Susi Sánchez — Madres malas, abuelas buenas
A raíz del estreno de 'Salve Maria' de Mar Coll, la semana pasada publicamos un reportaje sobre madres disidentes escrito por Mireia Iniesta. En ese texto se hablaba sobre todo de madres jóvenes. Pero hay otro tipo de madres disidentes: las que lo son de hijos e hijas ya mayores. Madres que lo han sido, pero no han ejercido como tales. Eso nos llevó a pensar en la actriz Susi Sánchez, quizás la mujer que más madres malvadas y conflictivas ha representado en nuestro cine. Madres duras y abuelas comprensivas. Con motivo del estreno hace un par de meses de la película peruana 'Reinas' de Klaudia Reynicke, donde interpreta de nuevo a una abuela, hablamos con la actriz de sus personajes y de muchas otras cosas.
Con Reinas vuelves a Perú después de quince años y con otra Claudia.
S.S. Este ha sido un rodaje muy diferente. La teta asustada de Claudia Llosa, la viví en modo encierro. Me relacionaba con gente de una clase social determinada, la del personaje, y no me relacionaba prácticamente con nadie más. La directora quería que yo estuviera con ellos para alimentarme de su manera de expresarse y de funcionar. El resto del tiempo salía poco, porque además era peligroso. Yo estaba en un hotel en Miraflores. Esta segunda vez he estado en Barranco, una zona mucho más tranquila, al lado del mar. Esta vez sí he vivido la vida de Perú. Las revueltas que hubo en Cuzco y en algunas zonas puntuales de Lima, a mí no me afectaron personalmente, pero sí detectaba cierta inquietud. Lo que no ha cambiado es el carácter adorable que tienen los peruanos, amable, delicado, tienen algo muy entrañable, cariñoso.
Foto © Diego Romero
Foto © Diego Romero
En La teta asustada, Susi Sánchez es una madre dominante de un hombre joven anulado por ella pero, sobre todo, es una cantante y pianista frustrada por su falta de talento y creatividad que no duda en robarle a su criada, Fausta, su música, su voz, su alma. Pero con ser una película importante, para Susi Sánchez el auténtico salto en su carrera fue su encuentro con Ramón Salazar.
S.S. Mi carrera ha sido siempre una carrera de hormiguita. He estado trabajando, haciendo cositas pequeñas, pero me he esmerado siempre porque siempre he disfrutado. Ojo, nunca he querido abarcar más de lo que creía que era lo que tenía que hacer. Una película es como un puzle, tú eres una pieza, no puedes querer ser todas las piezas ni más de una pieza. Para mí lo importante es conseguir que esa pieza encaje bien. Eso es lo único que he querido hacer con mi trabajo y eso lleva su tiempo, no es una cosa sencilla. La teta asustada fue importante porque era la primera vez que hacía una mujer no española, con otro acento. Le pregunté a Claudia Llosa si no tenían actrices de estas características en su país y me dijo que no. Había muchas actrices pero la mayoría eran racializadas. Pero para mí, el auténtico cambio se produjo con Ramón Salazar. Siento que el paso fuerte fue ese. Aunque mi trabajo ha sido de ir poquito a poquito, alimentándome de la riqueza de lo que es la actuación, el cambió empezó con 10.000 noches en ninguna parte. Esa película se la ofreció Ramón a Carmen Maura, pero como no había guion, Carmen dijo que no lo veía nada claro. Yo dije que sí. Me encantaba la idea porque siempre me ha gustado mucho experimentar, salen cosas increíbles desde la experimentación. El trabajar sin guion y trabajar a partir de improvisaciones me fascinó. Y me nominaron, fue la primera nominación que tuve a los Goya. Eso no se lo esperaba nadie porque esa película se hizo sin dinero, sin nada de nada. Recuerdo estar rodando en la Gran Vía de Madrid una secuencia en la que supuestamente tenía que estar muy relajada dando vueltas con un amigo, y era “venga, ahora que se ha puesto en rojo el semáforo, corriendo”. Todo era así. Cuando acabamos, Ramón me dijo: “Voy a escribir un personaje para ti”. Como agradecimiento, a lo mejor, porque nos habíamos entendido muy bien, nos reímos muchísimo. Fíjate que 10.000 noches… era una película tremenda, esa madre era terrible, pero nos reíamos mucho de los disparates que podía llegar a hacer esta mujer. A partir de ahí escribió La enfermedad del domingo y eso fue el lanzamiento total.
La madre de 10.000 noches… es una madre posesiva y alcohólica, completamente enloquecida, que hace la vida imposible a su hijo, Andrés Gertrúdix. Es sin duda su primera madre malvada. En cambio Anabel, la madre de La enfermedad del domingo es fría, cerebral, dura, una madre que abandonó a su hija cuando tenía ocho años.
Has hecho muchas madres terribles en estos años.
S.S. Sí. Cuando hice La enfermedad del domingo le dije a Ramón: “Ramón me van a odiar”. Nadie quiere que la odien como actriz porque hay gente que confunde a la actriz con la persona. Si haces muy bien un trabajo, se creen que eres así. Hay gente que me ha dicho cosas muy fuertes pensando que yo soy una hija de puta. Le dije: “Voy a caer fatal, pero bueno vamos a ello”. Él me contestó: “No te preocupes, porque al final te vas a redimir”. Y cuando me dijo esto, me di cuenta de algo muy importante. Todos los personajes que hago, por malas que sean, la bruja de la trilogía del Baztán, o la abuela de Cinco lobitos que trata fatal a su hija, en todas estas madres duras, siempre necesito mostrar un ápice de humanidad. Son seres humanos, no pueden ser de una sola cuerda todo el tiempo. Por muy obsesivo que sea un personaje tiene que tener también otra cara. Me he dado cuenta de que el público lo que quiere y necesita ver para identificarse, son esas dos caras. Hay historias de buenos buenísimos y malos malísimos y nadie es así totalmente. Y si es así, es porque le ha pasado algo muy gordo y si tú consigues encontrar que le ha pasado, en ese mismo instante algo sucede que salva al personaje de alguna manera.
Cuando te llega un guion ¿qué te hace aceptarlo, sobre todo cuando ves que te vuelven a ofrecer una madre o una abuela?
S.S. Estoy para eso. Lo que me pueden dar ahora son enfermas de alzhéimer, madres moribundas, abuelas gagás, es lo que me toca. Yo sé que es así. Pero dentro de eso, lo que sí me interesa es que tengan algo que decir esas mujeres, que no sean simplemente un adorno de las familias. En el caso de Reinas, donde hay tres generaciones de mujeres, la abuela es la que se queda, es la que sostiene la familia y se queda alimentando la tradición pensando que algún día se recuperará la normalidad en ese país. Es la que resiste. Dentro de su mundo ella está bien como está, pero el dolor de que se vaya su hija y sus nietas, y saber que probablemente no las verá mas, es muy duro. Las entiende y no es nada egoísta. Quiere lo mejor para ellas.
Eso es lo que la une con Loli. ¿Loli Tormenta debió de ser un rodaje muy especial?
S.S. Fue impresionante y muy duro, no te lo puedes ni imaginar. Y lo peor fue que acabó la película y la tiraron a la basura. ¡Ni siquiera hicieron una proyección en la Academia! Estuve a punto de hacerla yo, pero no lo hice, porque como estoy en la junta, sabía que no podía proponerlo, lo tenía que hacer la productora. Y no lo hicieron, la tiraron a la basura. Hablé con Tono Folguera y se lo dije: “Tono, habéis tirado a la basura la última película de Agustí Villaronga”. Vale que no era redonda, que no pudo acabarla en condiciones, pero es un testimonio muy importante de una parte que no conocíamos de él. El rodaje fue muy complejo, no pudimos ni ensayar.
Pero tú ya venías ensayada, tu corrías y tienes unas piernas muy largas…
S.S. Correr siempre he corrido. Un día, corriendo descubrí que cuando estás a punto de la extenuación, cuando ya no puedes más y te dices: “Sólo un paso más, un paso más”, de repente, algo sucede en el cuerpo que hace ¡PUFF! y recuperas la energía y no puedes parar. Ese punto en el que superas la fatiga me dio una idea de lo interesante que es el deporte, incluso para mi trabajo como actriz. La capacidad de superar el agotamiento, no sólo el físico, ese agotamiento interno que viene por las cosas no satisfechas o que sientes que no están bien hechas.
Susi Sánchez nació en Valencia en 1955. Empezó a hacer teatro con algunos de los mejores directores de escena. La televisión y el cine le llegaron cuando ya tenía una carrera consolidada en las tablas. Ha ganado dos Goya, uno en el 2019 por su papel en La enfermedad del domingo de Ramón Salazar y otro en 2023 por la abuela de Cinco lobitos de Alauda Ruiz de Azúa.
Empezaste con el teatro, el cine llegó un poco más tarde.
S.S. El cine no llegó tan tarde, llegó cuando tenía 17 años, pero fue una experiencia tan mala, que ni siquiera fui a cobrar la película. No entendía el cine, lo pasaba fatal, nadie me decía nada. El teatro era más directo, más inmediato, más fácil. Por eso estuve muchos años sin hacer cine. Luego empecé haciendo pequeños papeles en televisión. La televisión no es una buena escuela para los actores y las actrices. Las series diarias te exigen un nivel de eficacia que va en contra de lo creativo. Pierdes la chispa de lo creativo, de la ilusión, de jugar con el compañero o la compañera. La televisión es un arma de doble filo. Te da a conocer, porque es una ventana al público, pero al mismo tiempo te limita mucho artísticamente. Yo nunca he tenido una pretensión de ser popular, en el fondo me gusta seguir siendo un poco anónima, ir por la calle, subirme al autobús, ir en el metro. Soy una señora mayor, no me entran como a los chicos y las chicas más jóvenes. Ayer estuve en el Rastro, y se me acercó una chica muy modosita que me dijo: “Perdona, quería decirte sólo que me encanta tu trabajo como actriz, muchas gracias”. ¡Te dan las gracias por tu trabajo! Me hace gracia que te den las gracias.
Cuando empezaste ¿te condicionó tu físico?, eras muy alta, muy delgada.
S.S. Sí, lo he explicado muchas veces. En Tesis, la primera película de Amenábar, me propusieron hacer la madre. Fui a verle. Él estaba sentado con el combo, cuando llego, lo primero que hace es mirarme de arriba abajo, y dice: “¡Uy!”. Se levanta y él es muy bajito y me dice: “Me han dicho que eres muy buena actriz, pero eres demasiado alta”, porque las que tenían que ser mis hijas me llegaban al hombro. Tenían que buscar una madre con un aspecto no tan contrastado. En teatro me ha pasado igual, al principio no me daban trabajo porque era más alta que el chico y eso no era conveniente. Tampoco me daban secundarios porque se me veía más que a la protagonista. Me empecé a especializar en cosas, en interpretar fenómenos meteorológicos, astros, sentidos, cosas simbólicas que no eran humanas. Empecé a hacer personajes así, la Luna, el Sol, la Vista, la Muerte. Porque no me daban personajes humanos. Hasta que ya me hice mayor, la nueva generación empezó a crecer de estatura, y ya podían hacer de mis hijos e hijas. Y a partir de ahí empezaron a darme madres. Pero me costó. En Estados Unidos ha habido actrices muy altas, pero aquí, ningún hombre quería ser más bajito que una mujer.
Entre todas sus madres hay cuatro con el sello Almodóvar: En La piel que habito es la madre de Vicente antes de transformarse en Vera Cruz; en la película coral Los amantes pasajeros, es la madre de Alba, el personaje que hace Paz Vega; en Julieta, es la madre de Julieta joven, cuando está interpretada por Adriana Ugarte; y en Dolor y gloria es la Beata, una madre fantasma en la cueva.
Has sido madre almodovariana en cuatro ocasiones, ¿qué tienen de especial estas madres?
S.S. Hice cuatro madres seguidas, luego ya no me ha vuelto a llamar. En la última que hice con él, no había personaje y lo escribió para mí. En Dolor y gloria, el personaje de la beata que habla con el niño en la cueva, lo escribió expresamente y entre los dos íbamos improvisando. Almodóvar es un genio. Trabajar con él es un gustazo, ver cómo trabaja con el resto de compañeros y compañeras es estupendo.
Yo conocí a su madre, la señora Paquita. Él tenía una fascinación por su madre, la sacó en todas sus películas mientras pudo. Pero siempre ha estado muy presente en su cine, en todas sus madres.
S.S. Yo nunca fui la madre típica almodovariana. La madre almodovariana era Chus Lampreave, ella sí estaba más cerca de su madre. Justo antes de hacer Julieta, la única película para la que me hizo una prueba, porque para las dos anteriores no hice pruebas, me dijo: “Susi, cualquier personaje que hagas conmigo, de joven fuiste modelo”. Me hizo gracia ese comentario porque cuando era joven, como era alta y delgada, me lo ofrecieron varias veces, pero yo nunca quise meterme en ese mundo. En Julieta tenía que hacer de enferma de alzhéimer y él no me veía. Él me veía en el mundo del glamur que mi físico puede dar, pero yo no soy así. Tenía una imagen de mí demasiado definida y necesitaba ver si le daba esa otra cara. En la secuencia que estoy con mi hija y nos incorporamos las dos en la cama, a Pedro le costaba decirme lo que quería, porque tiene mucho humor y mucha intuición, pero le falta precisión. Me decía: “Tienes que mirar a la niña como si fuera…”, “¿Un prodigio?”, le pregunté yo. “Sí, eso”, me contestó. La palabra ya le parecía que estaba llena del significado que quería. Pocos días después me llega a casa un ramo de peonías con una nota. Acababa de montar la escena, se había emocionado y me daba las gracias.
En realidad, si miras atrás puedes estar contenta con tu recorrido profesional.
S.S. Sí, estoy contenta y muy agradecida porque en general me he sentido muy bien tratada y cuidada y me han dado espacio para poder trabajar como yo quería. Con el tiempo me doy cuenta de que puedo estar con los directores de tú a tú. Hace muy poco estaba rodando una serie con dos directores muy jóvenes. En un momento dado, me hacen una propuesta. Yo no la veo y les pregunto: “¿Por qué?”. Me parecía como salir al ruedo con el toro y vestida de rojo. No llevas ni capote. Hay que ir con cuidado de no subrayar lo que ya está ahí. Les expliqué cómo lo veía y por qué dramáticamente funcionaba mejor. Siento que ahora puedo proponer soluciones, cuando las veo, claro, y hay cosas que por coherencia y por haber vivido sé cómo funcionan.
¿Nunca has pensado en dirigir?
S.S. Cine no, es muy complejo, pero teatro sí, ya tengo una idea. Necesito hacerlo, necesito contar desde ese lado. Necesito ver cómo se sitúa mi visión desde la dirección, más global, más de conjunto, y ver cómo voy encajando las piezas de una manera coherente a través de la lógica que se va desarrollando en el trabajo.
Desde junio del 2022 eres vicepresidenta de la Academia de Cine. Recuerdo especialmente el discurso de la academia del año 2023, cuando ganaste el Goya por Cinco lobitos y el de este año, donde dejabas clara tu postura respecto a los abusos en la profesión.
S.S. Soy feminista pero no soy abanderada en el sentido de que yo no soy mascarón de proa de nada. Por supuesto que comulgo con las ideas feministas porque es de cajón, pero no porque sea mujer. El feminismo no es “hombres fuera”, es “todos iguales”. Desde que se creó la comisión de igualdad en la academia, estamos haciendo cosas para intentar compensar un poquito el mundo académico. Pero quedan muchas cosas por hacer.