Margarita Alexandre — La otra cara de la luna. Una autobiografía de Margarita Alexandre – Una mujer que no se parecía a nadie
Margarita Alexandre es una de las mujeres menos conocidas del cine español. Actriz, productora y directora en los años cuarenta y cincuenta, tuvo una participación importante en la construcción del cine cubano revolucionario.
En el año 2023, con motivo de la celebración del centenario del nacimiento de Margarita Alexandre, se publicó su autobiografía, La otra cara de la luna, y se estrenó en FlixOlé el documental Margarita Alexandre dirigido por Fermín Aio, rodado cuando ella tenía 89 estupendos años. Gracias a este libro y este documental hemos podido recuperar, mejor dicho descubrir, una mujer tan extraordinaria como inesperada. Si a las imágenes de Margarita Alexandre paseando por La Habana, o sentada en un prado en medio del campo, sumamos el relato de su autobiografía, tendremos un retrato completo de una vida que ella no cuenta de una manera convencional. Margarita Alexandre nunca fue convencional en nada, tampoco en sus recuerdos.
Margarita Alexandre nació en León en 1923, su padre era francés, su madre era portorriqueña. Vivió en Madrid hasta el año 1938, cuando la guerra civil obligó a su madre a escapar de la capital con sus tres hijas, Margarita y sus dos hermanas pequeñas, buscando refugio en Valencia. Es en este viaje donde comienza La otra cara de la luna.
Al acabar la guerra, la familia vuelve a Madrid. La joven Margarita, rubia, de ojos claros, tenía 17 años cuando según cuenta: “Me abordaron unos hombres del cine que andaban buscando un rostro para representar a la Inmaculada Concepción de Murillo. De naturaleza curiosa, acepté la prueba del personaje de Tierra y Cielo”. La película de Eusebio F. Ardavín sería la primera de una carrera como actriz que duraría doce años.
Poco después de cumplir 20 años, conoció a un hombre de 42 años que le resultó fascinante, el XII conde de Villamonte Juan José Melgar y Rojas. Siempre dijo que fue una suerte casarse con alguien como Juan José: “No era un amigo, no era un novio y tampoco era un amante, era algo fuera de contexto”. Tan fuera de contexto que cuando le propuso casarse le dijo: “No creo en el matrimonio, pero si después no funciona, cada uno por su lado”. En el libro de memorias, Margarita dedica un capítulo entero a la estrambótica familia de su marido haciendo uso de una fina ironía y un gran sentido del humor casi berlanguiano para describir una clase social, la gran burguesía a la que observaba desde la distancia.
Mientras ella seguía su carrera como actriz, su marido se dedicaba a jugar al bridge. Juan José nunca intentó imponer su voluntad sobre ella, le dejó absoluta libertad para hacer lo que quisiera. Tuvieron dos hijos, Alfredo y Margarita, y cuando llegó el momento de la separación, no sólo no puso ningún problema, sino que la apoyó totalmente. Juan José Melgar y Rojas era, en palabras de Margarita, un ser de otro mundo, un marciano. Pero a pesar de esa libertad, llegó un momento en el que se cansó de esa vida y decidió dar el salto, dejarlo todo: “Sabía que estaba al borde de un precipicio y tenía clara conciencia de por dónde venía el peligro: demasiado joven, demasiado sola, quizás demasiado atractiva para no resbalar sobre un terreno tan movedizo. Supe que era necesario cambiar de rumbo, alejarme de todo aquello, volver a empezar”.