Musidora — La artista total
Musidora será recordada siempre por su emblemático papel de Irma Vep en Los vampiros. No obstante, además de actriz, también pasará a la historia como poeta, escritora, cantante, bailarina, pintora, guionista, productora, directora, feminista, icono para un buen puñado de cineastas y artistas, y figura clave en la recuperación del legado del cine mudo francés.
Musidora (1889-1957), de nombre real Jeanne Roques, nació en París el 23 de febrero de 1889. Decidió utilizar su nombre artístico, que significa “regalo de las musas”, tras su debut en la gran pantalla en 1909, donde apareció en varios cortos, como Las misères de l’aiguille de Raphäel Clamour, en 1913, sobre la difícil situación de la clase obrera francesa.
Hija de un compositor y de una pintora muy activa en la defensa de los derechos de la mujer, actuó junto con la escritora y actriz Colette en la hoy tristemente famosa sala Bataclan, por entonces dedicada a los vodeviles y al teatro de revista. Fue en el Folies Bergère, el templo del cabaret parisino, donde la descubrió el director Louis Feuillade, que sucumbió a su magnetismo y la convirtió en su actriz fetiche. Con él rodó treinta de las setenta películas en las que participó a lo largo de su carrera.
CONOCIDA POR SU PALIDEZ EXTREMA, SUS OJOS AHUMADOS TAN PECULIARES Y SU VESTIMENTA TODA NEGRA, LA ACTRIZ FUE LA CREADORA DE LA ESTÉTICA VAMP.
Los vampiros, un folletín cinematográfico de diez episodios estrenado en 1915, la arrojó a la fama. En él interpretaba el personaje de Irma Vep, una vampiresa que rompió todos los moldes establecidos hasta entonces. En los inicios del cine, cuando el arquetipo femenino era el de un ser angelical e inocente, como el que encarnaban las actrices estadounidenses de largas melenas al estilo de Mary Pickford o Lillian Gish, apareció Musidora que invertía este estereotipo para crear uno nuevo: el de la vampiresa, un look sin precedentes en tiempos de enaguas y corsés. Musidora representaba a la mujer libre, sofisticada, sensual, peligrosa, audaz, de un erotismo casi subversivo y consciente de su poder. Adquiría del mito del vampiro su capacidad de seducción, arrastrando a los hombres bajo su influjo. Cuando se consideraba un escándalo que una mujer llevara pantalón, Musidora aparecía con mallas negras y capucha, adelantándose a las indumentarias características de los superhéroes del cómic. Incluso el maquillaje, lejos de resaltar la feminidad, sorprendía e inquietaba por sus grandes ojos pintados de negro, que le conferían una mirada entre fantasmagórica y felina. Todo el mundo se reconoció en ella, que parecía encarnar una invitación a la rebelión, arrastrando desde la clase trabajadora hasta la dirigente, y pasando por la intelectualidad, como en el caso de los surrealistas, que veían en ella la imagen de la mujer moderna.
Los vampiros, dividida en 10 capítulos, narraba el terror que azotaba la ciudad de París poniendo en jaque a toda la policía. Una organización criminal conocida como “Los vampiros”, sin serlo en sentido estricto y dirigida por el Gran Vampiro y su novia Irma Vep, sembraba el caos con sus asesinatos, robos y secuestros.
Se trata de una obra esencial de vanguardia que marcó el camino hacia el expresionismo que triunfaría en el período de entreguerras. Los recursos narrativos de Feuillade impulsaron las posibilidades del cine como medio de expresión, y la bella y mortífera Irma Vep se convirtió en un personaje muy popular, que influyó en toda una generación de mujeres fatales, con Louise Brooks o Theda Bara a la cabeza.
Convertida en una superestrella, Musidora repitió éxito con otro serial, Judex, en 1916. Mientras, en paralelo, iba construyendo un discurso teórico en torno al cine, cultivando la crítica y el ensayo en revistas especializadas y, desde 1918, empezando a dirigir sus propias películas adaptando textos de su amiga Colette. Sólo dos mujeres antes que ella, Alice Guy y Germaine Dulac, habían logrado hacerse un lugar detrás de la cámara. En 1919 creó su propia productora, Société des Films Musidora, con la que se trasladó a España para rodar La capitana Alegría (1920), Por Don Carlos (1921), Sol y sombra (1922) y La tierra de los toros (1924), estilísticamente muy ambiciosas y todavía hoy sorprendentes por su modernidad. Fue en tierra española donde se enamoró de un rejoneador español, Antonio Cañero, que llegó a participar en varias de estas producciones.
Musidora encontró en España mayor libertad e independencia para desarrollar su trabajo, consiguiendo que sus películas fueran más originales y personales, aunque su repercusión comercial fuera más bien limitada. Terminada su relación con Cañero, regresó a Francia. Un posterior matrimonio con un médico amigo de la infancia, con el que tuvo un hijo, la tuvo apartada del cine para volcarse en el teatro. Divorciada en 1944, se centró en la literatura y escribió novelas, así como obras de teatro y numerosas canciones y poemas.
En la década de los 50, vivió en la pobreza hasta ser descubierta por Henri Langlois, fundador de la Cinemateca Francesa, donde pasó sus últimos años trabajando en la preservación y documentación del patrimonio fílmico al que tanto había contribuido. La polifacética Musidora murió el 7 de diciembre de 1957. Rodeada de una aureola mítica, Musidora no fue sólo la actriz que hizo célebre la estética vamp, fue además una gran artista que quedó eclipsada, en parte, por la fama de su propio personaje. No existen pretextos para no celebrarla y reivindicarla, pero la serie Irma Vep de Olivier Assayas, que puede verse en HBO Max, nos demuestra una vez más que Musidora sigue más viva que nunca.