SEMINCI — Las manos que delimitan: crónica de la 69.ª edición de la Semana de Cine de Valladolid
«Herrera confecciona un modelo relacional fugaz que gira en torno al eje de la normalización de una violencia intrínseca al acto sexual y a una vulneración de la voluntad femenina. El walk of shame de Inés construye, a través de la cercanía de la cámara a sus facciones y movimientos, una meditación silenciosa y arrebatada sobre los eventos ocurridos hace escasos minutos».
Sasha escucha la voz que guía la colocación de la cinta adhesiva azulada que delimita el espacio en el que la joven colocará una de sus obras. En un ejercicio observacional, el plano elegido por las austriacas Milena Czernovsky y Lilith Kraxner es, a su vez, delimitado por la cinta adhesiva mientras Sasha selecciona, dentro de la ficción, la escena que nos permitirá observar. Con la cámara estática como anclaje y el fuera de campo como terreno habitado, la audiencia, en silencio y presente, escucha los movimientos y las acciones de las mujeres mientras la mirada se mantiene fija en una cama deshecha o una ventana que permite la entrada de una luz blanquecina. El carácter inmóvil de los largos planos secuencia y las secuencias como experimentos que apelan a la presencia del público conforman los apenas ochenta minutos de Bluish, la mención especial del jurado dentro de la sección Alquimias. En un sugerente plano de varios minutos, Errol se acuesta tras una noche de fiesta. Mientras observamos a la joven arroparse y colocarse los auriculares comienza a sonar una voz que guía la meditación. Una mano apaga el interruptor de la lámpara y la escena se apaga. La voz continúa y el plano se torna subjetivo, en la oscuridad tras los párpados de la joven durmiente.
Si el segundo largometraje de las cineastas austriacas supone uno de los destellos de esta 69.ª edición de la Seminci, celebrando los instantes de la cotidianidad urbanita que las jóvenes capturan a raíz de experiencias propias, la ficcionalización de las vivencias de la americana Tracey Laymon convierte su Bob Trevino likes it en una suerte de biopic aferrado a melodías lacrimógenas y lugares comunes. Alzándose con el premio del público de la Sección Oficial Internacional, la penitencia de una figura paterna ausente en el plano emocional recae en la joven Lily, adentrándose en una sesión de terapia en la que, dentro de los códigos de la comedia, la profesional acaba ahogada en lágrimas. La tecnología sostiene un gran peso visual a través de chats de Facebook y la redacción de mensajes de texto en pantalla, lo que permite a la joven establecer una relación ambigua entre lo amistoso y lo parental con un hombre llamado como su padre: Bob Trevino. Esta óptica alienígena sobre la found family culmina en la puntualización: «Basado en hechos reales» mientras se evidencia el valioso relato sobre el que se cimenta la ficción con una sucesión de capturas de pantalla, fotografías y publicaciones en redes sociales.