Col·lectiu Radiant — “Un sol radiant es un drama intimista con una premisa de ciencia ficción”
Un año después de ganar el premio Talents del D’A del 2023 y tras un recorrido por diversos festivales, se estrena una de las películas sorpresa del año, Un sol radiant, un film colectivo firmado por cinco chicas formadas en la UPF de Barcelona.
Han transcurrido casi cinco años desde que estas chicas, entonces estudiantes de Comunicación Audiovisual en la UPF, empezaron a pensar en el que debía ser su trabajo de fin de carrera, Un sol radiant, estrenado en el D’A Film Festival Barcelona del 2023 donde obtuvo el premio Talents. En este tiempo han pasado muchas cosas en sus jóvenes vidas: acabar la universidad, la pandemia, vivir y emprender nuevos caminos. Cuatro de ellas, Ariadna Fortuny, Mònica Cambra, Mònica Tort y Claudia García de Dios, se reunieron en Barcelona para la presentación a la prensa de la película, pocas horas antes del estreno, tan solo faltó Lucía Herrera que estaba trabajando. La entrevista con ellas transcurrió entre risas y recuerdos, hubo tiempo de preguntarles muchas cosas, aunque no todas las que hubiéramos querido. Fieles a su idea de mantener la autoría colectiva de Un sol radiant, respondieron juntas, sin atropellarse, pero sin querer significarse: lo que dice una, lo confirman las demás. Por eso sus respuestas están encabezadas por las siglas del film, USR.
Un sol radiant obtuvo el premio Talents del D’A Film Festival Barcelona hace más de un año. ¿Por qué ha tardado tanto en estrenarse?
USR: Queríamos hacer un año de recorrido de festivales antes de estrenar en el cine, queríamos darle una oportunidad de que se viera en muchos sitios antes de estrenarla en salas. También había otra cuestión. Cada una tiene calendarios vitales muy diferentes y ha sido difícil juntarnos todas.
El origen del proyecto que acabaría siendo Un sol radiant os queda un poco lejos, ¿qué recordáis de ese principio?
USR: En realidad empezó un poco antes de la pandemia, el 2019, cuando aún estábamos en la carrera. De eso hace bastante ya. Ahora, mirando atrás, lo vemos como un aprendizaje muy bestia porque aun somos muy jóvenes, pero entonces éramos mucho más jóvenes. Y también con mucho orgullo. Con lo que teníamos en ese momento, supimos crear algo que era muy grande para nosotras. El que haya durado tantos años nos ha permitido cuidar mucho los tempos de la historia, dedicarle el tiempo que necesitaba la película para desarrollar el guion, estuvimos montando un año. Yo creo que eso no nos volverá a pasar, poder dedicar tanto tiempo a un proyecto y poder estar todas en el mismo lugar, trabajando juntas. Ha sido un proceso largo, pero era lo que la película pedía y se lo hemos podido dar.
Hace tiempo que no veis la película y menos juntas. ¿Qué sentimiento os produce volver a verla después de tanto tiempo?
USR: Lo principal es que nosotras somos personas diferentes, hemos cambiado mucho desde hace tres o cuatro años, pero creo que seguimos queriéndola. Es una película que hemos hecho con mucho cariño, con mucho esfuerzo. Durante el rodaje, por ejemplo, vivíamos con las actrices, convivíamos todas juntas. El tema de lo colectivo, del que hablamos mucho, es importante para la película que hemos hecho y creo que la seguimos queriendo igual ahora. Cada vez que la vemos, reaccionamos de una manera diferente. Durante mucho tiempo, la veíamos cada día y nos costaba mucho darle un espacio. En cada momento en la que la hemos visto después, nos fijamos más en una cosa o en otra, la vivimos de manera muy diferente. Por eso tenemos ganas de verla hoy en el estreno para ver cómo la vivimos. Nos hace mucha ilusión que se estrene, ha sido un proceso largo y llevamos mucho tiempo queriendo que salga, dejarla a la gente, que no sea sólo nuestra, que sea de todo el mundo.
Una película pequeña, independiente, de cinco desconocidas, no era fácil de levantar, no era fácil de producir. ¿Cuál fue el proceso de producción?
USR: Fue muy difícil y nos tuvimos que esforzar mucho tanto nosotras como la productora Atiende Films. Fue un esfuerzo de creatividad porque no era una película convencional, sobre todo en aquel momento. Tuvimos que buscar soluciones alternativas que quizás no son habituales. Lo primero que hicimos fue un Verkami, el apoyo de nuestros amigos y de la familia fue el primer empujón. Después fuimos al territorio donde queríamos rodar y nos ayudaron mucho; después el ICEC y el mismo D’A nos ayudó a terminar la película con el premio D’A Film Lab Barcelona. Fue un poco de aquí y de allí, de donde podíamos.
Las cinco cubrís los trabajos de dirección, guion, montaje, sonido, pero no hay ninguna productora. ¿Por qué?
USR: Fue así de manera natural. Al ser un proceso colectivo, de manera más o menos natural asumimos también la parte de la producción. Hemos estado desde el principio, y eso nos ha hecho pensar muy bien qué recursos teníamos, si era factible hacer lo que queríamos. No hemos hecho una producción habitual, pero si teníamos la visión de producción instalada en nosotras. Queríamos hacer un proyecto viable y acompañarlo desde el principio hasta el último momento, ahora. Hemos estado todas muy cerca. En realidad no había una persona que fuera la productora, porque todas lo éramos un poco.
La historia de Un sol radiant sucede en un espacio privilegiado, un paisaje muy poco habitual en el cine catalán. La casa donde viven está en el Baix Camp, una comarca muy mágica y poco conocida. ¿Por qué allí?
USR: Para empezar, porque dos de nosotras somos del Baix Camp, conocemos muy bien la zona. Nos gustaba la idea de rodar cerca de nuestra casa. Al final es un territorio muy desconocido. Otra de las decisiones para rodar allí fue la relación directa que tiene con la naturaleza. Sales al porche de la casa y ya estás en el bosque, puedes ir directa al bosque y eso a nivel cinematográfico nos daba mucho juego. Localizamos durante mucho tiempo los diferentes espacios. En la película todo parece que está muy cerca pero, en realidad, los espacios están muy separados. Algunas cosas las encontramos por casualidad, las ruinas en el bosque, por ejemplo, fue una casualidad y cuando las vimos las incorporamos al guion. Encontramos todo lo que queríamos en el Baix Camp.
Lo más habitual en un proyecto de fin de carrera, y además colectivo, es hablar de lo que se tiene más cerca: las amigas, los problemas de la gente joven. Pero vosotras, aunque también habláis de eso, lo hacéis enmarcado en un contexto de fin del mundo. Un sol radiant no es un melodrama, pero si hay una familia, no es ciencia ficción, pero se habla del fin del mundo, ¿cómo la definís?
USR: Últimamente la definimos como un drama intimista con una premisa de ciencia ficción. Es la mejor manera que hemos encontrado para definirla. La verdad es que era un reto a la hora de plantearla a nivel de dirección y de visión porque el imaginario del fin del mundo te lleva inconscientemente al fuego, a los búnkeres. Queríamos huir de este imaginario clásico de ciencia ficción. Fuimos buscando el tono desde que empezamos a escribir hasta que acabamos la postproducción, siempre midiendo si nos estábamos pasando, si éramos demasiado sutiles. Buscar el tono específico de la película fue lo más difícil.
¿En algún momento tuvisteis presente Melancolía de Lars Von Trier?
USR: A la hora de crear la historia, no. Después, cuando hicimos una búsqueda de referentes y cómo se había tratado este tema antes, sí, la vimos. Pero no empezamos el proyecto teniéndola en la cabeza.
La atmósfera de ciencia ficción, el clima mágico se consigue con la excelente fotografía de Àssia J. La-Roca y el uso del sonido. El silencio está lleno de sonidos.
USR: Sí, los silencios tienen sonidos, pueden ser silencios muy distintos. Cuando están en la casa, hay ciertos momentos de silencio, momentos de reflexión. Cuando están en el exterior, la naturaleza tiene sus sonidos, puedes sentir el fin del mundo a través de la naturaleza. La naturaleza está tratada de una manera no realista. Hay algo de realismo mágico, la naturaleza también siente su propia muerte.
Con todo, Un sol radiant no deja de ser un film intimista sobre una familia.
USR: Ese fue el reto más grande durante todo el proceso. Queríamos explicar una historia de familia, pero de una manera muy sutil a través del género de la ciencia ficción. Si nos quedábamos sólo con el drama de la familia, el espectador no creería lo que estaba pasando. El sonido, el fuera de campo, el bosque y la fotografía fue lo que nos permitió generar este ambiente de fin del mundo, pero lo estamos contando de una manera poco habitual.
Durante toda la narración, en esos días de calma tensa, sobrevuela el miedo no expresado a morir, a que todo acabe.
USR: Sí, pero no es sólo la historia de una muerte. Es la historia de un final, algo que se acaba. Y momentos de final, sí hemos vivido muchos, finales personales, de forma de vivir. No es una muerte literal, hay algo cercano a lo que podemos sentir al final de algo, de una etapa. Y también es importante el tema generacional, de eso hablamos mucho. Somos una generación que ha crecido sin una gran esperanza de futuro. La crisis del clima, la pandemia, son cosas que nos hicieron pensar que de verdad se podía acabar el mundo. Ahora mismo estamos viviendo un momento un poco apocalíptico.
Es cierto, es un momento muy duro, muy complicado, pero una de las mejores cosas de Un sol radiant es que muestra este momento final de una manera no traumática, no dramática. Hay una calma en la espera, una sensación de fatalidad que hace vivir esos días de una manera distinta a esta peculiar familia de una madre, sus dos hijas y un abuelo. Por cierto ¿por qué no hay padre?
USR: Es una buena pregunta. En un principio había una figura paterna, pero cuando empezamos a pensar qué personajes nos interesaban, a explorar las situaciones y los dilemas a los que se enfrentaban, la figura del padre fue cayendo poco a poco. No fue algo consciente de “vale, no queremos tener un padre”, sino que buscamos lo que realmente nos interesaba y esta familia con tres mujeres y un abuelo funcionaba. Queríamos huir de la idea de familia nuclear canónica, porque no todo el mundo la tiene, y tener esta estructura de familia nos permitía mostrar cuatro personas que se quieren mucho, pero no son el ejemplo clásico de padre, madre e hijos.
La figura de la madre, Alicia, interpretada por Nuria Prims, es la que más sufre. La idea de no poder proteger a sus hijas de lo que sucederá es muy dolorosa y la obliga a un ejercicio de control, porque ¿cómo puede prohibirles algo que es malo para su futuro, si no hay futuro?
USR: La figura de la madre es la más compleja, es la que carga el peso de la situación. Luego están los personajes secundarios que dan apoyo a las tres protagonistas, las amigas de Ingrid y de Mila, la amiga de la madre. Queríamos dejar claro que lo más importante es dejarte acompañar de las personas que realmente quieres, sean o no familia. Eso se ve muy claro en la fiesta. Hay un núcleo familiar, pero también hay un grupo de amistades y gente que se apoya entre sí. No es una fiesta del núcleo familiar, es una fiesta de la familia colectiva.
Hay dos momentos clave en el film, dos secuencias muy parecidas pero que funcionan de forma distinta. Los dos abrazos de los cuatro miembros de la familia en las escaleras.
USR: El tema del abrazo de los cuatro en un mismo plano en el que se tocan y están muy juntos, viene de lejos. En un taller que hicimos cuando estábamos empezando la carrera, nos pidieron cuál era nuestra imagen capital y dijimos “una familia abrazada”. Esta imagen tenía que salir. Las dos secuencias son como un espejo una de la otra, son dos secuencias que dialogan entre ellas. Una aparece a los 10 minutos, cuando aún queda tiempo; la otra muy al final. Queríamos que estos dos espejos representaran la diferencia abismal entre unos personajes que empiezan un camino y los mismos personajes que han pasado por todo un proceso. De hecho, esta última escena la filmamos muy al final del rodaje, cuando las actrices ya habían vivido todo el proceso, habían hecho piña entre ellas, habían vivido este viaje emocional. En cierto modo, estaban sintiendo que llegaba el final. No del mundo, pero si el final del rodaje, de la película. Habían convivido tanto juntas que el final del rodaje era un poco el final del mundo. Tenían este sentimiento de pena.
La elección de las actrices, ¿fue vuestra?
USR: Sí, lo gestionamos nosotras completamente. Cuando empezamos a buscar a la niña para el papel de Mila, el personaje principal, vimos muchas niñas en un casting abierto, pero no encontrábamos ninguna que nos gustara. Coincidió que estábamos haciendo una tutoría con Carla Simón y ella nos recomendó ver a Laia Artigas. Le hicimos una prueba y vimos que encajaba perfectamente. Ingrid, Nunu Sales, la hermana mayor, salió de un casting abierto. Buscábamos que funcionara el tándem de los dos personajes de las hermanas, entre ellas hay un vínculo muy importante, necesitábamos que tuvieran una afinidad. En el caso de Nuria Prims, simplemente nos gustaba, le enviamos el guion y dijo que sí. El caso del abuelo es completamente diferente, es un amigo de Ari. Se lo planteamos y dijo: “Venga, sí, lo hago”. Fue toda una experiencia para él.
Cinco años desde el inicio, cuatro desde la escritura, tres desde el rodaje, dos desde el montaje, uno desde el D’A. ¿Qué habéis hecho después?
USR: Es un poco difícil responder a eso porque somos cinco y cada una está en un momento diferente. Ahora mismo estamos viviendo en cinco ciudades distintas, en tres países diferentes y cada una está haciendo su camino. Será complicado volver a trabajar las cinco juntas en un futuro próximo. Pero estamos seguras de que coincidiremos, si no todas a la vez, unas con otras. La Pompeu anima mucho a trabajar en colectivo, es una buena manera de aprender y experimentar. Lo mejor del cine es que puedes trabajar con tus amigas.
A modo de información:
Mònica Cambra vive en Donosti, es alumna de la sexta generación de la Elías Querejeta Zine Eskola en la especialidad de creación.
Ariadna Fortuny vive en Nueva York después de recibir una beca de postgrado en el extranjero de la Fundación La Caixa para seguir un máster de dirección y guion en la Columbia University de Nueva York.
Mònica Tort vive en Dinamarca, sigue interesada en la música y el sonido.
Clàudia García de Dios vive en Madrid donde trabaja de guionista.
Lucía Herrera Pérez vive en Barcelona donde trabaja de sonidista y montadora.