Crítica — La virgen roja: Mi hija Hildegart
Paula Ortiz revisa el caso real del asesinato de la joven prodigio Hildegart Rodríguez Carballeira a manos de su madre Aurora Rodríguez Carballeira en la España de los años treinta, para brindarnos a través de la interpretación de Najwa Nimri una malvada carismática con vocación popular.
La virgen roja
Año 2024
País España
Dirección Paula Ortiz
Guion Eduard Sola, Clara Roquet
Producción Amazon MGM Studios, Elastica Films, Avalon
Reparto Najwa Nimri, Alba Planas, Aixa Villagrán, Patrick Criado, Pepe Viyuela
Fotografía Pedro J. Márquez
Montaje Pablo Gómez-Pan
Música Juanma Latorre, Guille Galván
Distribución Elástica
Duración 114 min
Fecha de estreno 27 de septiembre
Sinopsis
Concebida y criada por su madre Aurora (Najwa Nimri) en su proyecto para dar a luz a la mujer del futuro, Hildegart (Alba Planas), de 18 años y ya una mente brillante y reconocida experta europea en sexualidad femenina, intenta liberarse de las garras de su progenitora, lo cual enfrenta a madre e hija en una fatídica noche de 1933.
La virgen roja
Año 2024
País España
Dirección Paula Ortiz
Guion Eduard Sola, Clara Roquet
Producción Amazon MGM Studios, Elastica Films, Avalon
Reparto Najwa Nimri, Alba Planas, Aixa Villagrán, Patrick Criado, Pepe Viyuela
Fotografía Pedro J. Márquez
Montaje Pablo Gómez-Pan
Música Juanma Latorre, Guille Galván
Distribución Elástica
Duración 114 min
Fecha de estreno 27 de septiembre
Sinopsis
Concebida y criada por su madre Aurora (Najwa Nimri) en su proyecto para dar a luz a la mujer del futuro, Hildegart (Alba Planas), de 18 años y ya una mente brillante y reconocida experta europea en sexualidad femenina, intenta liberarse de las garras de su progenitora, lo cual enfrenta a madre e hija en una fatídica noche de 1933.
En una escena de La virgen roja, el personaje de Aurora aconseja a su hija Hildegart que no se fíe de las ficciones («toda ficción es conservadora por definición», le dice), a propósito de una novela romántica folletinesca que ha captado la atención de la chica. La nueva película de Paula Ortiz revisa un caso real que ha obsesionado, y con razón, el periodismo y la ficción en España desde hace casi un siglo. La historia de la militante gallega Aurora Rodríguez que, a principios del siglo XX, se empeña en convertir a su hija en el prototipo definitivo de mujer libre ya desde su concepción, llevada a cabo fuera del matrimonio y con un progenitor que no podía reclamar su paternidad. Y pasando por su educación en todas las disciplinas, pero sobre todo en un pensamiento político de izquierdas y feminista que la joven Hildegart es capaz de defender desde jovencita con gran habilidad dialéctica ante cualquier auditorio. Hasta que la madre, temiendo que la hija escape de su control, la asesina.
En los años setenta, Fernando Fernán Gómez dirigió ya una película sobre el tema, Mi hija Hildegart, muy impactante sobre todo por la contundente interpretación de la inmensa Amparo Soler Leal en el papel de Aurora. Fernán Gómez inscribía su filme en las coordenadas de la crónica negra con el trasfondo histórico de la España de los años treinta como telón de fondo. Paula Ortiz opta por un registro casi opuesto. En las antípodas de la Aurora que menosprecia y desprecia la ficción popular para mujeres, la directora de De tu ventana a la mía (2011) despliega este drama en torno a una madre terrible desde la estética de los melodramas de época con protagonismo femenino que triunfan en las plataformas. En la primera parte, la película también se recrea en uno de los rasgos más identificativos del cine de la directora de La novia (2015) y Teresa (2022): el gusto por recuperar registros literales u orales del castellano que no solemos escuchar en el cine. Así, las capacidades prodigiosas de Hildegart se ponen de manifiesto en su dominio asombroso de la retórica política, del lenguaje académico y del discurso oral.
«A TRAVÉS DE NAJWA NIMRI, PAULA ORTIZ CONSTRUYE UNA MALVADA EMBLEMÁTICA, CASI DIGNA DE CUENTO, UNA FIGURA MONSTRUOSA QUE SOBRE TODO LAS JÓVENES ADORARÁN ODIAR.»
Pero la apuesta fuerte de La virgen roja tiene que ver con la decisión de que Najwa Nimri encarne el papel de Aurora. La directora elige una de las pocas estrellas mediáticas pop del cine español para interpretar a una mujer terrible capaz de cometer el acto más aberrante para lograr un ideal político. La elección otorga a Aurora una dimensión muy distinta a la que presentaba el mismo personaje en manos de Soler Leal. Mediante Nimri, Ortiz convierte a Aurora en una figura detestable pero a la vez con un carisma fascinante. Sin sintonizar en ningún momento con su postura, construye una malvada emblemática, casi digna de cuento, una figura monstruosa que sobre todo las jóvenes adorarán odiar. A su lado, Alba Planas sale muy bien parada en su misión de hacer creíble a Hildegart como una chica a la vez inmensamente talentosa y llena de inocencia.
El crimen de Aurora Rodríguez despierta interés también por el trasfondo en el que se inscribe y por las contradicciones que desvela sobre ideologías radicales. Se agradece que una película con vocación pop apunte a la larga tradición del PSOE de traicionar los ideales de sus votantes en cuanto llega al poder. Aunque lo que de verdad le interesa a Ortiz es subrayar la deriva intolerante y destructora del feminismo radical y dogmático que representa Aurora, frente a la visión abierta, empática y transversal que defiende Hildegart. También podemos leer a Aurora como alguien que entiende la maternidad como una variante de la autoría. Al fin y al cabo, encarna a un arquetipo típicamente masculino, el creador con complejo de Dios que destruirá su propia obra antes de perder el control sobre ella. La virgen roja destaca sobre todo por presentar a una antagonista destinada a nutrir el imaginario popular de mujeres remarcables, aunque sea en negativo, de la historia. En la segunda parte, cuando la trama romántica toma peso, el tono de melodrama televisivo se apropia demasiado de la película. Aquí sí parece cumplirse la sentencia de Aurora, y la ficción se vuelve más convencional tanto en el sentido estético como en el político.