Crítica — Treasure: Viaje a las raíces, sanación de las secuelas

Puede que en nuestro país a muchas personas no les resulte familiar el nombre de Julia von Heinz, pero, lejos de ser una debutante en el mundo del cine, la directora alemana puede presumir de tener una extensa filmografía (nueve largometrajes hasta el momento, varios cortos e incluso trabajos para televisión) y una considerable colección de premios internacionales. Tras El viaje de Hannah (2013) y Y mañana el mundo entero (2020), Treasure, el nuevo film de Heinz es la tercera parte de su Trilogía de las secuelas, en donde reflexiona desde la ficción sobre las heridas provocadas en la sociedad por el holocausto.

La historia se remonta a la adolescencia de Heinz, cuando su madre le regaló Too Many Men, libro de Lily Brett basado en hechos reales y publicado a finales de los años 90. Heinz se quedó fascinada por la novela y en 2013 logró los derechos para hacer la adaptación al cine. Treasure narra la historia de Edek (Stephen Fry) y Ruth Rothwax (Lena Dunham), un padre y una hija que deciden hacer un viaje muy especial a Polonia, lugar de nacimiento de Edek, un hombre enérgico, alegre y vital que vive el día a día intentando olvidar su pasado como prisionero durante el holocausto. En este encuentro con su hija un año después de la muerte de la madre, ambos lograrán que cicatricen algunas heridas, también, aunque no únicamente, en lo que respecta a su relación. Así, aunque visitar de nuevo el campo de concentración de Auschwitz –esta vez como turista– no entraba al principio en los planes de Edek, acabará convirtiéndose en un acto inesperadamente sanador.

Titulada originariamente como Iron Box, la película tuvo el estreno mundial en el Festival Internacional de Cine de Berlín y fue rodada tanto en Polonia como en Alemania. Aunque las grabaciones en el campo de concentración de Auschwitz no están permitidas, el equipo de rodaje pudo obtener un permiso especial para rodar en la zona del aparcamiento y en el lado exterior de la valla, y también se le permitió tomar algunas fotografías cerca de los barracones para que el equipo de efectos visuales pudiera usarlas posteriormente como referencia.

La elección de ambos protagonistas puede sorprender, pero no es casual. Tanto Lena Dunham como Stephen Fry tienen orígenes judíos y raíces en Europa del Este; así que, para ambos, el rodaje de esta película fue, no sólo una experiencia profesional, sino también profundamente personal. De hecho, Dunham, además de protagonista es productora del filme. Por otro lado, algo realmente destacable de la intervención de Fry en la película es que gran parte de sus diálogos están en polaco, idioma que el actor desconocía y que aprendió para dar vida al personaje de Edek.

La película, con un tono de tragicomedia previsible, una puesta en escena algo convencional y un guion que redunda en excesivos lugares comunes y momentos lacrimógenos, tiene sin duda su mayor aliciente en la sorprendente pareja de protagonistas, que dotan de humanidad y humor a esta historia. Dos personajes completamente opuestos que durante este doloroso viaje intentarán comunicarse. Edek, extrovertido y alegre. Ruth, hosca y malhumorada. Ambos con personalidades muy distintas, pero también con la profunda y silenciosa necesidad de sincerarse con el otro después de tanto, tanto tiempo.