Crítica — Iris: El deseo de Iris

Películas de citas a ciegas hay muchas, películas de adulterios (masculinos y femeninos) también. Pero lo que no hay son películas que hablen del deseo de una mujer de casi 50 años por seguir siendo atractiva sexualmente, por volver a sentirse deseada. La directora francesa Caroline Vignal se atreve a contar la historia de Iris, una espléndida Laure Calamy, sin dramatismos, con libertad. Libertad para imaginar, libertad para bailar en una secuencia musical inesperada y feliz, libertad para disfrutar.

Iris vive agobiada por todo, hasta que alguien le dice: “Necesitas un amante, entra en Tinder”. Nunca se le habría ocurrido, pero decide probar. Aunque la primera cita no sale demasiado bien, los encuentros con distintos hombres van haciendo que se sienta cada vez mejor. Incluso en la relación con su marido, al que sigue queriendo, aunque lo que de verdad quiere Iris, es quererse a sí misma.

Después de realizar una película muy rohmeriana, Vacaciones contigo… y tu mujer, Caroline Vignal busca en la Belle de Jour de Buñuel y El hombre que amaba a las mujeres de Truffaut los referentes para esta comedia centrada en un personaje incómodo y poco convencional. Porque Iris sigue queriendo a su marido y a sus hijas, pero lo que de verdad quiere Iris es quererse a sí misma. No es habitual ver en el cine a personajes femeninos como este que no acaben siendo castigados. Iris no sólo no es castigada sino que reivindica su derecho a decir «Sí» a la vida.

Iris es una comedia divertida, optimista y un poco utópica.