Crítica — ‘Hacks’ Temporada 3: Deborah y Ava, tercer asalto
Deborah Vance y Ava Daniels ―o, lo que es lo mismo, Jean Smart y Hannah Einbinder― han vuelto. La excelente y divertidísima tercera temporada de Hacks sigue esta vez los intentos de Deborah, la veterana leyenda de la comedia, para que la fichen como presentadora de un late night show. El último episodio, tan sorprendente como devastador, profundiza en los claroscuros de la confusa relación profesional y personal que Deborah mantiene con Ava, su joven guionista, confidente y ¿amiga?
Hacks (Tercera temporada)
Año 2024
País Estados Unidos
Creada por
Lucia Aniello
Paul W. Downs
Jean Statsky
Producción
Universal Television
Paulilu Productions
First Thought Productions
Fremulon
3 Arts Entertainmment
Reparto
Jean Smart
Hannah Einbinder
Paul W. Downs
Megan Stalter
Carl Clemons-Hopkins
Kaitlin Olson
Fotografía Adam Bricker
Distribución Max
Duración 9 episodios de 30 minutos
Fecha de estreno 2 de mayo de 2024
Sinopsis
Después de un año sin verse, y tras el éxito del especial de comedia que crearon juntas, Deborah Vance, la legendaria estrella cómica, le pide a Ava Daniels, su antigua guionista, que vuelva a trabajar para ella para preparar su candidatura como presentadora de un famoso late night show.
Hacks (Tercera temporada)
Año 2024
País Estados Unidos
Creada por
Lucia Aniello
Paul W. Downs
Jean Statsky
Producción
Universal Television
Paulilu Productions
First Thought Productions
Fremulon
3 Arts Entertainmment
Reparto
Jean Smart
Hannah Einbinder
Paul W. Downs
Megan Stalter
Carl Clemons-Hopkins
Kaitlin Olson
Fotografía Adam Bricker
Distribución Max
Duración 9 episodios de 30 minutos
Fecha de estreno 2 de mayo de 2024
Sinopsis
Después de un año sin verse, y tras el éxito del especial de comedia que crearon juntas, Deborah Vance, la legendaria estrella cómica, le pide a Ava Daniels, su antigua guionista, que vuelva a trabajar para ella para preparar su candidatura como presentadora de un famoso late night show.
La tercera temporada de Hacks ha terminado, y su episodio final, “Bulletproof”, nos ha roto el corazón. Tras superar el impacto inicial, no podemos decir que la última e impecable temporada de la comedia creada por Lucia Aniello, Paul W. Downs y Jean Statsky (tres nombres relacionados, en mayor o menor grado, con otra serie de culto como es Broad City) no nos había puesto sobre aviso. En su tercer episodio (“The Roast of Deborah Vance”), DJ, la hija exdrogadicta de Deborah Vance ―veterana leyenda del stand-up que una Jean Smart monumental ha modelado a partir de icónicas mujeres de la comedia norteamericana como Joan Rivers o Carol Burnett―, se pone por primera vez sobre un escenario y, tras arrancar carcajadas y aplausos al público, confiesa a su madre, emocionada: “Ahora comprendo por qué la comedia era lo más importante para ti. Creía que eras una narcisista, ¡pero resulta que sólo eres una adicta, como yo!”. DJ (una fabulosa Kaitlin Olson) ha dado en el clavo: Deborah es una adicta ―a hacer reír, pero también al reconocimiento público, a la admiración que suscita, al personaje bigger-than-life que ha creado― que no puede, ni quiere, recuperarse (“Yo puedo ir a terapia de grupo, pero tú no, ¡tu adicción es el grupo!”, continúa su hija) y, por tanto, con tendencia a hacerse daño a sí misma, pero también a quien tenga cerca.
La persona más próxima a Deborah no es una hija ni una hermana, sino, obviamente, una colega profesional, alguien que entiende, como ella, el subidón instantáneo, efímero y completamente adictivo que se siente al hacer un buen chiste. Esta persona es Ava (Hannah Einbinder, divertidísima y conmovedora por igual), la brillante y neurótica guionista milenial que trabaja para Deborah; el tira y afloja intergeneracional entre las dos, el modo en que su confusa relación borra, peligrosamente, la fina línea que separa a la jefa de la amiga (y eventual crush platónico) es el centro neurálgico de una serie que puede ser tan incisiva y mordaz como Mad Men, y tan absurdamente excéntrica y desprejuiciadamente divertida como 30 Rock, pese a que la ficción serial con la que podría formar un brillantísimo programa doble es La maravillosa Sra. Maisel. Como todas las grandes series ambientadas en entornos laborales ―Murphy Brown, The Office, Parks & Recreation…― en Hacks se superpone lo profesional y lo personal, en ocasiones de forma hilarante, en otras de forma dolorosa. Una prueba de ello es “One Day”, uno de los mejores episodios de la presente temporada y un magnífico ejemplo de bottle episode que recuerda al mítico “Pine Barrens” de Los Soprano. En “One Day”, dirigido por Aniello, Deborah y Ava se alejan de su entorno habitual para hacer senderismo por una zona montañosa, en la que acaban perdiéndose; un esguince hace aflorar una inusitada fragilidad en Deborah y su velada inseguridad sobre su edad, lo que acaba transformando la ambición profesional que parecía regir la trama sobre la que se sustenta toda la temporada ―la lucha a brazo partido de la veterana estrella cómica y de su equipo por conseguir que la fichen como presentadora de un late night show― en lo que realmente es: una desesperada carrera contra el tiempo. En Hacks, como cabe esperar de una serie protagonizada por dos mujeres conectadas entre sí por lo mejor que saben hacer en la vida, que es hacer reír a los demás, el drama nunca dura mucho más de lo que dura un gag: la conmovedora confesión nocturna, en mitad del bosque, de Deborah ―que no sería extraño que hiciera ganar a Smart su sexto Emmy― viene seguida de una descacharrante escena en la que la excéntrica y desproporcionada reacción de ambas a unos ruidos sospechosos constituye un ejemplo prodigioso de encaje entre escritura y performance cómica.
Al igual que La maravillosa Sra. Maisel, Hacks es también una comedia absolutamente meta sobre los misteriosos mecanismos que hacen aflorar la risa y sobre el oscuro backstage del show business. Como Broad City, esta es una ficción serial de evidente discurso feminista que desde el inicio ha puesto encima de la mesa temas como el sexismo y el edadismo al que se han tenido que enfrentar las mujeres cómicas, a las que la académica Kathleen Rowe definió como “mujeres indisciplinadas” (“unruly women”) por su subversiva oposición a aceptar “la antigua regla por la cual las mujeres no pueden hacer un espectáculo de sí mismas”. A lo largo de sus tres temporadas, la serie ha seguido, metódicamente, la transformación personal y profesional de esta “mujer indisciplinada” que, contra viento y marea, se ha hecho millonaria haciendo “un espectáculo de sí misma”; un cambio que, al fin y al cabo, es el mismo que está atravesando la comedia contemporánea. En esta última temporada, Hacks trata, con sensibilidad y sensatez inusitada, un tema tan actual como el de los supuestos límites de la comedia y la llamada “cultura de la cancelación”. La serie consigue escapar de los lugares comunes y de las verdades absolutas al recurrir a una estrategia dialéctica en la que cada argumento de Deborah para eludir su responsabilidad sobre unos chistes ofensivos dichos en su juventud ―“¡Eran otros tiempos!”― es replicado por Ava con voluntad didáctica. El episodio (“Yes, And”), magnífico, acaba con Deborah sentada frente a un nutrido grupo de estudiantes universitarios que le explican, pacientemente, el modo en que los discursos racistas, homófobos o capacitistas pueden afectar a la vida de las personas; es una imagen de diálogo intergeneracional que rompe las jerarquías tradicionales de transmisión de conocimiento ―aquí son los jóvenes los que están “enseñando” a una persona mayor dispuesta a escucharles― que apuesta, de forma utópica, por la transformación personal y el entendimiento mutuo.
Más allá de esta visión privilegiada e interna de los entresijos de la comedia, Hacks es una serie eminentemente coral ―esta temporada ha contado, además, con cameos antológicos, como el de Christina Hendricks encarnando a una republicana lesbiana con cierto fetiche sexual por la jerarquía de clase― que destaca por su pasmosa facilidad para crear personajes carismáticos, divertidos y conmovedores a partes iguales, como la extraña pareja profesional formada por Jimmy (Paul W. Downs, cocreador de la serie y marido de Aniello) y Kayla (Megan Stalter, toda una revelación cómica), los mánagers de Deborah, cuya relación actúa como reverso luminoso de la de las dos protagonistas. Esta tercera temporada se iniciaba con Deborah y Ava viviendo sus existencias por separado, para, al volver a encontrarse, atravesar una suerte de reenamoramiento que hemos podido percibir, y sentir, en episodios como “Better Late”, “One Day” o “Yes, And”. Al mismo tiempo, la serie nos iba dando pistas que nos dirigían, poco a poco, a la devastación que supone “Bulletproof”: la frialdad con la que Deborah trata a Ava al encontrarla en el primer episodio, después de un año sin verse, podría ser una de ellas, aunque ese “¡Eres un monstruo!” que la hermana de la cómica (J. Smith-Cameron, una de las estrellas de Succession) exclama en el penúltimo capítulo constituye la síntesis anímica definitiva de este final de temporada. De todos modos, si lo pensamos bien, hay una cierta rima visual, una continuidad, entre el episodio final de la segunda temporada y el de la tercera: ambos gravitan en torno al rostro de Ava surcado de lágrimas por algo que ha decidido Deborah de forma unilateral. La diferencia es que, en esta ocasión, Ava parece haber aprendido la lección: al fin y al cabo, ha tenido a la mejor maestra. ¿Con su demoledora escena final ―con ese irrefutable “Wouldn’t you?”―, Hacks parece haber tomado un desvío: de ser una serie sobre mujeres opuestas destinadas a entenderse, a convertirse en una sobre dos identidades femeninas distintas que han acabado siendo la misma.