Crítica — Babygirl: Nicole Kidman explora los límites de la transgresión sexual
La actriz encarna a una ejecutiva que invierte los roles de poder cuando inicia una relación adúltera de tintes sadomasoquistas con un becario en la nueva película de Halina Reijn, la directora de 'Instinto'.
Babygirl
Año 2024
País Estados Unidos
Dirección Halina Reijn
Guion Halina Reijn
Producción
2AM
Man Up Films
Reparto
Nicole Kidman
Harris Dickinson
Sophie Wilde
Antonio Banderas
Fotografía Jasper Wolf
Montaje Matthew Hannam
Música Cristobal Tapia de Veer
Distribución Diamond Films
Duración 115 min
Fecha de estreno 17 de enero, 2025
Sinopsis
Romy (Nicole Kidman), una alta ejecutiva, inicia una ardiente aventura de sexo extremo con su joven becario, Samuel (Harris Dickinson) a espaldas de su marido Jacob (Antonio Banderas). Romy invertirá su rol habitual en el trabajo, pasando de ser quien da las órdenes a disfrutar siendo sometida en la cama. Esta tórrida relación extramatrimonial le permitirá encontrar el camino hacia su libertad sexual, a pesar del riesgo y los prejuicios.
Babygirl
Año 2024
País Estados Unidos
Dirección Halina Reijn
Guion Halina Reijn
Producción
2AM
Man Up Films
Reparto
Nicole Kidman
Harris Dickinson
Sophie Wilde
Antonio Banderas
Fotografía Jasper Wolf
Montaje Matthew Hannam
Música Cristobal Tapia de Veer
Distribución Diamond Films
Duración 115 min
Fecha de estreno 17 de enero, 2025
Sinopsis
Romy (Nicole Kidman), una alta ejecutiva, inicia una ardiente aventura de sexo extremo con su joven becario, Samuel (Harris Dickinson) a espaldas de su marido Jacob (Antonio Banderas). Romy invertirá su rol habitual en el trabajo, pasando de ser quien da las órdenes a disfrutar siendo sometida en la cama. Esta tórrida relación extramatrimonial le permitirá encontrar el camino hacia su libertad sexual, a pesar del riesgo y los prejuicios.
*Atención: Esta crítica analiza, sin explicitarlo, el final de la película, lo que se puede entender como un espoiler.
Babygirl arranca y se cierra con los gemidos sexuales de la protagonista, Romy, a quien da vida Nicole Kidman. Toda una declaración de intenciones de una película en torno al placer de una mujer de mediana edad. En ambas escenas, la protagonista está manteniendo relaciones con su marido, Jacob (Antonio Banderas). Pero el filme la sigue mientras busca la satisfacción con otro hombre, Samuel (Harris Dickinson), un becario de la empresa en la que ella ejerce de ejecutiva jefe. Así, Babygirl juega a invertir una dinámica arquetípica, la de la atracción entre un hombre de poder y la mujer más joven a sus órdenes. Aquí es Samuel el objeto de la mirada de deseo, e incluso se fetichiza una de las prendas que lleva, la corbata. El elemento subversivo se encuentra tanto en que esta vez sea la mujer quien se sitúe en una posición propicia para ejercer el abuso, como en que el joven, en lugar de asumir su estatus en un estrato inferior de la escala jerárquica, adopte una serie de actitudes desafiantes y dominantes que, lejos de generar el rechazo de su superior, la seducen. Así comienza un juego sexual que se convierte en una aventura de tintes sadomasoquistas, enriquecida por dos aspectos, la vida familiar de la protagonista y la dificultad para mantener esa aventura ajena a los intereses profesionales.
En su primer largo como directora, Instinto (2019), Halina Reijn ya había explorado las zonas grises del deseo femenino en la era del empoderamiento y en lo que a los roles de poder se refiere. En Babygirl vuelve a preguntarse hasta qué punto existe un deseo femenino que se activa ante la posición dominante y controladora (aquí no directamente agresiva, como sucedía en su ópera prima) de un hombre. Sobre el papel, resulta estimulante cómo otorga complejidad a esta pregunta incómoda desde distintos ejes contemporáneos. El anhelo de sumisión de la protagonista se sitúa en un contexto postfreudiano: no pretende responder a un inconsciente femenino reprimido o reconducido por el sistema cultural y político. Es decir, el film no insinúa que las mujeres sentimos placer a través de la sumisión y que esto definiría nuestra sexualidad, sino que atribuye el anhelo de sentirse controlada de la protagonista a una especificidad de su deseo sin causas traumáticas. La película difumina también la frontera que separaría la atracción sexual entre los dos personajes principales y sus intereses profesionales. En un contexto más general, Babygirl parece apuntar a cómo en un mundo que tiende a la automatización y deshumanización de todos los procesos y vínculos (la empresa en la que trabajan los personajes se mueve en el ámbito de la distribución a gran escala vía inteligencia artificial), sólo el deseo sigue garantizando una experiencia intrínsecamente humana, por lo que tiene de incontrolable. Y no se deja de poner sobre la mesa cómo el sistema capitalista ha coaptado el discurso feminista para vaciar de contenido conceptos como la vulnerabilidad o la sororidad.