Crítica — Bird: Querer volar
El nuevo film de la directora británica Andrea Arnold mezcla realismo social de extrarradio con elementos mágicos.
Bird
Año 2024
País Reino Unido
Dirección Andrea Arnold
Guion Andrea Arnold
Producción
House Productions
Ad Vitam
ARTE France Cinéma
Reparto
Nykiya Adams
Barry Keoghan
Franz Rogowski
Jasmine Jobson
James Nelson-Joyce
Joanne Matthews
Fotografía Robbie Ryan
Montaje Joe Bini
Música Burial
Distribución Avalon
Duración 119 min
Fecha de estreno 29-11-2024
Sinopsis
A sus 12 años, Bailey vive con su padre Bug y su hermanastro Hunter en una casa okupada en los suburbios de Kent. Su vida, falta de esperanza y repleta de violencia, dará un vuelco cuando conozca a Bird, un hombre misterioso en busca de su desaparecida familia.
Bird
Año 2024
País Reino Unido
Dirección Andrea Arnold
Guion Andrea Arnold
Producción
House Productions
Ad Vitam
ARTE France Cinéma
Reparto
Nykiya Adams
Barry Keoghan
Franz Rogowski
Jasmine Jobson
James Nelson-Joyce
Joanne Matthews
Fotografía Robbie Ryan
Montaje Joe Bini
Música Burial
Distribución Avalon
Duración 119 min
Fecha de estreno 29-11-2024
Sinopsis
A sus 12 años, Bailey vive con su padre Bug y su hermanastro Hunter en una casa okupada en los suburbios de Kent. Su vida, falta de esperanza y repleta de violencia, dará un vuelco cuando conozca a Bird, un hombre misterioso en busca de su desaparecida familia.
Bailey tiene tan solo doce años, pero aparenta unos cuantos más, ya que ha tenido que ir madurando a marchas forzadas guiada por su instinto de supervivencia. Malvive con su padre, Bug, en una casa okupada al norte de Kent, en un barrio marginal. No por casualidad, se trata del mismo barrio donde comenzaba Grandes Esperanzas, la famosa novela de Charles Dickens. Aunque no hay duda de que lo aprecia, Bailey tiene una relación un tanto conflictiva con su padre y, en contra de lo que podríamos esperar, ella es la más madura de los dos; por eso ha de batallar constantemente para evitar que su padre cometa locuras de adolescente. ¿La última? Querer casarse con una mujer a la que conoce desde hace apenas tres meses y pretender pagar los gastos de la ceremonia vendiendo baba de sapo, con supuestas propiedades alucinógenas, a precio de oro. Por otro lado, su madre, que vive en otra casa junto con sus tres hermanos pequeños, mantiene una relación tóxica con un individuo violento y agresivo, transformando así la vida de Bailey en algo todavía más deprimente aun si cabe. Pero a pesar de ello, a pesar de todas estas violencias cotidianas, a pesar de la pobreza, la marginalidad y la falta de esperanza, Bailey (impresionante Nykiya Adams en su debut cinematográfico) sigue adelante como buenamente puede y desarrolla, con el paso de los días y la llegada de la adolescencia, una coraza protectora que le permitirá sobrevivir en un contexto tan hostil como el que le ha tocado vivir.
La cámara en constante movimiento, nerviosa, casi frenética, sigue todo el tiempo a Bailey, de un lado a otro, sin apenas dar un momento de descanso y tranquilidad. Sólo podemos respirar con calma cuando la cámara se despega de la protagonista y se alza hacia el cielo mostrándonos a las gaviotas, cuervos, abejas o mariposas; animales todos ellos capaces de volar. Animales que, a pesar de su condición –o tal vez gracias a ella– son bastante más libres que Bailey, que parece presa de un destino no demasiado prometedor. Animales que tienen un significado especial en la película y a los que Bailey observará con persistencia y sin saber muy bien por qué; al menos, por el momento.
LA CÁMARA EN CONSTANTE MOVIMIENTO, NERVIOSA, CASI FRENÉTICA, SIGUE TODO EL TIEMPO A BAILEY, DE UN LADO A OTRO, SIN APENAS DAR UN MOMENTO DE DESCANSO Y TRANQUILIDAD. SÓLO PODEMOS RESPIRAR CON CALMA CUANDO LA CÁMARA SE DESPEGA DE LA PROTAGONISTA Y SE ALZA HACIA EL CIELO MOSTRÁNDONOS A LAS GAVIOTAS, CUERVOS, ABEJAS O MARIPOSAS; ANIMALES TODOS ELLOS CAPACES DE VOLAR.
Con un sólido pulso narrativo, Arnold nos cuenta a lo largo de dos horas de metraje las aventuras y desventuras de Bailey y su familia, tan numerosa como desestructurada, introduciendo en una típica historia de realismo social –y, por primera vez en su cine– ese elemento mágico encarnado en Bird, el personaje que da nombre al film y que interpreta Franz Rogowski. Un personaje atípico que romperá los esquemas mentales y afectivos de Bailey y con quien desarrollará un vínculo muy especial.
Resulta tremendamente difícil abordar el realismo social y las historias coming-of-age sin caer en lugares comunes, sin recurrir a clichés manoseados hasta la saciedad. Hay demasiado cine a nuestras espaldas que ha contado ya estas mismas historias innumerables veces, particularmente en el contexto del cine británico. Pienso, por ejemplo, en Lawn Dogs, infravalorado film de John Duigan que, como Bird, describe la amistad entre un hombre adulto y una niña, mezclando realismo social con elementos mágicos.
Es posible que Bird no sea la mejor película de Arnold, ni la más original. Pero lo que sí resulta innegable es que los personajes del film de Arnold destilan una gran frescura y naturalidad gracias a las interpretaciones de Nykiya Adams, Franz Rogowski y Barry Keoghan en el papel de Bug, el padre de Bailey. Además, por suerte, la directora evita regodearse en exceso en la miseria de sus personajes y les ofrece (nos ofrece) un resquicio de esperanza entonada a ritmo de The Universal, aquel gran éxito de Blur que se popularizó hace ya la friolera de 29 años.
(…)
Every paper that you read
Says tomorrow is your lucky day
Well, here’s your lucky day
It really, really, really could happen
Yes, it really, really, really could happen
If the days they seem to fall through you
Well, just let them go
(…)