Crítica — Las Margaritas: Un manifiesto sobre el desorden como acción subversiva
Una película que rompe la linealidad del relato y se rebela contra todo el orden establecido.
Las margaritas/Sedmikrásky
País Checoslovaquia
Año 1966
Dirección Věra Chytilová
Guion
Věra Chytilová
Ester Krumbachová
Producción Filmové Studio Barrandov
Reparto
Jitka Cerhová
Ivana Karbanová
Fotografía Jaroslav Kučera
Música
Jiri Slitr
Jiri Sust
Montaje Miroslav Hájek
Distribución Atalante
Duración 76 min
Fecha de estreno 15 de noviembre de 2024
Sinopsis
Dos chicas jóvenes concluyen, mientras toman el sol en bikini, que "si en este mundo todo está corrompido, estaremos corrompidas nosotras también". Así se activa el mecanismo que pone en marcha la película: una tras otra, se irán produciendo escenas inconexas en las cuales las dos protagonistas juegan a ser malas con su entorno. Engañan a hombres maduros para comer gratuitamente, escriben y dibujan en las paredes de su casa, improvisan un baile en un cabaret para boicotear el número que está en escena, engullen y despedazan los manjares de un banquete preparado para otras personas.
Las margaritas/Sedmikrásky
País Checoslovaquia
Año 1966
Dirección Věra Chytilová
Guion
Věra Chytilová
Ester Krumbachová
Producción Filmové Studio Barrandov
Reparto
Jitka Cerhová
Ivana Karbanová
Fotografía Jaroslav Kučera
Música
Jiri Slitr
Jiri Sust
Montaje Miroslav Hájek
Distribución Atalante
Duración 76 min
Fecha de estreno 15 de noviembre de 2024
Sinopsis
Dos chicas jóvenes concluyen, mientras toman el sol en bikini, que "si en este mundo todo está corrompido, estaremos corrompidas nosotras también". Así se activa el mecanismo que pone en marcha la película: una tras otra, se irán produciendo escenas inconexas en las cuales las dos protagonistas juegan a ser malas con su entorno. Engañan a hombres maduros para comer gratuitamente, escriben y dibujan en las paredes de su casa, improvisan un baile en un cabaret para boicotear el número que está en escena, engullen y despedazan los manjares de un banquete preparado para otras personas.
Las margaritas puede considerarse como uno de los tratados artísticos más contundentes que se hayan elaborado sobre el desconcierto y el malestar que se apoderó de la juventud en el nuevo orden posterior a la II Guerra Mundial, así como una epifanía de la consiguiente revuelta juvenil surgida en el continente europeo dos años después de la creación de este film.
Significa una explosiva fábula sobre la gran paradoja que emergió entre una generación que en apariencia podía disponer de las mejores condiciones materiales para atender sus necesidades, pero por otro lado experimentaba la más absoluta insatisfacción ante el orden moral impuesto por sus antecesores, quienes habiendo vivido la guerra y participado en la reconstrucción económica y social, habían asumido como peaje de la paz una existencia presidida por el aburrimiento y la asfixia vital. “¡Qué aburrimiento! !Debería ocurrir algo! !Hay que probarlo todo”, son exclamaciones recurrentes de las dos protagonistas, Marie I i Marie II, en su itinerario desnortado, alocado y libertario presidido por la irreverencia y la duda existencial.
Partiendo de la premisa de que “Este mundo está corrompido… pues nosotras también”, las dos chicas se lanzan desacomplejadamente a provocar situaciones que subvierten todo tipo de normas, poniendo al descubierto una falsaria normatividad social de la que se mofan abiertamente y que se dedican a sabotear sin límites. Se trata de dos personajes sin historia ni vínculos. Sin obligaciones. Seres que viven en un no lugar, en una comunidad que las niega, en la que sólo se manifiesta la complicidad de una mujer mayor que cuida de los lavabos de la sala de fiestas donde ellas crean el caos. Personajes invisibilizados, pese al evidente desorden que provocan con sus apariciones públicas. “Nadie se da cuenta de que estamos aquí”, dicen impávidas en una de las escenas.
“¡QUÉ ABURRIMIENTO! ¡DEBERÍA OCURRIR ALGO! ¡HAY QUE PROBARLO TODO! SON EXCLAMACIONES RECURRENTES DE LAS DOS PROTAGONISTAS, MARIE I Y MARIE II, EN SU ITINERARIO DESNORTADO, ALOCADO Y LIBERTARIO PRESIDIDO POR LA IRREVERENCIA Y LA DUDA EXISTENCIAL.
Věra Chytilová no pretende hilvanar un discurso crítico al uso. Construye un film en el que el desacato y la irresponsabilidad infantilista de las dos protagonistas se expresa desde la desarticulación de los parámetros del cine narrativo convencional, mostrando así una coherencia estilística totalmente apropiada con el discurso subversivo que plantea. Desmarcándose en todo momento del realismo, Chytilová juega de forma muy coherente con la desarticulación de las formas convencionales del lenguaje cinematográfico y con la desaparición de las categorías lógicas de la continuidad lineal. Construye una concatenación de situaciones en las que predomina el montaje sincopado propio del cine underground, la estética del pop art y del collage, el uso extradiegético del sonido, la disonancia musical i la puntuación musical, el ritmo sincopado, la inserción de flashes y ráfagas de imágenes aceleradas, los virajes de color, la alteración de las coordenadas del espacio y el tiempo.
En este manierismo explosivo y exuberante inscribe a las dos jóvenes protagonistas. Las sitúa en un escenario perfecto para que ellas, como títeres programados por una fuerza externa, puedan desarrollar su activismo desinhibido, alterar el orden público, mostrar su voracidad oral y su erotismo latente y, en definitiva, expresar la total desafección que muestran hacia el mundo que las rodea y el impulso irrefrenable de destruirlo que las motiva.
Con la combinación de lo surreal y las situaciones absurdas y provocativas que se van desarrollando a lo largo del film, Věra Chytilová golpea certeramente los códigos restrictivos impuestos en la sociedad de su época por parte de los mecanismos del poder: el control autoritario, las normas sociales, la jerarquía del deseo masculino, la presión estética sobre el cuerpo femenino y el peso del concepto del amor romántico. A modo de manifiesto inconformista dinamita las expectativas que debían asumir las mujeres en aquellos años sesenta, en los que los roles sexuales y de género se marcaron a fuego con la intención de mantenerse sin discusión. Se erige también como una denuncia explosiva contra el control autoritario y las normas sociales, y permanece en el tiempo como un legado estético único, irrepetible y genuino, una muestra ejemplar de cómo extraer de la materia cinematográfica recursos formales imprevistos, inesperados y desconcertantes, capaces de seguir perturbando la hegemonía de la normatividad narrativa.