Crítica — Vermiglio: Tres hermanas
El segundo largometraje de ficción de Maura Delpero es un retrato íntimo que otorga voz a mujeres anónimas y pone de manifiesto la noción de que lo personal es político y colectivo.
Vermiglio
País Italia
Año 2024
Dirección Maura Delpero
Guion Maura Delpero
Producción
Cinedora
Charades
Versus Production
RAI Cinema
Eurimages
Reparto
Tommaso Ragno
Giuseppe De Domenico
Roberta Rovelli
Martina Scrinzi
Orietta Notari
Carlotta Gamba
Santiago Fondevila Sancet
Sara Serraiocco
Fotografía Mikhail Krichman
Montaje Luca Mattei
Música Matteo Franceschini
Distribución Karma Films (España)
Duración 119’
Fecha de estreno 14-2-2025
Sinopsis
A finales de la Segunda Guerra Mundial, en Vermiglio, un remoto lugar en los Alpes italianos, la llegada de un soldado desertor al pueblo marcará un antes y un después en la vida de sus habitantes. Especialmente en la familia del maestro, que verá cómo sus miembros se dirigen hacia un destino inesperado.
Vermiglio
País Italia
Año 2024
Dirección Maura Delpero
Guion Maura Delpero
Producción
Cinedora
Charades
Versus Production
RAI Cinema
Eurimages
Reparto
Tommaso Ragno
Giuseppe De Domenico
Roberta Rovelli
Martina Scrinzi
Orietta Notari
Carlotta Gamba
Santiago Fondevila Sancet
Sara Serraiocco
Fotografía Mikhail Krichman
Montaje Luca Mattei
Música Matteo Franceschini
Distribución Karma Films (España)
Duración 119’
Fecha de estreno 14-2-2025
Sinopsis
A finales de la Segunda Guerra Mundial, en Vermiglio, un remoto lugar en los Alpes italianos, la llegada de un soldado desertor al pueblo marcará un antes y un después en la vida de sus habitantes. Especialmente en la familia del maestro, que verá cómo sus miembros se dirigen hacia un destino inesperado.
En un plano mítico de Las vírgenes suicidas (Sofia Coppola, 1999), una Kirsten Dunst bañada en azul mira hacia fuera desde la ventana de su habitación, lugar que comparte con sus cuatro hermanas, donde cada una de ellas ve pasar los días, imaginando lo que acontece en ese mundo más allá de los confines del microsistema familiar que las oprime. En una gama cromática similar envuelve Maura Delpero a las hermanas Graziadei cuando, en el plano inicial de Vermiglio, las presenta en mitad de la noche, durmiendo y compartiendo una misma cama. El film ganador del Gran Premio del Jurado en la 81.ª edición del Festival de Venecia nos transporta a un marco espacio-temporal específico de la historia europea reciente: la Italia rural de finales de la Segunda Guerra Mundial. Vermiglio es precisamente el nombre del pueblo en el que se desarrolla la historia de una familia que ve interrumpida su vida cotidiana con la llegada de un soldado desertor. Sin embargo, este acontecimiento es tan solo el punto de partida para un relato que se bifurca en múltiples direcciones, mostrando una variedad de puntos de vista y poniendo el foco en las experiencias femeninas.
El diálogo con Coppola parece alejado teniendo en cuenta las realidades tan distintas que retratan uno y otro film. No obstante, hay un eco en Delpero en lo que respecta a la capacidad de construir retratos de lo femenino a partir del entorno: los objetos, las personas y los detalles en los que convergen el mundo exterior y el interior. Los planos de paisajes, majestuosos e inundados por el blanco del invierno, contrastan con los espacios cerrados en los que la cineasta italiana enmarca las relaciones entre sus personajes. Como consecuencia, las paredes respiran un constante de desasosiego; reflejo de aquella sensación, propia de su época, de saber que afuera hay un mundo cambiante que ofrece posibilidades infinitas, a las que, no obstante, resulta imposible acceder. Como las hermanas Lisbon, las mujeres de Vermiglio tienen un profundo deseo de libertad. Entonces, la aparente inacción de buena parte del film se traduce en actos pequeños de resistencia, intentos más o menos fallidos de alcanzar aquello que es aparentemente inalcanzable. De ese modo, lo que podría ser otro drama de época centrado en la épica de la guerra se convierte en un relato íntimo sobre el que desplegar ciertas cuestiones que trae consigo la modernidad: la apertura a otras identidades, la ruptura con la tradición, la maternidad, la sexualidad femenina, el patriarcado… todo enmarcado en la incertidumbre del cambio de era ad portas de la posguerra.