Exposición — Chantal Akerman. Encarar la imagen

Hasta el 14 de abril de 2024 se podrá visitar en La virreina Centre de la Imatge, Barcelona, la primera exposición sobre Chantal Akerman concebida íntegramente por Claire Atherton. Atherton fue, durante más de 30 años, montadora y colaboradora de Akerman, a la que conoció en 1984. La actriz Delphine Seyrig protagonizaba por aquel entonces una adaptación teatral de la correspondencia de Sylvia Plath, y les solicitó a Akerman y Atherton que la filmaran. Tras esta experiencia, empezaría una relación profesional que duraría décadas. La muestra no pretende ser una exposición integral de la obra de Akerman, ya que esta produjo una ingente cantidad de trabajos, pero sí que nos permite, a lo largo de ocho salas, descubrir el poder tanto de sus videoinstalaciones como de su obra fotográfica. 

El recorrido empieza con La Chambre, cortometraje de 1972 que, mediante una lenta panorámica circular, recorre una y otra vez un pequeño apartamento. En este, uno de sus primeros cortometrajes realizado cuando contaba con tan solo 22 años, aparecen ya los primeros rasgos distintivos de lo que sería su obra, una profunda reflexión sobre el concepto de autorretrato, sobre el espacio íntimo, sobre la cotidianidad. 

En la segunda sala nos encontramos con la videoinstalación Tombée De Nuit Sur Shanghai (2009), que originariamente fue un capítulo del film colectivo L’état du monde (2007). En este capítulo, Akerman detiene su mirada en el skyline de Shanghái: la música, las luces, los anuncios publicitarios; todo aquello que tan lejano y ajeno le resulta.

La tercera sala de la exposición está dedicada a la fotografía. A un lado, fotogramas de Là-bas, autorretrato fílmico que realizó en 2006, mientras estuvo recluida en un apartamento de Tel-Aviv, saliendo lo justo para comprar comida o cigarrillos, observando a los vecinos a través de las ventanas y preguntándose qué sentido pueden tener los actos terroristas que están sucediendo en la ciudad en ese momento. Al otro lado de la sala se presentan algunas imágenes de D’est (1993), una de sus obras más conocidas, en la que Akerman retrata la Europa que queda tras la caída del muro de Berlín y el colapso de la Unión Soviética.  

La cuarta sala de la exposición nos muestra una videoinstalación titulada Marcher à côté de ses lacets dans un frigidaire vide (2004), que consta de dos videoproyecciones. La primera, sobre una pantalla de tela translúcida, recupera imágenes del diario de la abuela de Akerman. La segunda, proyectada en la pared, muestra la grabación de una conversación de la directora con su propia madre mientras esta lee dicho diario, escrito en polaco ochenta años atrás. Las imágenes desenfocadas en blanco y negro, grabación directa de una pantalla de televisión, se convierten de alguna manera en una metáfora de la memoria, de cómo nuestros recuerdos a veces desaparecen o se distorsionan en contra incluso de nuestra propia voluntad. Como ese diario escrito por la abuela de Chantal, cuyas páginas resultan cada vez más difíciles de leer. Akerman, de origen judío, reflexionó en muchas de sus obras sobre las heridas dejadas por el holocausto. Prueba de ello son filmes como Dis-moi (1980), donde conversó con varias ancianas supervivientes al holocausto, o Histoires d’Amérique (1989), que retrata la vida cotidiana de los judíos durante el último siglo.

En la sala cinco nos encontramos con una videoinstalación a tres pantallas que muestra imágenes del filme Je tu il elle (1974). La fragmentación de la historia nos permite una ruptura de la linealidad narrativa para así percibir las imágenes de un modo más sensitivo y menos racional. Esta ruptura con la linealidad empezó a surgir en 1995, cuando el film D’Est se convirtió en D’Est, au bord de la fiction, una videoinstalación con 24 monitores que se expuso en diferentes museos alrededor del mundo. A partir de ahí, la mirada de Chantal sobre sus propias imágenes cambió y la relación de dichas imágenes con el tiempo también. El espectador no tenía por qué tener una experiencia lineal con la obra y dichas imágenes no tenían por qué estar supeditadas a un orden narrativo. Se abría así un nuevo campo de posibilidades para con su obra. 

La sexta sala nos muestra, por un lado, la obra Maniac Shadows (2012), consistente en 96 impresiones fotográficas de pequeño formato. Por otro, una proyección de vídeo donde la propia Chantal lee algunos fragmentos de My Mother Laughs (2013), autobiografía que se centra en la relación con su madre y su recuperación tras un infarto.  

En la séptima sala podemos escuchar la voz de Atherton hablando sobre Akerman durante el homenaje que tuvo lugar en la Cinémathèque française a finales de 2015, antes del estreno de No home movie (2015), última película de la cineasta. Las emotivas palabras de Atherton nos hablan sobre sus procesos de trabajo, intuitivos y viscerales; sobre el tiempo en la imagen fílmica y sobre cómo Akerman quería que el espectador sintiera el paso del tiempo al ver sus películas. Sus palabras nos muestran una relación de complicidad absoluta, una compenetración que las llevó a trabajar con las imágenes de modo conjunto, muchas veces sin necesidad de usar las palabras. Es pues totalmente lógico y coherente que sea Atherton la encargada de mostrar la obra de Akerman en museos, e incluso que realice las correspondientes adaptaciones para crear nuevas videoinstalaciones que cuestionen la linealidad de las imágenes poniendo de relieve su autonomía, su fisicidad, su capacidad para provocar emociones más allá de la existencia de un argumento. 

La exposición termina con Une voix dans le desert (2002), tercera parte de la videoinstalación From the Other Side. Para realizar esta obra, imágenes de la película de Akerman De l’autre côté fueron proyectadas en una pantalla instalada en el desierto de Arizona y el resultado fue filmado. Junto a dichas imágenes escuchamos la voz de Akerman, hablando, alternativamente, en inglés y castellano. 

El uno de diciembre del año 2022, la revista Sight and Sound declaró Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles como la mejor película de todos los tiempos. Una película radicalmente feminista que, a lo largo de sus más de tres horas de metraje, reflexiona sobre el tiempo, las rutinas, el espacio íntimo y el papel de la mujer en la sociedad. Es la primera vez que dicha lista está encabezada por una mujer. Una mujer valiente y arriesgada que, desde sus inicios, allá por 1968, realizó un cine desgarrador y sin concesiones, impregnado de una autenticidad visceral. Una mujer de energía inagotable que desafió a los espectadores con su obra, con su concepción del tiempo y de la vida. Una mujer cuyo suicidio dejó una gran herida en la historia del cine. Una mujer cuyo legado merece ser conservado y puesto en valor, no sólo mediante la proyección de su cine, sino también mediante exposiciones como esta.