Crítica — Silver Haze: Las cosas que perdimos en el fuego
La cineasta neerlandesa Sacha Polak vuelve a contar con la magnética Vicky Knight para construir un empático estudio de un personaje femenino fuera de la norma situado en el entorno proletario del extrarradio de una ciudad británica. Silver Haze combina, con desigual fortuna, cine social, drama queer y narrativa de superación personal, para abordar la necesidad, y la dificultad, de perdonar.
Silver Haze
Año 2024
País
Reino Unido
Países Bajos
Dirección y guion Sacha Polak
Producción
Netherlands Film Fund
Netherlands Production Incentive
BBC Film
Viking Film
EMU Films
Reparto
Vicky Knight
Esmé Creed-Miles
Charlotte Knight
Angela Bruce
Fotografía Tibor Dingelstad
Montaje Lot Rossmark
Distribución
Lazona Pictures
Caramel Films
Duración 103 min.
Fecha de estreno 23 de agosto de 2024
Sinopsis
Cuando era pequeña, Franky, una joven enfermera del extrarradio de Londres, sufrió un accidente que le dejó secuelas de por vida. Quince años después, su inseguridad y su obsesión por encontrar respuestas la han bloqueado emocionalmente, hasta que se enamora de Florence, una de sus pacientes. Florence, una joven vitalista, la invita a escapar de su realidad acogiéndola en su hogar, descubriéndole un refugio en el que superar las “cicatrices” del pasado.
Silver Haze
Año 2024
País
Reino Unido
Países Bajos
Dirección y guion Sacha Polak
Producción
Netherlands Film Fund
Netherlands Production Incentive
BBC Film
Viking Film
EMU Films
Reparto
Vicky Knight
Esmé Creed-Miles
Charlotte Knight
Angela Bruce
Fotografía Tibor Dingelstad
Montaje Lot Rossmark
Distribución
Lazona Pictures
Caramel Films
Duración 103 min.
Fecha de estreno 23 de agosto de 2024
Sinopsis
Cuando era pequeña, Franky, una joven enfermera del extrarradio de Londres, sufrió un accidente que le dejó secuelas de por vida. Quince años después, su inseguridad y su obsesión por encontrar respuestas la han bloqueado emocionalmente, hasta que se enamora de Florence, una de sus pacientes. Florence, una joven vitalista, la invita a escapar de su realidad acogiéndola en su hogar, descubriéndole un refugio en el que superar las “cicatrices” del pasado.
Es difícil no pensar en Fish Tank, de Andrea Arnold, durante el visionado de Silver Haze, el cuarto largometraje de la neerlandesa Sacha Polak. En ambos casos, un entorno proletario, deudor de la tradición realista y documental del cine británico, sirve como telón de fondo para un agudo estudio de un personaje femenino juvenil fuera de la norma. En ambos casos, estamos hablando de protagonistas que podríamos definir como angry young women, jóvenes airadas que parecen la versión femenina de los arquetípicos personajes masculinos del free cinema de la década de los sesenta. Las similitudes acaban ahí: si Fish Tank era un filme incómodo y escurridizo (a nivel narrativo, pero también moral) sobre una adolescente airada, que finalizaba dejando en el aire muchas más preguntas que respuestas, Silver Haze construye un relato cerrado que aborda el trauma y la furia que definen a su protagonista a partir de un prototípico proceso de redención. Esto da como resultado un filme irregular, que parece contradecirse conforme avanza: su estilo naturalista y el talento de Polak a la hora de capturar de forma verosímil determinados ambientes populares choca con la rigidez de un guion que abre demasiadas líneas narrativas y que, en ocasiones, utiliza los diálogos para abordar, de forma demasiado explícita, el tema central de la película.
EN SUS MEJORES MOMENTOS, SOBRE TODO EN SU PODEROSO INICIO, SILVER HAZE ES UN INTUITIVO Y EMPÁTICO ESTUDIO DE PERSONAJE QUE CONSIGUE DIFUMINAR LA FRONTERA ENTRE FICCIÓN Y VIDA, Y QUE PONE EN SU CENTRO UN CUERPO REAL NO NORMATIVO, ALEJÁNDOSE CONSCIENTEMENTE DE CUALQUIER TENTACIÓN EXHIBICIONISTA.
Este no es otro que la importancia, y la dificultad, del perdón, una palabra que parece no formar parte del vocabulario de Franky, la veinteañera protagonista, una enfermera que, cuando era niña, sufrió graves quemaduras en un incendio que sospecha que pudo ser provocado. Polak construye a esta joven magullada por fuera y por dentro, y dominada por una irreprimible ansia de venganza, en torno a un rostro y un cuerpo arrolladoramente auténticos, los de Vicky Knight, actriz no profesional que ya había protagonizado el anterior filme de la directora, Dirty God. Las primeras imágenes del filme, una sucesión de planos detalle que muestran diversas partes del cuerpo de la actriz en los que las marcas de sus quemaduras en rostro, torso, brazos y manos son bien visibles, nos permiten intuir la correspondencia directa entre intérprete y personaje: como Franky, Knight, fue víctima, cuando sólo tenía ocho años, de un incendio en la vida real que le dejó importantes secuelas físicas. En sus mejores momentos, sobre todo en su poderoso inicio, Silver Haze es un intuitivo y empático estudio de personaje que consigue difuminar la frontera entre ficción y vida, y que pone en su centro un cuerpo real no normativo, alejándose conscientemente de cualquier tentación exhibicionista. Enseguida, sin embargo, al filme parece no bastarle la imponente presencia de ese cuerpo, y esa conciencia, arrasados por el fuego y acaba dispersándose en su acumulación de personajes, algunos de ellos sin entidad alguna, y vías narrativas, muchas de ellas no exploradas en profundidad. El encuentro inicial entre Franky y Florence (una electrizante Esmé Creed-Miles), una joven a la deriva con tendencias suicidas, inclina la película hacia un intenso drama queer que incluye una pertinente crítica hacia la intolerancia y violencia que siguen sufriendo las personas del colectivo LGTBIQ+, pero también hacia un intuitivo análisis de una relación tóxica. En contraste, la relación que establece la protagonista con la familia de Florence, y que ocupa gran parte del derivativo último tercio del filme, sólo parece existir para encaminar a Franky, y al público, a una conclusión cerrada, la de la necesidad de abandonar la ira y abrazar el perdón, que no por bienintencionada, deja de ser algo forzada.