La madriguera del proyecto Roedor: una mirada sobre las working girls, la generación perdida del nuevo cine estadounidense
El proyecto Roedor, conformado por Irene Castro y Noah Benalal, se apropia de las costumbres de este diminuto ser para difundir su ánimo de búsqueda, recolección y proyección de cintas escondidas en los márgenes del imaginario colectivo.
El Mus musculus, el ratón doméstico, se desliza por los recovecos de los hogares, tratando de sortear las trabas que el ser humano coloca en su camino con la motivación de construir un refugio, encontrar sustento y proyectar unas cuantas cintas inéditas en salas españolas. El proyecto Roedor, conformado por Irene Castro y Noah Benalal, se apropia de las costumbres de este diminuto ser para difundir su ánimo de búsqueda, recolección y proyección de cintas escondidas en los márgenes del imaginario colectivo. Los días 6, 7 y 14 de febrero, junto con una última proyección pospuesta al 12 de marzo debido a un desafortunado fallo de la copia a proyectar, las pantallas de Cineteca acogen el primer ciclo de este proyecto de programación: Working Girls, la generación perdida del nuevo cine estadounidense.
A mediados de los años 70, como consecuencia de la caída del sistema de estudios de Hollywood, surge el nuevo cine estadounidense, una respuesta directa al encorsetamiento anterior. Los santos de la casa (Savoca, 1993), Las amigas (Weill, 1978), Palabras suaves (Chopra, 1985) y Un pez en la bañera (Micklin Silver, 1998) son testimonios del trabajo de cuatro directoras que trabajan dentro de un sistema de estudios hollywoodiense más cercano al canon fílmico (dominado por la masculinidad) que a la noción de producciones independientes. Sus obras gravitan en torno a las inquietudes, deseos y pensamientos de las mujeres dentro de unas dinámicas familiares concretas, de una percepción del mundo particular, de las problemáticas del desear y ser deseada por la mirada del hombre o del apoyo tan complejo como inamovible que son las amistades entre mujeres. Temas que apelan a un público femenino y que distanciaban, y aún distancian, a estas cineastas del público indiferente al valor, fílmico y moral, de las realidades femeninas.
Como una respuesta divina a mi deseo de visionar la cinta de Weill en mayor calidad que la que un reproductor cuestionable de Internet proporcionaba, el ciclo Working Girls apareció como caído del cielo. Ocupando los asientos de las salas Azcona y Plató de Cineteca, la peregrinación roedora comenzó y, con el obsequio de una pegatina en mano, se dio el pistoletazo de salida a las proyecciones presentadas por Irene y Noah. Ante una sala casi llena, las dos demuestran el profundo trabajo de investigación previo e introducen el contexto que envuelve a las producciones: las dificultades de Nancy Savoca para encontrar una copia de Los santos de la casa; el olvido de Claudia Weill a pesar de la insistencia sobre Las amigas que Stanley Kubrick manifestaba en sus entrevistas; el material de apoyo en autoras como Francine Prose y Joyce Carol Oates y, de nuevo, lo fundamental que es preservar y disponer de estas obras.