Crítica — Las chicas de la estación: mirando de soslayo
Juana Macías, en colaboración con la guionista Isa Sánchez, abre la 19.ª Muestra de Cine y Derechos Humanos de Navarra con una cinta basada en el caso real de explotación sexual de tres jóvenes de un centro de acogida de menores en Palma de Mallorca. Con un reparto no profesional y una puesta en escena que rehúye lo morboso, 'Las chicas de la estación' aborda esta problemática profundamente estructural a nuestro sistema social.
Las chicas de la estación
Año 2024
País España
Dirección Juana Macías
Guion
Isa Sánchez
Juana Macías
Producción
Feelgood Media
ICAA
Kowalski Films
La Perifèrica Produccions
Reparto
Julieta Tobio
Salua Hadra
María Steelman
Carla Gris
Elena Gallardo
Xóan Fórneas
Asier Tartás
Daniel Mantero
Saida Santana
Pepo Llopis
Fotografía Guillermo Sempere
Música Isabel Royán
Distribución A Contracorriente Films
Duración 115 min.
Fecha de estreno 22 de noviembre de 2024
Sinopsis
Jara, Álex y Miranda son tres jóvenes acogidas por un centro de menores en Palma de Mallorca. Motivadas por ganar el dinero suficiente para asistir al concierto de su cantante de trap favorita se ven víctimas de violaciones y abusos.
Las chicas de la estación
Año 2024
País España
Dirección Juana Macías
Guion
Isa Sánchez
Juana Macías
Producción
Feelgood Media
ICAA
Kowalski Films
La Perifèrica Produccions
Reparto
Julieta Tobio
Salua Hadra
María Steelman
Carla Gris
Elena Gallardo
Xóan Fórneas
Asier Tartás
Daniel Mantero
Saida Santana
Pepo Llopis
Fotografía Guillermo Sempere
Música Isabel Royán
Distribución A Contracorriente Films
Duración 115 min.
Fecha de estreno 22 de noviembre de 2024
Sinopsis
Jara, Álex y Miranda son tres jóvenes acogidas por un centro de menores en Palma de Mallorca. Motivadas por ganar el dinero suficiente para asistir al concierto de su cantante de trap favorita se ven víctimas de violaciones y abusos.
La secuencia que cierra Las chicas de la estación retrata a Jara y Miranda, jóvenes arropadas por un centro de acogida mallorquín y víctimas de abusos sexuales, bajando las escaleras de la estación de tren que frecuentan como punto de adquisición de sustancias estupefacientes a cambio de encuentros sexuales con hombres adultos. Con las letras trap de “La travesía” de Antony Z que concluyen la descarnada temática de la cinta con “feel free, wanna live, una estrella fugaz, las cadenas son de oro y quiero verlo brillar, ‘toy luchando a los demonios por el bien y el mal” y un montaje dinámico que acentúa la emoción apenas contenida en los cuerpos de las chicas mientras se deslizan en los baños de la estación. Espráis de grafiti en mano y con sonrisas de oreja a oreja escriben en las puertas de los cubículos: “Follaniños = cerdos”. Matemáticas a priori sencillas sobre las que la cineasta madrileña Juana Macías confiesa al medio digital Última hora que quería “mostrar una realidad y que cada uno saque sus conclusiones. No hace falta adoctrinar”.
LA CINEASTA SITÚA LA VIOLENCIA FUERA DE PLANO, A TRAVÉS DE ELIPSIS QUE EVIDENCIAN UN RECHAZO TAJANTE A LA MANIFESTACIÓN EXPLÍCITA DE LA AGRESIÓN Y QUE COLOCAN UNA DISTANCIA INTRANSITABLE A LA HORA DE ESTRUCTURAR UN DISCURSO EN TORNO A LA CUESTIÓN SOBRE LA QUE SE CIMENTA LA CINTA.
Macías articula una suerte de biopic justificado por los hechos reales ocurridos en Palma de Mallorca hace cinco años, en los que tres jóvenes de un centro de menores fueron víctimas de violaciones a cambio de una recompensa monetaria que les permitiese acudir al concierto de su trap queen favorita. La cineasta sitúa la violencia fuera de plano, a través de elipsis que evidencian un rechazo tajante a la manifestación explícita de la agresión y que colocan una distancia intransitable a la hora de estructurar un discurso en torno a la cuestión sobre la que se cimenta la cinta. Otra decisión que vertebra Las chicas de la estación reside en su proceso de casting de actrices no profesionales para encarnar a las jóvenes de apenas quince o dieciséis años. Julieta Tobio o Salud Hadra, ambas mayores de edad, aparecen con la cara amoratada o ensangrentada mientras se fuman un cigarrillo o bailan al ritmo de las melodías de Albany, creando una distancia cómoda, estética y segura con la imagen comúnmente aniñada de una adolescente.
Esta capitalización a costa de las vivencias de mujeres jóvenes en situación de riesgo resulta en una concatenación de diálogos que concluyen en un transigente “No puedes elegir de dónde vienes pero sí a dónde vas” de la boca de Marcos, el coordinador del centro, a una joven huérfana, pobre y traumatizada. Las chicas de la estación solventa la problemática del abuso de menores poniendo la responsabilidad de la denuncia en la víctima y la fe de rectitud en el sistema judicial español. Macías imputa el delito de la explotación sexual a unos caricaturizados e individualizados agresores (por su condición de desequilibrado o de privilegiado) en lugar de incidir en una problemática estructural enraizada en un sistema misógino que explota el cuerpo femenino desde la más tierna e inocente infancia.