Patricia Reyes Spíndola — La gran dama del cine mexicano
Actriz, productora y directora mexicana, su trayectoria en el cine comienza en 1974 con la película El señor de Osanto de Jaime Humberto Hermosillo. Ha trabajado en más de 70 títulos, entre ellos, algunos de los más importantes del cine latinoamericano de las últimas cinco décadas. La gran dama del cine mexicano estuvo de visita en Barcelona, acompañando a la directora Ana Díez, para presentar en la Filmoteca de Catalunya A quien cierra los ojos. Era el día de su cumpleaños y estaba feliz de visitar la ciudad.
Ana Díez y tú sois las primeras personas que entrevistamos para Filmtopia, una plataforma multimedia enfocada a hablar del cine realizado por mujeres y sobre mujeres en un sentido muy amplio. Pensamos que es necesario hablar del pasado, el presente y el futuro del cine hecho por mujeres y, en este contexto, tu trayectoria es perfecta puesto que abarcas el pasado, el presente y, sin duda, el futuro. ¿Qué te parece la idea?
Primero quiero felicitarles y desearles mucha suerte. Me halaga mucho que seamos de las primeras y espero que les traigamos la suerte que se merece una plataforma como esta. No hay muchos espacios en los que realmente se hable del cine de las mujeres. Sabemos que siempre ha sido algo relegado. Pienso en Matilde Landeta, que tuvo que vestirse de hombre para entrar en el sindicato y utilizar las credenciales de su hermano. Se vestía con la ropa de su hermano para ser script en sus películas porque no aceptaban a mujeres. Durante mucho tiempo fue a trabajar vestida de hombre. No hizo mucho cine, pero tuve la oportunidad de hacer una película con ella, Nocturno a Rosario, con la que fuimos a San Sebastián y otros festivales. Pero siempre iba como invitada, nunca a concurso. Fue una pionera del cine mexicano, como Marcela Fernández Violante, que también fue directora. Ahora está mucho más abierto. Acabo de hacer una película en la que la directora de fotografía era una mujer. Hablé con ella, pero apenas decía nada, sólo quería filmar. Luego me comentó que ella estaba detrás de la cámara y no sabía qué decir. Pues eso, que es raro que den a chicas jóvenes la oportunidad de estar, pero bueno, iremos aprendiendo.
¿Hay muchas mujeres haciendo cine en México?
Pues muchas no, pero siempre existe alguna presencia, tuvimos a Lucy Cortez, a María Novaro. Siempre hay alguna. Pero en el tiempo que un hombre puede hacer tres películas, una mujer quizás hace una.
Estás en Barcelona por un motivo muy concreto: presentar la película que has hecho con Ana Díez, A quien cierra los ojos. Siempre te ha gustado trabajar con gente distinta, con ideas nuevas, como lo es la promoción de esta película, que puede calificarse de atípica.
Terminamos la película una semana antes de que nos confinaran por la pandemia y se detuvo la postproducción. Ana se movió mucho para que la editara alguien como Teresa Font. De la promoción, no había nada planeado. Escribí a Ana y le dije: “Mira, he trabajado mucho este año y me iré de vacaciones un mes a España, cojo el hotel por un mes y me quedaré allí. No voy a moverme”. Me comentó que podíamos hacer algo con la película. Yo le dije que la única relación que tenía para poder presentarla era Casa de América. Ella fue la que logró todo lo demás. He estado con ella desde el principio porque hicimos un clic muy bonito y siento que es nuestra película.
“EN MÉXICO NO FUNCIONÓ EL #METOO, NADIE SE ATREVIÓ A DECIR NADA, CUANDO HABÍA MUCHAS ACTRICES QUE PODÍAN HABERLO HECHO SE CALLARON POR MIEDO A QUEDARSE SIN TRABAJO. A MÍ, COMO NUNCA ME OCURRIÓ NADA, NO HABLÉ. QUIZÁS PORQUE SIEMPRE HACÍA DE POBRE, VIEJA Y FEA, ¡NUNCA TUVE PROBLEMAS!”
Naciste en Oaxaca en 1953 y desde muy pequeña supiste que querías ser actriz. Eres una actriz totalmente vocacional.
Desde que tengo uso de razón, siempre decía que quería ser actriz, imitaba a las cantantes pero desafinaba cuando lo hacía. Veía mucho cine mexicano, me eduqué con todas las películas en blanco y negro del cine de oro de México. Pero además, tuve la gran fortuna de vivir encima de un cine, el Cine Polanco. Yo bajaba a ver todas las películas que ponían y muchas veces ni me cobraban. Comía en aquella época unos pastelitos que se llamaban gansitos y el portero me decía: “Pásale gansita”. Veía la misma película tres y cuatro veces. 101 dálmatas no sé cuántas veces la vi, me sabía los diálogos. Justo en la esquina había otro cine llamado Cine Ariel y también iba siempre que podía. Y ya de adulta, vivo cerca del Centro Cultural Bella Época donde pasan ciclos de películas antiguas y aprovecho cualquier momento para ir a ver alguna.
Tenías 21 años cuando hiciste tu primera película, pero te hiciste famosa haciendo televisión. Has hecho y sigues haciendo mucha televisión, puede decirse que eres una de las reinas de las telenovelas.
Empecé en televisión diez años después de empezar mi carrera. Me encanta que digas que soy una reina de la telenovela porque, desde que era joven, he hecho personajes de pobre, vieja y fea. Así era como definían a mis personajes en la biblia de las series. Yo he sido la madre de actores que tenían diez años más que yo. Me pintaban canas y arrugas para hacer estos personajes. Ahora tardan menos en maquillarme, casi sólo me ponen maquillaje en polvo, ¡y ya estoy lista! Estuve muchos años en exclusiva en Televisa y le estoy muy agradecida porque gracias a estas telenovelas me conocieron en todas partes. Cuando terminó la exclusiva, formé un grupo con actores de mi generación, nos llamábamos Talento Libre Latino, abriéndonos a trabajar en otras cadenas. Fue fantástico, sentí que habíamos vivido siempre en Disneylandia y fuera estaba Las Vegas. Empezamos a trabajar en plataformas, trabajé en Colombia, acabo de terminar una serie de seis meses en Miami. He hecho muchas series donde ya no interpreto los papeles tradicionales que me encargaban en televisión, que me pagaba mensualmente por hacer siempre lo mismo: la criada, la niñera, la que conoce los secretos. Eran buenos papeles, pero siempre de ese tono porque no era rubia y de ojos claros, y por eso nunca podía ser la rica. Cuando salí de Televisa, me di cuenta de que no era lo mismo pedir el café que llevarlo yo.
En 1974, con 22 años, Patricia coincide con Jaime Humberto Hermosillo en la película El señor de Osanto. Un año después, es el chileno Miguel Littin el que le ofrece un pequeño papel en Actas de Marusia. Felipe Cazals la convierte en una de las víctimas de Las Poquianchis, antes de darle el papel protagonista de Los motivos de Luz con la que gana su primer premio Ariel en 1985.
Empezaste en el cine con Juan Humberto Hermosillo, hiciste películas importantes con Felipe Cazals. Son filmes que coinciden con lo que se llamó el nuevo cine mexicano. ¿Cómo era este cine y cómo es el novísimo cine mexicano?
Yo empecé trabajando de actriz en películas rodadas en super-8. Siempre estuve delante de la cámara; había festivales de películas de super-8. Yo he festivaleado desde que tengo 17 años con mis películas de super-8. Luego pasé a los 16 milímetros y después a los 35 milímetros. Diez años más tarde entro en televisión y, mientras tanto, hago mucho teatro en la Compañía Nacional y en otra compañía muy importante que dirigía un director español, Manuel Montoro, que se llamaba Compañía Veracruzana y que tenía mucho prestigio. Y, de repente, empiezo a ir a castings de películas y empiezo a trabajar en películas como Actas de Marusia, de Miguel Littin, en 1975. Se habla de nuevo cine mexicano en las cinco décadas que llevo trabajando, pero estoy cumpliendo 52 años de actriz. El cine es siempre nuevo. Y esto está bien. Son nuevos talentos, nuevos directores, nuevos guionistas, nuevos formatos. Este nuevo cine mexicano de los 70 era un cine social que apoyó mucho el presidente Luis Echeverría durante el sexenio de 1970 a 1976. Su hermano era el director del Banco Cinematográfico y con él se hizo mucho cine como este: El apando, Las Poquianchis… Era un cine social. Cuando él sale, entra otro presidente que estaba casado con una actriz vedete y empieza a hacerse otro tipo de cine. Yo me dije: «Ya no volveré a hacer cine porque no tengo cuerpo para hacer estas películas». Dejé de hacerlo porque, efectivamente, en este sexenio no se hizo cine social. Y, después, vuelve otra vez el nuevo cine mexicano y me vuelven a llamar. Volvimos a entrar mucha de la gente que había trabajado antes. Muchos directores del cine anterior que no trabajaron en ese sexenio también volvieron. Ha sido siempre algo cíclico.
En 1988, Patricia trabaja con Arturo Ripstein y Paz Alicia Garciadiego en la primera de las trece películas que rodarían juntos a lo largo de treinta años de colaboración. Entre Mentiras piadosas y El diablo entre las camas, hay títulos inolvidables como La mujer del puerto, La Reina de la Noche, El evangelio de las maravillas, La perdición de los hombres, Así es la vida…, El carnaval de Sodoma, La calle de la amargura…
¿Cuándo conociste a Arturo Ripstein?
Ripstein dirigió televisión hace muchos años e hicimos juntos una telenovela educativa para enseñar a leer a los adultos. Lo conozco desde entonces. También hice telenovela con él y programas como Mujer, casos de la vida real con Silvia Pinal. Empecé a hacer cine con él y tengo la fortuna de haber estado en sus trece películas. Tengo quizás 62 o 63 películas en mi carrera, unas buenas, unas malas, unas malísimas, unas buenísimas. Siempre me dicen que elijo muy bien a los personajes. Pero yo he trabajado con luchadores, con boxeadores, y a todo decía que sí. Pensaba que todo me servía de práctica para cuando me cayera un buen papel: aprendí a estar delante de la cámara, cómo encontrar la luz, llegar a mi marca. Soy una apasionada de lo que hago, siempre digo que esta profesión se hace con “Pasión, Paciencia y Disciplina”. Es mi lema.
Con Arturo y Paz has construido una de las relaciones más poderosas del cine mexicano.
Les estoy muy agradecida porque gracias a ellos estoy hoy aquí. Y gracias a ellos me conocen en Europa. En Latinoamérica me conocen por televisión, pero ellos me abrieron el camino de los festivales: Venecia, San Sebastián… Les estaré agradecida siempre. Yo soy actriz de director y, por eso, me entiendo con Arturo porque él no quiere que cambies ni una coma de lo que ha escrito Paz. Yo me dejaba, como decimos en México: “flojita y cooperando”.
Arturo y Paz te han maltratado mucho en su cine. ¿Por qué has dejado que te maltraten tanto? Eres una de las mujeres más elegantes del cine mexicano, pero no tienes problemas en meterte en la piel de mujeres mal vestidas, despeinadas, pobres y desgraciadas. Mujeres extremas siempre al límite del abismo. ¿Qué te atrae de estos personajes y cómo trabajas con ellos?
Mira, te seré muy sincera, no creas que los elijo. Son los que me llegan y me gustan. Creo que, en todos estos años de carrera, nunca he dicho que no a un personaje, porque cuando me llegan pienso que es un pequeño milagro hacer la película. Los interpreto y después resulta que son personajes muy duros o muy difíciles. Si te dejas guiar por el director y respetas el guion, consigues cosas importantes. En cuanto a Arturo, no es fácil trabajar con él, pero hay algo que yo quiero de su cine que no es sólo lo que ves en la pantalla. En el set consigue crear una atmósfera como si estuvieras en una iglesia, no se habla de otra cosa, todos estamos clavados en lo que estamos haciendo, hay un silencio absoluto que no ves en otras películas donde deben estar gritando veinte veces silencio. Con él no, con él hay siempre mucho respeto, lo cual es muy bonito.
Tú nunca has sido una actriz convencional ni se te puede encasillar en ningún estereotipo. Se te puede alinear con actrices/mujeres fuertes, físicas y diferentes. Pienso en Bette Davis, por ejemplo.
Yo creo que el ego es como el colesterol. Existe el ego bueno y el ego malo, como hay colesterol bueno y colesterol malo. Yo, la verdad, me considero una mujer de mi tiempo, agradecida con cada proyecto que me llega. Cuando la gente dice cosas de mí, a veces incluso me avergüenzo, es mi trabajo. No quiero parecer falsamente sencilla, pero es la verdad, yo me detengo en la calle para hacerme una foto con quien me lo pida. Gracias a la gente sigo vigente. Me acuerdo cuando empecé en televisión, me detenían en la calle y le preguntaba a mi madre: “¿Es parienta?”. “No, es por la novela”. Siempre pensaba que eran parientes o amigos de mis papás. Agradezco mucho a la gente que reconoce mi trabajo. Cada día me despierto y doy gracias. Gracias que estoy viva, gracias a que tengo trabajo. Gracias a que estoy pasando un cumpleaños completamente inesperado. Yo pensaba estar en Madrid de vacaciones, con mis amigos. Y, de repente, Ana me dijo: “La proyección en Barcelona es el día de tu cumpleaños”. Y le dije que qué mejor regalo que pasarlo presentando una película mía en Barcelona.
Eres una mujer que te has reinventado muchas veces, pero también has sabido hacerte mayor muy bien. No es fácil eso de hacerse mayor delante de la cámara.
Yo me doy cuenta cuando veo las películas. Me despierto sintiéndome chica y, cuando veo la película, digo: “¡Ah, pues sí que se me nota que he cumplido 69 años!”. Pero está bien, a mí me parece que es el ciclo de la vida y que cada etapa hay que vivirla como es debido y agradecer a cada personaje, y que sigan pensando en mí después de 52 años de carrera y con 69 años.
Tampoco has tenido miedo de desnudarte, incluso ahora, porque Ripstein se atreve a desnudarte en la última película, El diablo entre las piernas.
Nunca pensé que a mi edad me desnudarían. Tengo muchos tatuajes, pero todos en lugares donde a mi edad ya da igual. El primero me lo hice a los 50 años en un pie. Después me fui haciendo algunos de más tamaño, y después en la espalda me tatué unas aletas y un texto que dice: “Que sea infinito mientras dure”, pensando: “¿Quién me desvestirá a esa edad?”. Y, de repente, ¡zas!, Arturo. Alguno ya se había visto en La calle de la amargura, otros me los habían tapado, pero Arturo nunca me había visto los de la espalda y se puso furioso. Le dije: “Arturo, ¿quién podía pensar que me desvestirían a mi edad?”. Así que me los taparon, pero se sorprendió al ver que tenía un tatuaje tan grande, una nube rosa con un angelito volante. No es fácil desvestirse a ninguna edad.
Entregada a la enseñanza, Patricia fundó en 1991 una academia de actuación, M&M Studio. Ambas “M” son de motivación y mejora. Actualmente, cuenta con cuatro sedes repartidas por toda la ciudad de México. En su página web podemos leer: “Un actor sin disciplina es un actor sin talento” y en la presentación de la escuela, Patricia escribe: “Hoy toda la energía y el amor a mi profesión de actriz se canaliza por medio de la docencia y este proyecto personal que tiene por nombre M&M Studio”.
Dedicas mucho tiempo y esfuerzos a la enseñanza. Para ti es muy importante tu escuela de interpretación. «Pasión, Paciencia y Disciplina» es tu lema. ¿Qué le transmites a tu alumnado?
Siempre digo que lo único que quiero es formar intérpretes. Quizás van muchos que no quieren serlo, pero les digo que les servirá para su vida. Es como si tuviera unas macetas y planto unas semillas. Todos los que imparten clases somos actrices y actores trabajando. Quiero crear actores un poco al estilo de la vieja guardia, con pasión, paciencia y disciplina. Hoy la juventud llega tarde y nos tienen a todos esperando. En mi escuela es muy fácil entrar, no pido nada, pero también es fácil salir. A la tercera falta te doy las gracias y no te dejo volver. En la vida profesional te echan del trabajo si no llegas a la hora y haces perder tiempo.
Viviendo en un país como México y, desde tu perspectiva personal y profesional, ¿has sufrido machismo?
En mi caso no, y eso que he trabajado con los más “machos”, como Emilio Fernández. Creo que para los actores y las actrices no hay tanto machismo. Pero es cierto que los directores son mucho más exigentes con las actrices que con los actores. Aquí me digo: “Mmm, quizás nos equivocamos a la vez y a la única que riñen es a mí”. Yo creo que el machismo, a nosotros se nos nota más, pero también aquí hay mucho machismo de otra forma, también entre los alemanes. Por lo general, en el mundo hay muchos machos, sólo que en diferentes idiomas. Ahora las mujeres se han empezado a liberar un poco y ya no se dejan. En México no funcionó el #MeToo, nadie se atrevió a decir nada, cuando había muchas actrices que podían haberlo hecho se callaron por miedo a quedarse sin trabajo. A mí, como nunca me ocurrió nada, no hablé. Quizás porque siempre hacía de pobre, vieja y fea, ¡nunca tuve problemas!
Últimamente, ha habido un enorme incremento de mujeres en el cine, al menos en España, aunque estamos lejos de la paridad y de la igualdad. Las directoras de esta generación hablan de una red de colaboración, de ayuda, de apoyo entre ellas a la hora de hacer películas. ¿Cómo lo ves?
Son muy generosas y apoyan a las que van llegando. María Novaro apoya mucho y trata de ayudar a las que empiezan. Esto dice mucho de una generosidad entre mujeres, más entre las directoras. Entre las actrices, como siempre hace falta la madre, la tía, la abuela, la prima, el amante, se nota menos la solidaridad. Se nota más entre las directoras.
Y ya para terminar, ¿qué te queda por hacer y qué te apetecería hacer?
Seguir trabajando, pero tener tiempo. No quiero vivir en Ciudad de México. Me hice una casa en San Miguel de Allende y quiero vivir allí. Y, cuando me llamen para trabajar, ir a donde haga falta. Seguir trabajando pero vivir fuera de la ciudad.
Barcelona, 11 de julio de 2022 (Filmoteca de Catalunya).