Sandra Romero — ¿Quedarse o irse?
Desde que ‘Por donde pasa el silencio’, ópera prima de la sevillana Sandra Romero, se estrenó en la sección Nuevos Directores del Festival de San Sebastián, el film ha estado en los festivales de Sevilla, Huelva y Almería. Una semana antes de su estreno en salas, el film se pudo ver en L’Alternativa, el Festival de Cine Independiente de Barcelona. Fue entonces cuando pudimos hablar con su directora.
Sandra Romero es joven, tiene sólo 31 años. Nació en Écija, cerca de Sevilla, pero su infancia la pasó en la casa de campo que tenía su familia.
S.R. Mi camino es un poquito raro. Yo vengo del campo. Hasta los doce años, de hecho, ni siquiera viví en Écija, el pueblo donde filmamos la película. Mi interés por el cine viene muchísimo después que mi interés por la vida. Tenía mucha sensibilidad por determinadas cosas que yo quería atrapar. Por ejemplo, recuerdo querer fotografiar mi casa en el campo para que mis amigos del colegio pudiesen entender donde vivía. Porque nadie me entendía: “Estás lejos, ¿qué ves desde allí?”. Intentaba atrapar las cosas para enseñárselas a los demás.
A los doce años te trasladas al pueblo para estudiar en el instituto, cuando tienes que entrar a la universidad te decides por Periodismo en Sevilla y, poco después, te marchas a Madrid a estudiar Dirección de Cine en la ECAM.
S.R. El cine viene muchísimo después. Me empieza a interesar en la universidad. Porque yo ni siquiera tenía cine alrededor. La primera vez que vi una película en versión original tenía 18 o 19 años. Yo no venía de un entorno cultural, venía de algo muy distinto. Esa es mi particularidad y creo que eso influye en la manera que tengo de hacer películas. No parten tanto de referencias de cine, sino de mi interés por la vida.
Quizás por eso tu trabajo mantiene un equilibrio entre la ficción y el documental, entre la vida y lo imaginado, un equilibrio que encuentras en el cine de Chantal Akerman, una de sus referencias más claras.
S.R. Chantal Akerman tiene la cámara muy cerca, filma espacios íntimos. Chantal se pasó toda la vida hablando de su madre, que es algo precioso. Ahora hay muchas cineastas que me interesan muchísimo y tengo la suerte de conocer, Elena López Riera, Carla Simón, Pilar Palomero.
Pero el auténtico motor de tu manera de entender el cine lo encontraste en tu primer trabajo como ayudante de dirección, en El año del descubrimiento de Luis López Carrasco.
S.R. Decidí ir a la escuela para que me contaran cómo se hace esto. Porque sentía que tenía algo intuitivo, pero que no iba a poder desarrollar si alguien no me explicaba cómo se hacía cine. Yo estudié ficción en la escuela porque entonces no había documental. Cuando termino la escuela, hay algo que se mueve dentro de mí que no sé muy bien cómo gestionar y me pasa algo muy bonito. Yo tengo la sensación de que todo lo que te pasa en la vida te conviene de alguna manera. Lo primero que hago al salir de la escuela es trabajar en una película documental de Luis López Carrasco. Soy ayudante de dirección de El año del descubrimiento. Cuando empiezo a trabajar con él me digo: “¿Qué es esto? ¿Vamos a hacer una película que pasa en los años 90 pero sin actores? ¿Utilizar dos cámaras en pantalla partida, con actores no profesionales que cuentan algo que era verdad?”. En esa mezcla empecé a encontrar que había otra manera de contar. De repente conectaba con la razón por la que entré en la escuela de cine y, a la vez, entendía como integrar todo lo que había aprendido en la escuela. En esa mezcla de dejar entrar la vida en una ficción es donde yo encuentro el interés en hacer películas.