Crítica — Víctima imperfecta: ¿Hay víctimas perfectas?

¿Cómo nos imaginamos a una víctima de violencia de género o de agresión sexual? “Probablemente se trata de una mujer vulnerable, tímida, sin autoestima, destrozada e incluso con alguna lesión física fruto del maltrato. Esta imagen, que ya forma parte del imaginario colectivo sobre cómo se supone que debe ser y actuar una víctima, determina que todo lo que se salga de este estereotipo no sea creíble: después de la agresión, no puedes volver a pasarlo bien nunca, porque si haces ‘vida normal’ la opinión pública y jurídica puede considerar que ‘no estás tan afectada’”. (1) 

En el 2018, la joven directora belga (aunque de origen canadiense) estrenó un corto titulado Une soeur en el que se contaba un intento de agresión sexual que no llega a consumarse gracias a la implicación de la mujer policía que recibe la llamada. Cuatro años después, Delphine Girard se planteó dos preguntas: ¿Qué pasa después? ¿Cómo continúan viviendo la víctima, el agresor y la policía que recibe la denuncia? De ahí nace Víctima imperfecta, una película que va un poco más allá.  

No sé si Delphine conocía las tesis de Lorena Álvarez sobre las víctimas imperfectas. Seguramente sí, las de ella o las de otras mujeres que han reflexionado sobre este tema. Pero cuando decidió seguir a Aly, Dary y, sobre todo, a Anna, fue con la intención de demostrar que no hay un estereotipo fijado, que las víctimas no son sólo víctimas y tienen derecho a seguir viviendo. Es lo que quiere hacer Aly, pasar página, olvidarlo, relativizarlo; es lo que le gustaría a Dary, que no hubiera sucedido, pero no es lo que quiere hacer Anna, que está empeñada, quizás por un recuerdo personal doloroso, en llegar hasta el fondo: en llegar a la justicia.