Crítica — As Neves: ¿Dónde está Paula?

En su primer largometraje de ficción, la también actriz Sonia Méndez trasplanta con éxito los códigos del thriller juvenil a un pueblo de la Galicia interior, en la provincia de Lugo. As neves arranca la noche en que un grupo de jóvenes del instituto celebra una fiesta que desemboca en la desaparición de una de las participantes, Paula (Antía Mariño), después de que se haga viral un vídeo donde aparece practicando sexo con otra chica. De esta forma, el film se adentra en los caminos del thriller de ambiente rural. Una tormenta de nieve aísla el pueblo, dificulta la búsqueda de Paula y tensa aún más los conflictos que surgen ante la ausencia inexplicable de la chica. Se extiende el misterio en torno a quién puede ser la persona responsable de su desaparición. ¿El muchacho con quien estaba a punto de cortar? ¿Alguna amiga celosa? ¿Quién fue el que grabó el vídeo? ¿O ha sido todo un accidente fortuito?

Méndez no cae en el error de querer replicar tal cual los códigos de la ficción juvenil estadounidense en un contexto gallego. Por el contrario, la directora plantea un conflicto típicamente adolescente y sus consecuencias en un entorno con idiosincrasia propia. El éxito del llamado Novo Cinema Galego, con filmes como O corno o O que arde, ha normalizado la presencia de la lengua y la cultura gallegas en las pantallas de versión original. As neves pone de manifiesto que esta defensa de un hiperlocalismo universal también se puede practicar desde el género y con la vocación de llegar a un público juvenil amplio. La cineasta consigue que los jóvenes intérpretes resulten convincentes como el típico grupo de adolescentes que funciona como un ecosistema con un lenguaje propio, unas inquietudes específicas, unos canales de comunicación internos y una confusión generalizada.

La primera parte de As neves genera una atmósfera de inquietud y misterio, en sintonía con el contexto geográfico y la impermeabilidad de los jóvenes respecto al grupo de adultos que busca resolver el caso. Pero, aunque las investigaciones de los adultos quedan en buena parte fuera de campo, el film acaba siendo cautivo de su estructura de thriller juvenil y cae en una resolución algo convencional y prosaica, que va acompañada de una inevitable lección sobre la necesidad de que la juventud tome conciencia de los peligros del registro y la divulgación de imágenes privadas desde los dispositivos móviles.