FILMORRETRATOS

Kira Muratova — La maestra inigualable del absurdo cinematográfico

El próximo 5 de noviembre celebramos 90 años del nacimiento de la cineasta Kira Muratova según quien el paso entre lo sublime y lo ridículo es sólo uno, y nuestras vidas muchas veces se apiñan en ese pequeño espacio.

Mariana Hristova

Kira Muratova afirma que siempre ha trabajado únicamente por su propio placer y que no le importa si los espectadores idolatran o no a los personajes de sus películas. No se adscribe a ninguna escuela ni movimiento artístico: su cine puede ser interpretado como realista, surrealista y absurdista a la vez. Su película El síndrome asténico (1989), por ejemplo, es un ejercicio estilístico dispar, pero, al mismo tiempo, las personas que estudian la Perestroika afirman que refleja con precisión histórica los detalles cotidianos y la atmósfera de los últimos años de esa época decisiva. En cada una de sus películas podemos encontrar contradicciones, donde coexisten perspectivas insólitas sobre el pasado, el presente y, en general, todo lo que nos rodea.

Los demás directores soviéticos de su generación, incluso Andrey Tarkovski y Alexander Sokurov, están vinculados a otros movimientos y a la tradición del cine de autor de Europa occidental, especialmente a las llamadas películas de monólogo interno. Pero Muratova no se adhiere a esta tendencia. Según el crítico de cine Anton Dolin, en su época solo hay dos «mavericks» en el cine soviético con un nivel de particularidad similar: Aleksey German y la propia Muratova. Sin embargo, esto no significa que sus mundos coincidan: cada uno habita su propio universo.

Lo que se puede decir con certeza sobre Muratova es que no le atraen las grandes narrativas del modernismo ni respeta el canon. Prefiere mezclar géneros y estilos: el melodrama con la comedia negra, la tragedia con lo grotesco, el cine negro con el drama social, la teatralidad con el naturalismo. Tampoco es una típica postmodernista que recicla influencias de autoridades establecidas. De hecho, le gusta reescribir y transformar los conceptos de los grandes autores a través de su propia cosmovisión, pero no como una artista subordinada, sino como una creadora a su altura, que busca el diálogo con sus iguales.

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