Crítica — Saltburn: Un joven poco prometedor

La primera película de Emerald Fennell, Una joven prometedora, fue un título profético: la joven prometedora resultó ser la propia Emerald Fennell. Nacida en Londres en 1985, debutó en el 2020 con Una joven prometedora, pero antes ya se había dado a conocer como showrunner de la segunda temporada de la magnífica serie Killing Eve. Con esta segunda película, Fennell confirma que ya no es una joven prometedora, sino una directora a la que debemos tener en cuenta.

Después del éxito de su primera película con la que ganó el Óscar al mejor guion original en 2020, y de la polémica que provocó a favor y en contra de sus postulados al presentar un personaje femenino muy poco convencional, la directora británica se enfrentaba al reto de una segunda película sin repetirse y alejándose en lo posible tanto de la joven prometedora como de la serie Killng Eve. El resultado es este film desconcertante y desagradable, una comedia negra de tintes sombríos llenos de humor siniestro que por sus personajes y sus escenarios nos recuerda a obras anteriores y, sin embargo, acaba siendo absolutamente original.

De entrada es una historia de hombres en la que sentimos la mirada de una mujer. Estamos cansadas de ver películas de mujeres (algunas muy buenas) hechas por hombres. Fennell se atreve a lo contrario: hacer una película de hombres contada por una mujer. Que la acción suceda en el 2006 no es fortuito. Fennell necesita situar su historia distanciada de la realidad de ahora mismo. La Gran Bretaña posbrexit y pospandemia no le sirve para contar la aventura de este arribista sin escrúpulos, capaz de cualquier cosa con tal de triunfar en el mundo.