FESTIVALES

Berlinale 2024 — La diversidad como bandera

Repasamos algunos de los títulos dirigidos por mujeres más destacados que hemos podido ver los primeros días de la 74ª edición de la Berlinale. La selección es heterogénea, como la propia programación del festival. Hay, por tanto, desde una diminuta joya de producción argentina filmada en Brasil hasta un documentales que expone las consecuencias de la colonización, pasando por una vigorosa película de queer exploitation protagonizada por una Kristen Stewart desmelenada.

María Adell Carmona

Dormir de olhos abiertos de Nele Wohlatz

Nele Wohlatz, cineasta alemana afincada en Argentina desde hace años, estrenaba en la sección Forum su segundo largometraje en solitario, Dormir de olhos abiertos. Rodado en Brasil, este delicado y emocionante filme, que posee la apariencia ligera del cine de Rohmer o de Hong Sangsoo, narra la historia de dos mujeres, Kai y Xiao Xin, conectadas entre sí de forma azarosa. Esta es, pues, una película atravesada por las casualidades y abierta, justamente, al azar, con una narrativa vaporosa que parece modificarse conforme la obra avanza. Como en su anterior filme, la galardonada El futuro perfecto, Wohlatz utiliza actores no profesionales —a excepción del intérprete argentino Nahuel Pérez Biscayart, cuyo registro naturalista, en absoluto afectado, encaja como un guante en el dispositivo transparente propuesto por la cineasta— para construir una película que aborda, de nuevo, el desarraigo y la nostalgia de toda persona migrante, y la cuestión del lenguaje como herramienta de incomunicación entre los seres humanos. Es en esta última cuestión en la que el cine de Wohlatz se aproxima al de Jim Jarmusch, aunque la autora germanoargentina tiene una mirada tan personal que es difícil establecer comparaciones. 

Dormir de olhos abiertos es una obra en continuo movimiento, que muta suavemente y de forma inesperada; el inicio del filme, en el que Kai, una mujer taiwanesa con mal de amores, llega a la ciudad brasileña en la que va a pasar unas solitarias vacaciones, está caracterizado por una comicidad austera y una evidente ligereza. Cuando Kai encuentra unas postales escritas, poco tiempo atrás, por otra mujer, Xiao Xin, una inmigrante china que trabaja en Brasil en condiciones de absoluta precariedad, la película se transforma y el tono va decantándose hacia una melancolía que tiene su expresión más evidente en el personaje de Fu Ang (amigo de Xiao Xin y, como ella, también inmigrante), que lleva sobre sus hombros la pesada carga de la nostalgia. Wohlatz nunca carga las tintas, sino que utiliza situaciones cotidianas —una conversación sobre los platos favoritos de su país de origen, por ejemplo— para expresar, con una sosegada melancolía, lo profundamente que pueden calar en una persona migrante los sentimientos de aislamiento y desarraigo. Tal vez porque la misma Wohlatz es una mujer europea viviendo en Argentina y trabajando en una lengua que no es la suya, Dormir de olhos abiertos aborda, de forma tan inteligente como emotiva, la cuestión del idioma como barrera que nos separa de los otros y el sentimiento de no pertenencia de la persona migrante, la sensación de estar de paso en el lugar en el que se vive; una cuestión plasmada, visualmente, de forma inmejorable, en una hermosa escena de disolución corporal protagonizada por Xiao Xin.

Love Lies Bleeding de Rose Glass

Del dispositivo transparente y la narrativa pausada propuesta por Nele Wohlatz, pasamos a su reverso: Love Lies Bleeding, de la cineasta británica Rose Glass, y una de las numerosas producciones de la compañía norteamericana A24 presentes este año en la Berlinale (son suyas también A Different Man, en sección oficial, y Janet Planet, en Panorama, ambas muy estimables). Love Lies Bleeding es un filme desmelenado, con una puesta en escena vigorosa, que podría categorizarse dentro de un posible subgénero de queer exploitation por su combinación irresistible, y desenfrenada, de sexo lésbico, violencia explícita y estrategias visuales y narrativas imbricadas directamente en el cine fantástico. Que Lou, la solitaria gerente de un gimnasio encarnada, con absoluta entrega y aún mayor autoconciencia, por una fantástica Kristen Stewart, se muestre en un par de escenas leyendo el libro erótico lésbico de culto Macho Sluts, escrito por Pat Califia en 1988, es una pista relevante de cuál es el tono que Glass y su coguionista, Weronika Tofilska, querían imprimir al filme. 

Si la provocadora obra —fue duramente criticada en el momento de su publicación por sectores del feminismo contrarios a la pornografía— de Califia estaba constituida por una recopilación de salvajes relatos eróticos que imaginaban fantasías lésbicas de carácter sadomasoquista, con su relación entre sexo y violencia, y entre sumisión y dominación, la película de Glass podría definirse, en cierto modo, como una suerte de fantasía de liberación femenina, repleta de sexo y violencia explícitos, en la que dos mujeres que sienten un deseo irrefrenable la una por la otra acaban, de forma bastante literal, con el patriarcado, convirtiendo al hombre heterosexual en absolutamente prescindible. Hay demasiados ángulos desde los que abordar un filme tan rico, tan descarado y tan repleto de referentes como Love Lies Bleeding. Es, para empezar, un thriller romántico que evoca el tono arrebatado, lírico y excesivo del subgénero criminal de “pareja de amantes a la fuga” (de El demonio de las armas a Asesinos natos, de Los amantes de la noche a Amor a quemarropa, de Bonnie & Clyde a Malas tierras), pero en clave absolutamente queer (algo que Thelma y Louise no se atrevió ni a apuntar). 

Sin embargo, a diferencia de la mayor parte de los filmes mencionados (muchos de los cuales entrarían también dentro del género de road movie), aquí no hay huida ni viaje en carretera. Glass y su guionista se alejan, por tanto, de la narrativa clásica que caracteriza este tipo de relatos para subvertirla, convirtiendo la película en una historia de venganza lésbica —un atávico ajuste de cuentas con el patriarcado y sus violencias, sólo hay que ver quién es la primera víctima de la pareja formada por Lou y su novia, Jackie— construida con imágenes y estrategias procedentes del cine fantástico. Esta vinculación al fantástico está encarnada, sobre todo, por la espectacular presencia corporal de Jackie (la actriz y especialista en artes marciales Katy O’Brian, todo un descubrimiento), la pareja amorosa/sexual/criminal de Lou. Glass filma el primer encuentro entre ambas, en el gimnasio en el que trabaja Lou, con un plano contraplano, apropiándose así, de forma muy consciente, de la estrategia canónica y propia del cine clásico de filmar el deseo heterosexual: Lou/Stewart es filmada en primer plano mientras observa, absorta y desbordada por el deseo, a Jackie, la mujer culturista, la chica cuyos músculos se tensan y cuyas venas se hacen visibles por el esfuerzo del ejercicio del bodybuilding.

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