D’A 2024 — Premio D’A para Alice Rohrwacher: Celebración de una cineasta inclasificable
El año pasado, como novedad, el D´A Festival de Cine de Barcelona creó el Premio anual D´A para reconocer la trayectoria de cineastas independientes. En 2023 lo recibió Céline Sciamma y este año se ha premiado a otra directora igualmente creativa y personal: la italiana Alice Rohrwacher.
El año pasado, como novedad, el D´A Festival de Cine de Barcelona creó el Premio anual D´A para reconocer la trayectoria de cineastas independientes. En 2023 lo recibió Céline Sciamma y este año se ha premiado a otra directora igualmente creativa y personal: la italiana Alice Rohrwacher, autora de una corta pero potente filmografía con tan solo cuatro largometrajes y cinco cortos que la han colocado entre las más importantes realizadoras del cine del siglo XXI.
No hace falta tener una larga filmografía ni llevar muchos años haciendo cine para que el trabajo sea reconocido y valorado con un premio de la categoría del que otorga por segundo año el D’A. Basta con tener una personalidad y una mirada propia, inconfundible y distinta, una mirada que construya un imaginario que se identifica rápidamente en su originalidad. Eso es lo que tiene la directora italiana Alice Rohrwacher, nacida en 1981 en Fiesole, cerca de la ciudad de Florencia. A pesar de su apellido, el cine de Alice Rohrwacher es profundamente italiano. Bebe tanto de las fuentes clásicas del neorrealismo, en especial del humanismo de Roberto Rosellini y el costumbrismo de Vittorio De Sica, como de los mitos ancestrales etruscos, primitivos habitantes de la Toscana y protagonistas en cierta manera de su último trabajo La quimera.
La carrera de Rohrwacher comienza en el 2011 con Corpo celeste, filme seleccionado en la Quincena de Cineastas del Festival de Cannes del 2011 que, aunque no llamó demasiado la atención, sí que despertó la curiosidad de una parte de la crítica que supo apreciar pinceladas de una personalidad propia. En 2014 rueda El país de las maravillas donde se ve muy claro que la joven directora ha consolidado un lenguaje que parte de Fellini para contar una fábula rural sobre un estilo de vida en decadencia, concretamente la de una familia muy peculiar que vive de la producción de miel. Cuando llega un equipo de grabación de un concurso de televisión que quiere recuperar las tradiciones de la zona y, además, le envían a un joven delincuente para que lo acojan a través de un programa de reinserción, todo se desestabiliza.
Se trata de una película indirectamente autobiográfica. Aunque ni la historia ni los personajes se basan en hechos reales, sí que está ubicada en la región donde nació la directora. Ella conocía la apicultura de primera mano, y también sabía mucho sobre ambientes multiculturales. Rohrwacher es italoalemana, al igual que la familia que nos presenta en el filme. Además, la actriz que interpreta a la madre es su propia hermana, Alba Rohrwacher, lo que aún le añade un mayor aspecto personal al proyecto.
El país de las maravillas del título es el nombre del programa, una clara parodia de los habituales espectáculos televisivos de la televisión italiana, en los que una presentadora atractiva, interpretada por Mónica Bellucci, trivializa sobre todo tipo de temas. Pero en el filme hay otras maravillas, como la naturaleza, los animales y los insectos, el placer del verano o los secretos de la infancia. Y todo está relacionado con la extraña vida que llevan las niñas, a caballo entre una libertad salvaje y una esclavitud laboral infligida por el padre. Para Rohrwacher, el campo es un sitio en permanente lucha entre la tradición y la modernidad, entre la inmovilidad y el cambio. Y sus habitantes, sobre todo los que tienen trabajos tan duros como la agricultura o la apicultura, son casi especies en vías de extinción. La cineasta mezcla con cierta sensibilidad el realismo, a veces sucio, con algunos toques poéticos.
En este momento, Alice Rohrwacher es ya un nombre que empieza sonar entre los festivales, de hecho, ganó el gran premio del jurado en el Festival de Cannes, a pesar de que aún no había calado en el público.
EL CINE DE ALICE ROHRWACHER ES PROFUNDAMENTE ITALIANO. BEBE TANTO DE LAS FUENTES CLÁSICAS DEL NEORREALISMO, EN ESPECIAL DEL HUMANISMO DE ROBERTO ROSELLINI Y EL COSTUMBRISMO DE VITTORIO DE SICA, COMO DE LOS MITOS ANCESTRALES ETRUSCOS, PRIMITIVOS HABITANTES DE LA TOSCANA Y PROTAGONISTAS EN CIERTA MANERA DE SU ÚLTIMO TRABAJO LA QUIMERA.
Esto sucederá con su tercer largo, el magnífico Lázaro feliz, encantadora fábula poética que, a veces, parece una puesta al día del neorrealismo mágico de Milagro en Milán, de Vittorio De Sica, ambientado en un espacio de ensoñación entre el campo y la ciudad. Con Lázaro feliz, Rohrwacher se consagró como una de las directoras contemporáneas más importantes de Europa, heredera de un cine humanista que representaban muy bien cineastas que ella reconoce como modelos: Rossellini, Pasolini y De Sica. La película ganó el premio al mejor guión en el Festival de Cannes y el premio especial del jurado, el de la crítica y el del jurado joven del Festival de Sitges.
El origen de esta curiosa historia proviene de una noticia en el diario en la que se explicaba cómo una marquesa mantuvo recluidos y explotados a los campesinos de sus tierras para que ignoraran que se había prohibido la aparcería. Rohrwacher empezó a imaginar una fábula en torno a esta situación, encabezada por Lazzaro, un adolescente bueno, capaz con su inocencia de convertirse en un santo sin serlo.
Lázaro feliz, un film extraño y fascinante, atemporal y estrafalario, explica de forma amable, pero no menos crítica, la devastación que ha supuesto en algunos lugares lo que Rohrwacher define como el paso de una edad media histórica a una edad media humana: el fin de una cultura rural que ha arrastrado a los campesinos a una migración urbana que los desarraiga sin ofrecerles una alternativa de vida.
La película está rodada en 16 mm y la cámara de Hélène Louvart, una directora de fotografía bien conocida en nuestro país por sus trabajos con Marc Recha o en Petra de Jaime Rosales, consigue crear una atmósfera que se mueve entre el realismo y la fantasía con saltos temporales incluidos. Quizá sea esta mezcla extraña la que nos hace pensar en Milagro en Milán, de Vittorio De Sica, con un protagonista, Totó, que es un claro antecedente de Lazzaro en cuanto a su generosidad e ingenuidad.
El lunes 8 de abril a las 17:15, Alice Rohrwacher presentará en el Teatro del CCCB su cuarto y último trabajo, La quimera, en el que cuenta, como en todos los demás, con la inestimable colaboración de la directora de fotografía Héléne Louvart. Espiga de Plata en la Seminci de Valladolid, La quimera es, en palabras del festival, “una fábula sobre un buscador de tesoros con un don: saber dónde están, gracias a su capacidad para detectar vacíos aparentemente invisibles. Una alegoría que son muchas, de una grata, pero engañosa ligereza, protagonizada por Josh O’Connor, Isabella Rossellini y Alba Rohrwacher”.
Al día siguiente, el martes 9 de abril a las 17:45, la directora mantendrá un diálogo en torno a su obra con el crítico de cine Manu Yáñez en el Teatro del CCCB donde se le hará entrega del premio.