Crítica — Banel & Adama

Sorprende el escaso recorrido por festivales o circuitos alternativos de nuestro país de esta notable ópera prima de Ramata-Toulaye Sy, cineasta francesa de origen senegalés que presentó el film en la sección oficial a concurso del pasado Festival de Canes 2023, un privilegio concedido a muy pocas primeras películas.

Ambientada en un pueblo interior del norte del Senegal, Banel & Adama repiensa el concepto de amor romántico desde las coordenadas de una cultura en la que impera un sistema de valores donde los intereses de la comunidad prevalecen por encima de los individuales. La película toma el título de la pareja protagonista, dos jóvenes amantes que se refugian en el universo autónomo de su pasión. La directora nos los presenta inmersos en una estética que evoca el cine de Terrence Malick, desde un potente imaginario propio. Banel y Adama viven inmersos en un ensueño de colores vivos y texturas líricas donde sólo existen ellos y su proyecto de futuro: instalarse en unas casas fuera del pueblo ahora colgadas bajo la arena. Pero la áspera y prosaica realidad del día a día, en el pueblo hace tiempo que no llueve, trastoca la historia de amor de la pareja y su horizonte vital. La comunidad tiene otros planes para Adama, y creen que la actitud individualista de Banel tiene que ver con la desdicha climática que están sufriendo.

En su recontextualitzación del amor romántico, Ramata-Toulaye Sy nos recuerda cómo esta forma de entender un vínculo sexoafectivo surge en una época de reivindicación de los sentimientos individuales ante un sistema de valores burgués y represivo. Para Banel, el romanticismo supone una forma de liberación respecto a los mandatos patriarcales de la comunidad, el vehículo que le permite conformar un proyecto de vida según lo que siente y no lo que le manda una tradición opresiva. Pero la película también muestra cómo su perspectiva se puede considerar egoísta y aislacionista, en un entorno donde hay que tomar decisiones para el bien común. En Banel & Adama no siempre es fácil separar las inercias de la superstición de las necesidades colectivas reales.