos, poco antes de esta revisión que se está haciendo de ETA en el cine y en la televisión, propuse hacer Ander y Yul treinta años después, para volver a los personajes y ver qué les había pasado, pero me decían que no era el momento.

Después de todo lo que has hecho, ¿qué te queda pendiente y qué te apetecería hacer?

No creo que ninguna película de cine que yo haga sea imprescindible. Me gusta trabajar, me gusta rodar con actores, trabajar un guion, pero no tengo un guion perfecto. Me gustaría no tener que luchar tanto para hacer una historia.

Ana Díez DIRECTORAS ENTREVISTA

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