Crítica — Lo que sucede después: El homenaje de Meg Ryan a Nora Ephron
En su segunda película como directora, Meg Ryan rinde un emotivo homenaje a Nora Ephron con una irregular comedia romántica que, pese a todo, resulta interesante por la química entre sus dos actores protagonistas, y por su confesional reflexión sobre las consecuencias de la madurez y el envejecimiento.
Lo que sucede después
Año 2023
País Estados Unidos
Dirección Meg Ryan
Producción
Prowess Pictures
Ten Acre Films
Rockhill Studios
Reparto
Meg Ryan
David Duchovny
Fotografía Bartosz Nalazek
Montaje Jason Gourson
Distribución A Contracorriente Films
Duración 103 min
Fecha de estreno 17 de mayo de 2024
Sinopsis
Los antiguos amantes, Willa y Bill, se reencuentran en un aeropuerto por primera vez desde que se separaron décadas antes. Atrapados por la nieve, lo único que quieren es llegar a casa lo antes posible. Sin embargo, en el transcurso de una noche, gradualmente se sienten de nuevo atraídos, obligados a revisar lo que podría haber sido su relación y lo que podría ser nuevamente.
Lo que sucede después
Año 2023
País Estados Unidos
Dirección Meg Ryan
Producción
Prowess Pictures
Ten Acre Films
Rockhill Studios
Reparto
Meg Ryan
David Duchovny
Fotografía Bartosz Nalazek
Montaje Jason Gourson
Distribución A Contracorriente Films
Duración 103 min
Fecha de estreno 17 de mayo de 2024
Sinopsis
Los antiguos amantes, Willa y Bill, se reencuentran en un aeropuerto por primera vez desde que se separaron décadas antes. Atrapados por la nieve, lo único que quieren es llegar a casa lo antes posible. Sin embargo, en el transcurso de una noche, gradualmente se sienten de nuevo atraídos, obligados a revisar lo que podría haber sido su relación y lo que podría ser nuevamente.
El título de la segunda película de Meg Ryan como directora (después del drama bélico Ithaca, de 2015) parece toda una declaración de intenciones. Lo que sucede después podría referirse a la naturaleza melancólica de una comedia romántica que, de forma inusual, aborda el amor en los últimos estadios de la edad madura, en una etapa de la vida en la que es fácil sentir que todo lo importante ya ha sucedido. Pero también a la propia carrera de Ryan, una de las estrellas femeninas de Hollywood más icónicas y taquilleras de los noventa: ¿Qué sucede después de la fama, del éxito y de ser, durante años, la “nueva novia de América”, con permiso de Julia Roberts? ¿Qué pasa cuando, de un plumazo, y un tanto misteriosamente (o tal vez no tanto en un Hollywood que castigaba, y castiga, el envejecimiento de las mujeres), el brillo del estrellato se apaga?
Desde la famosa escena del falso orgasmo en el Katz’s Deli de Nueva York, frente a un atónito Billy Crystal, en Cuando Harry encontró a Sally (1989), Ryan, que tenía en aquel momento 27 años, se convirtió en la nueva reina indiscutible de la comedia romántica. La película de Rob Reiner catalizó el feliz encuentro entre dos personalidades artísticas femeninas que encajaron a la perfección: Ryan y Nora Ephron, la guionista de la película. Ephron dirigiría a la estrella en Algo para recordar y Tienes un e-mail, dos películas fundamentales que, a lo largo de los años noventa, llevarían a cabo una profunda renovación de la comedia romántica, género al que la actriz quedaría indisolublemente ligada. No es extraño, pues, que Lo que sucede después, su segunda película como cineasta y primera comedia romántica que dirige, esté dedicada a Ephron (un emocionante “For Nora”, al final de la película, así lo confirma) y que su obra impregne toda la película. Como la mayoría de los filmes dirigidos o escritos por Ephron, Lo que sucede después está basada, estrictamente, en una noción de combate dialéctico ―que, al menos en el caso de la escritora de Se acabó el pastel, tenía como base tanto la screwball comedy de los treinta, como el ingenio neurótico de las comedias de Woody Allen― entre una mujer y un hombre descritos como contrarios, pero en el fondo absolutamente compatibles y destinados a estar juntos. Esta vez no son Sally y Harry, ni Kathleen y Joe (los personajes encarnados por Ryan y Tom Hanks en Tienes un e-mail), sino Willa y Bill (Ryan y David Duchovny, sensacionales, derrochando una química efervescente entre ellos que parece de otra época), dos antiguos amantes que llevan sin verse casi 30 años y que, debido a una tormenta de nieve, se quedan atrapados juntos en un aeropuerto y se ven obligados a recordar, y releer, su pasado como pareja, así como los motivos de su separación.
COMO LA MAYORÍA DE LOS FILMES DIRIGIDOS O ESCRITOS POR EPHRON, LO QUE SUCEDE DESPUÉS ESTÁ BASADA, ESTRICTAMENTE, EN UNA NOCIÓN DE COMBATE DIALÉCTICO ―QUE, AL MENOS EN EL CASO DE LA ESCRITORA DE SE ACABÓ EL PASTEL, TENÍA COMO BASE TANTO LA SCREWBALL COMEDY DE LOS TREINTA, COMO EL INGENIO NEURÓTICO DE LAS COMEDIAS DE WOODY ALLEN― ENTRE UNA MUJER Y UN HOMBRE DESCRITOS COMO CONTRARIOS, PERO EN EL FONDO ABSOLUTAMENTE COMPATIBLES Y DESTINADOS A ESTAR JUNTOS.
Lo que sucede después presenta diversos problemas; el más relevante es la dificultad de mantener la atención del público durante algo más de noventa minutos al tratarse de un filme que, en esencia, cuenta con una única localización y dos personajes. La dirección de Ryan es competente, pero no tanto como para cubrir los fallos de un guion derivativo y algo forzado ―el drama de los personajes parece deslizarse, en diversos momentos, hacia diálogos que parecen extraídos de un manual de autoayuda― ni para disimular las carencias técnicas de lo que, a todas luces, es una producción independiente y con un presupuesto muy limitado. A pesar de ello, hay algo emocionante en la película, que seguramente tiene que ver con una sensación de familiaridad: igual que Willa y Bill se encuentran, después de casi 30 años, en ese aeropuerto, el film permite al público reencontrarse con un tipo de comedia romántica ya extinguida y, a la vez, reflexionar y ser absolutamente conscientes de su propia obsolescencia, de la imposibilidad de su resurrección. Tal vez Lo que sucede después no sea tanto, pues, una reivindicación, por parte de Ryan, de la necesidad de volver al tipo de películas que la convirtieron en una estrella, como un melancólico y muy honesto canto del cisne hacia una época, un género y un Hollywood (en ciertos aspectos, afortunadamente) ya desaparecidos. Las mejores escenas de la película son, justamente, las que evidencian esa melancolía, pero también esa autoconciencia; no es difícil adivinar que Ryan, coautora del guion, esté seguramente hablando a través de Willa cuando, en la estupenda (divertida y triste a partes iguales) secuencia del bar, ella y Duchovny, borrachos, conversan acerca del papel secundario que las personas de su edad juegan en el mundo actual, deslumbrado por el brillo de la juventud. Es por esa reivindicación etílica de su relevancia como creadora, por esa defensa de espacios donde poder hablar, con honestidad y casi en primera persona, de temas como el envejecimiento, la soledad, o las oportunidades perdidas, que la mera presencia de Ryan a un lado y al otro de la cámara permite transformar un filme irregular y, en muchos aspectos, absolutamente fallido, en una obra con un tono insólitamente confesional creada por una estrella cuyo éxito fulgurante, pero también desaparición repentina, ejemplifica las luces y las sombras ―sobre todo en lo que respecta a la representación, el poder y la autonomía femeninos en el seno de la industria― de toda una era de la historia de Hollywood.