Crítica — Selftape
Una de las principales virtudes de Selftape es la claridad meridiana con la que expone la naturaleza estructural del abuso continuado a las actrices jóvenes en la cultura audiovisual contemporánea.
Selftape
Año 2023
País España
Dirección
Joana Vilapuig
Mireia Vilapuig (creadoras)
Bàrbara Farré (directora)
Guion
Joana Vilapuig
Mireia Vilapuig
Carlos Robisco Peña
Clara Esparrach
Ivan Mercadé
Producción
Filmin
Filmax
Reparto
Joana Vilapuig (Joana)
Mireia Vilapuig (Mireia)
Marc Ribera (Rubén)
Fotografía Lucas Casanovas
Montaje
Ona Bartolí
Ester Román
Música Clara Aguilar
Distribución Filmin
Duración Seis episodios de 35 min
Fecha de estreno 4 de abril de 2023
Sinopsis
Sigue a las actrices y hermanas españolas, Joana Vilapuig y Mireia Vilapuig, quienes, en un toque personal, encontraron la fama como actrices adolescentes.
Selftape
Año 2023
País España
Dirección
Joana Vilapuig
Mireia Vilapuig (creadoras)
Bàrbara Farré (directora)
Guion
Joana Vilapuig
Mireia Vilapuig
Carlos Robisco Peña
Clara Esparrach
Ivan Mercadé
Producción
Filmin
Filmax
Reparto
Joana Vilapuig (Joana)
Mireia Vilapuig (Mireia)
Marc Ribera (Rubén)
Fotografía Lucas Casanovas
Montaje
Ona Bartolí
Ester Román
Música Clara Aguilar
Distribución Filmin
Duración Seis episodios de 35 min
Fecha de estreno 4 de abril de 2023
Sinopsis
Sigue a las actrices y hermanas españolas, Joana Vilapuig y Mireia Vilapuig, quienes, en un toque personal, encontraron la fama como actrices adolescentes.
Tiene lógica que Selftape finalice con las hermanas Joana y Mireia Vilapuig, creadoras y protagonistas de la serie, teniendo que ponerse de acuerdo para llevar, entre las dos, una pesada carga: un sofá que están intentando trasladar de una habitación a otra de su piso. Al fin y al cabo, esta es una ficción serial que aborda, entre muchísimas otras cosas, los pesos, reproches y culpas compartidos que forman parte de toda relación familiar y, en particular, de toda relación fraternal. Joana y Mireia no son, sin embargo, unas hermanas cualquiera, sino que, como deja bien claro el apabullante archivo audiovisual y familiar que Bàrbara Farré ―directora de los seis episodios de Selftape, así como del premiado cortometraje La última virgen― maneja con maestría, entre 2011 y 2013 fueron las hermanas más famosas de Cataluña, gracias a su participación en la película Héroes y, sobre todo, en la serie Polseres vermelles, todo un fenómeno que catapultó a la fama a Joana y, en menor medida, a Mireia.
En Selftape, ambas hermanas encarnan versiones ficcionadas de ellas mismas para explorar, de forma frontal y sin evitar situaciones y reflexiones incómodas (la incomodidad es, de hecho, una de las características centrales de la serie), la decepción y el vacío que siguieron a ese momento de gloria; el modo en el que, tras protagonizar una de las series juveniles más populares de las últimas décadas en España, los teléfonos de Mireia y Joana dejaron de sonar, las oportunidades dejaron de llegar. Una década después, ambas se colocan frente al espejo de su supuesto fracaso y, en un implacable ejercicio de reflexión memorística ―apoyado por una ingente cantidad de material de archivo, conformado por innumerables vídeos domésticos de ellas cuando eran solo unas niñas, pero también por reportajes o entrevistas televisivas o por las selftapes (o pruebas de casting en formato vídeo) grabadas durante años por las mismas protagonistas― consiguen, por un lado, lanzar una mirada sombría hacia ese pasado que nunca fue tan brillante, y, por otro, ajustar las cuentas con un presente repleto de abusos y humillaciones.
La principal fortaleza de Selftape, una de sus principales virtudes, es la claridad meridiana con la que expone la naturaleza estructural del abuso continuado a las actrices jóvenes en la cultura audiovisual contemporánea. Las vejaciones que sufren las Mireia y Joana de la serie, en el inicio de su treintena, por parte de directores, productores o directoras de casting ―cosificándolas, reduciéndolas a un cuerpo que es valioso para la industria cuando es deseable y que es desechable si no lo es; o sometiéndolas a interrogatorios sobre su vida privada que no tienen nada que ver con el personaje que van a interpretar― están conectadas, vía material de archivo, con vergonzantes entrevistas televisivas pretéritas donde a Mireia, con solo doce años, se le pregunta en directo por el hecho de que haya recibido su primer beso (¡!) frente a las cámaras. Es en este doble salto mortal que conecta ficción y vida, presente y pasado, con el objetivo evidente de denunciar y sacar los colores a una industria audiovisual perfectamente imbricada en un contexto patriarcal, que tritura cuerpos y conciencias sin importar su edad, donde la serie alza el vuelo, siendo tremendamente efectiva en su descripción de un sistema desalmado que fomenta la competición no sólo entre amigas o compañeras de profesión, sino también entre hermanas.
«UNA DE LAS PRINCIPALES VIRTUDES DE SELFTAPE ES LA CLARIDAD MERIDIANA CON LA QUE EXPONE LA NATURALEZA ESTRUCTURAL DEL ABUSO CONTINUADO A LAS ACTRICES JÓVENES EN LA CULTURA AUDIOVISUAL CONTEMPORÁNEA»
La serie resulta menos convincente cuanto más se aleja de la experiencia personal de las protagonistas y entra en el terreno de la pura ficción, como se atisba en los episodios del cumpleaños paterno o aquel en el que Joana se cuela en un hotel de lujo. Estos desvíos ficcionales sirven, sobre todo, para subrayar aún más la potencia de la base experiencial sobre la que se sustenta en gran medida Selftape, y que tiene en esa compleja relación fraternal, caracterizada por una tóxica competitividad generada por un sistema cruel, su centro emocional.
El trayecto que las hermanas Joana y Mireia Vilapuig llevan a cabo a lo largo de seis episodios va de un distanciamiento gélido, marcado por los reproches y los celos, a un reconocimiento mutuo y a una comunión fraternal ―a la construcción de una relación marcada por la sororidad, al fin y al cabo― encarnados en esos tres abrazos (en la bañera, en la parada del autobús, en la emocionante escena que imbrica ficción y realidad del último episodio) que jalonan Selftape de forma significativa. Es de este modo que el último plano de la serie, en el que Mireia y Joana deben trasladar entre ambas un pesado sofá, cobra todo el sentido: la carga (de la fama, de su ausencia, de la precariedad y la incerteza laboral, de los abusos y humillaciones, de las vejaciones y los prejuicios) es menor, o al menos es más soportable, si es compartida.