Delphine Lehericey — “Envejecer es una manera de convertirte en tu mejor versión”
La directora suiza Delphine Lehericey, con la colaboración indispensable de la coreógrafa La Ribot, nos ofrece una comedia agridulce sobre la muerte y la capacidad de la danza contemporánea para superar el dolor de la pérdida de un ser querido.

Después de hacer dos películas centradas en la adolescencia, Puppylove en el 2013 y El horizonte en el 2019, la directora suiza Delphine Lehericey se interesa en su tercera película, Nuestro último baile, por el tema de la pérdida y el duelo a través del personaje de Germain, un hombre de 75 años que se queda viudo de forma inesperada. La manera como Germain intenta superar el dolor de la muerte de su mujer es cumpliendo el último deseo de ella: bailar en un espectáculo de danza contemporánea dirigido por la coreógrafa La Ribot. Comedia agridulce, romántica y divertida, Nuestro último baile se presentó en el Festival de Locarno donde ganó el premio del público. Con motivo del estreno de la película, pudimos conversar en Barcelona con la directora Delphine Lehericey y con María José Ribot, La Ribot, Premio Nacional de Danza, Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes, primera española en recibir el León de Oro en la Bienal de Venecia.
¿Dónde nace la idea del personaje de Germain?
DL: Está inspirado en mi abuelo. Mi abuelo nunca hizo danza contemporánea, eso seguro. Pero lo que me inspiró sobre todo es la necesidad de conservar el deseo, incluso aunque seas mayor, seguir teniendo curiosidad. Él me dio la historia de una persona mayor que descubre como reencontrarse. De hecho, me decía que envejecer es una manera de convertirte en la mejor versión de ti mismo. Yo tengo mucho miedo de envejecer y de morir, pero mi abuelo decidió tomarse el envejecimiento con mucha tranquilidad, casi felicidad. Desgraciadamente murió en noviembre del año pasado sin llegar a ver la película. Fue él también el que me inspiró la relación a través de las cartas. Cuando mi abuela, que aún vive, enfermó de COVID, empezaron a enviarse cartas durante el aislamiento. Y cuando se curó, decidieron seguir con las cartas y los mensajes. Fue él el que me hizo pensar cómo conservar algo del otro cuando ya no está.
La relación a través de las cartas es algo muy romántico, del romanticismo del siglo XIX.
DL: Yo no soy muy romántica, mi abuelo tampoco lo era, pero es verdad que cuando no eres romántico es cuando haces cosas que lo son. No hay que creer en el romanticismo, pero hay que serlo.
¿Por qué Germain es un hombre y no una mujer?, ¿la historia habría sido diferente si el que muere es él?
DL: No habría película. Ella seguro que puede valerse muy bien sola, hacer la comida, cuidarse. Ella ya es curiosa, está interesada por las actividades en el exterior, hacer algo. Seguramente ella se podría apoyar en todas las personas que encuentra en la compañía, tiene amigos. Por lo tanto, no se va a dejar manipular ni controlar. Seguramente sus hijos la dejarían tranquila. En cambio, siendo un hombre es muy distinto. Mi hijo tiene trece años y cuando vio la película el año pasado me dijo: ¿Por qué no hace nada? Los niños no entienden que antes los hombres no hacían nada en una casa. No lo entendía, le parecía ciencia ficción. Por eso es la nieta la que le ayuda y le comprende. Yo creo que para que dos generaciones se entiendan hay que saltar una en medio, creo que es más fácil para los nietos sentirse cerca de los abuelos. Cuando eres padre tienes una responsabilidad muy grande, una presión total, mientras que los abuelos y los nietos pueden tener una relación distinta. Los padres que se han equivocado con sus hijos pueden conseguir algún éxito con los nietos. Los niños que sufren padres pesados pueden confiar en sus abuelos.
Es una historia de amor por encima de cualquier otra definición, es una historia de duelo y de superación de ese duelo, pero también es una historia cómica, divertida. ¿Cómo se consigue reunir esas tres cosas?
DL: Ese era el reto del guion. Escribir una comedia sobre la muerte, el duelo, la pérdida de alguien muy querido, no era sencillo. Pero al mismo tiempo era necesario porque extrañamente en el momento en que escribía la película yo había perdido muy poca gente, había muy pocas personas muertas cerca de mí. Había leído cosas muy teóricas, un libro precioso de Joan Didion, El año del pensamiento mágico, y me sentía muy inspirada por la literatura, más que por películas sobre la muerte. Pero desde que terminé la película, he perdido mucha gente. Tengo la impresión como si me hubiera estado preparando para eso, aunque nunca te puedes preparar y ahora estoy haciendo un poco de trampa diciendo que quizás me quería preparar de una forma o de otra a lo que tenía que llegar, porque cuando se envejece, pierdes seres cercanos. Creo que lo que yo quería es dar a la gente herramientas para esto, a mí me gustaría mucho hacer una promesa a la persona que tengo al lado, a mis hijos. Hay que intentar ser felices incluso cuando tienes una gran pérdida.